Redacción (Lunes, 26-11-2018, Gaudium Press) Aumentan los casos de depresión y sabemos que pronto será la gran pandemia mundial. 1 Y aunque haya estudios 2 que quieran mostrar que el aumento de casos se debe a diversas variables, la realidad cotidiana nos muestra que cada vez hay más gente que se aburre con su vida, no le encuentra sentido a su vida, que tiene una tristeza que puede llevarla a cometer locuras.
Tras leer no pocos abordajes tanto diagnósticos cuanto terapéuticos sobre la depresión, y de los mejores y más técnicos, intentemos hacer aquí una aproximación a esa terrible realidad desde la teología, la filosofía cristianas y un poco de sociología.
¿Para qué yo vivo?, se preguntan muchos deprimidos.
Es claro que en tiempos idos esa pregunta era respondida de raíz ya en tempranas edades y desde la perspectiva cristiana: Vivimos para servir a Dios y glorificarlo en esta tierra, y luego para amarlo y glorificarlo por toda la eternidad. Servir a Dios implica que todo nuestro actuar esté de acuerdo a sus disposiciones (mandamientos, normas morales) y que el fin ultimísimo de todo lo que hagamos tenga como clara motivación reconocer su supremacía sobre nuestro ser y sobre todas las cosas. Esas ideas generaban como consecuencia forzosa y querida la construcción de una cultura cristiana y la de una civilización cristiana.
En toda alma hay un playboy dormido, o un cruzado que clama por salir |
En esta concepción cristiana de la existencia tenía completa explicación el sufrimiento, las contrariedades, las luchas que comporta toda vida humana: Después del pecado original entró el mal al mundo, y con el mal el dolor. «Ganarás el pan con el sudor de tu frente», «con dolor parirás tus hijos», advertía desde el inicio la Palabra de Dios. Pero este dolor cuando aceptado con resignación, tiene capacidad de redención, y con ella la de traer alegría: Per crucem ad lucem, por la cruz se va a la luz, es decir, enfrentando el miedo que produce el dolor, adentrándose con valentía en el dolor que nos toca y cumpliendo el deber, el ser humano alcanza su finalidad, desarrolla sus potencialidades y se moldea de acuerdo al plan que Dios trazó para nosotros desde toda la eternidad, obteniendo así la felicidad posible en esta tierra. Esta es a grandes rasgos la concepción cristiana del dolor. En ella, el dolor no es sólo comprensible sino querido, pues un dolor bien asumido es necesario para que demos todo lo que debemos dar: el oro se purifica en el fuego, no en el agua azucarada.
Diversa, mejor decir opuesta, es la cultura hedonista actual: huirle al sacrificio, sacarle el cuerpo a cualquier esfuerzo que produzca dolor, porque el dolor trae infelicidad, y resulta que el hombre está aquí en esta tierra es para ser feliz a punta de placeres instantáneos. Consecuencia de esa mentalidad es la creación de una pseudo-cultura y una pseudo-civilización hedonistas, las del placer inmediato a cada instante. Consecuencia catastrófica es también un no entendimiento de lo duro de la vida. Y ‘como no lo entiendo no lo acepto’, y como no lo acepto prefiero reñirme a toda hora con él o borrarlo de cualquier manera, incluso llegando al extremo fin de acabar con la existencia, creyendo ilusamente que así se termina el sufrimiento.
Es forzoso que muchos de las generaciones educadas desde la cuna en la mentalidad de la pseudo-civilización hedonista tengan a la depresión como siniestra amiga, y al suicidio como funesta alternativa.
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Entretanto las nuevas generaciones también tienen ciertos recursos más al alcance que las antiguas, que pueden ser su salvación. Uno de los principales es su especial capacidad de admiración.
No es infrecuente que grandes cadenas de televisión o grandes editoriales usen el recurso de temáticas ambientadas en los tiempos heroicos para atraer grandes públicos. Ellas saben que la gente, y más las nuevas generaciones, siguen encantándose con historias que hablen de cruzados, de templarios, de Lepantos, de batallas, epopeyas y héroes sublimes, de gentes que no luchan solo por llenar el estómago, sino que entregando toda su vida e incluso corriendo el riesgo de su vida van en pos de un alto ideal. Es claro que comúnmente esas grandes cadenas o editoriales deforman la realidad histórica, pero ellas saben que para atraer tienen que colocar en sus guiones o escritos algo de verdadero heroísmo, pues al hombre moderno ya lo están cansando las sensualidades y las ambiciones de las temáticas corrientes.
¿Por qué creemos que las nuevas generaciones tienen más capacidad de admiración que las anteriores? Porque las anteriores fueron criadas en un naturalismo materialista, que rechazaba per se la existencia de las maravillas. Y resulta que lo que más causa admiración es la maravilla, y las nuevas generaciones, menos racionalistas están más abiertas a la existencia de las maravillas.
Si a las nuevas generaciones -esas que tanta tendencia tienen a la depresión- se les presentasen de forma adecuada los grandes ideales (al final, toda vida puede ser una cruzada), más o menos fácilmente se suscitará en ellas la admiración, y tras la admiración vendrá la capacidad para el sacrificio y la aceptación del dolor, pues la admiración como que los impulsará a seguir los pasos que conducen a la meta aunque comporten esfuerzo, dolor. Es claro por demás, y hay que aquí ya decirlo, que para la admiración pero sobre todo para no huirle al sacrificio, es indispensable el recurso a la gracia, pues la fuerza divina tiene que entrar a suplir la debilidad natural. Sin eso, el entusiasmo por un ideal, por más buenas intenciones que haya, pronto se apaga ante los esfuerzos que su consecución comporta.
Llegamos aquí a lo que tal vez demasiado esquemáticamente podríamos exhibir como una ‘fórmula matemática anti-depresiva’: ideal bien presentado + acción de la gracia + formación pre-dispositiva a la admiración = capacidad de enfrentar el dolor, lucha, éxito y felicidad. ¿Demasiado simple la cosa?
Por Saúl Castiblanco
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1 http://www.telam.com.ar/notas/201704/184972-salud-prevencion-opinion.html
2 https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=3&ved=2ahUKEwjc56vNzfLeAhVCj1kKHWF1DvYQFjACegQIBxAC&url=http%3A%2F%2Fwww.scielo.org.pe%2Fpdf%2Frnp%2Fv80n4%2Fa05v80n4.pdf&usg=AOvVaw3AiVw94B9M7as6XZpzVwce
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