martes, 16 de abril de 2024
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Cardenal Muller: “La tarea de los obispos es administrar la Eucaristía a los fieles, no alejarlos de ella”

El purpurado alemán habló sobre cómo la Iglesia debe cumplir su misión en tiempos de pandemia.

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Redacción (02/12/2021 11:06, Gaudium Press) Ya va siendo lluvia y no mero rocío las voces de eclesiásticos que hacen un mea culpa, o por lo menos una culpa alterius, de la forma en que la Iglesia aceptó en algunos lugares de manera demasiado sumisa y a veces hasta promotora restricciones injustificadas al culto por la pandemia, que llevaron a perjuicio espiritual a fieles y a la propia Iglesia.

Ayer Gaudium Press noticiaba las críticas del secretario del Papa emérito Benedicto, Mons. Ganswein, quien decía, refiriéndose a Alemania, que más valía el alma que el cuerpo, y que parecía que eso no estuvo muy claro durante las restricciones de la pandemia en su país de origen.

Ahora es el National Catholic Register el que registra las palabras del Cardenal Gerhard Muller sobre el mismo asunto. El purpurado, en entrevista con ese medio expresa que la actual respuesta de algunos obispos y sacerdotes de cerrar iglesias o negar los sacramentos con ocasión de la pandemia es un “pecado grave” que va en contra de su “Autoridad dada por Dios”.

Refiriéndose a unas pocas diócesis de Alemania que han restringido misas a los no vacunados o no recuperados recientemente del virus, el purpurado afirmó que esas decisiones eran “una prueba impactante de hasta qué punto la secularización y descristianización del pensamiento ya ha llegado a los pastores del rebaño de Cristo”.

La Iglesia y los gobiernos deben “trabajar por la cohesión social”, y evitar la retórica divisiva que etiqueta a algunos como “teóricos de la conspiración” o “pecadores contra la caridad”, expresó el purpurado. Dijo que sacerdotes y obispos “no deben ofrecerse ellos mismos como cortesanos a los gobernantes de este mundo y hacerse ellos mismos sus propagandistas”.

Algunos principios base

El Cardenal, que es experto teólogo como quiera que fue prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, enumeró algunos principios que deben guiar el actuar en estos tiempos de pandemia: “1) El bien común debe ser el factor determinante que, en determinadas circunstancias, puede restringir, si no abolir, la libertad del individuo. 2) La producción de la vacuna debe ser éticamente sólida, y 3) Las consecuencias médicas, psicológicas, sociales y los efectos secundarios deben ser medibles y ser proporcionales a los beneficios esperados. Desafortunadamente, muchos gobiernos han perdido la confianza del público a través de medidas caóticas que tienen una lógica contradictoria”.

Expresó también que “en bastantes casos, las regulaciones se han visto comprometidas y contaminadas por los intereses financieros y políticos de grupos de presión ideológicos y gigantes farmacéuticos. En lugar de unir a la sociedad en la lucha contra la pandemia, los poderes fácticos en la política, los principales medios de comunicación y las grandes tecnologías han explotado sin piedad la situación para promover la agenda del ‘Gran Reset’, es decir, el pensamiento totalitario. Hasta en las familias, las personas están en desacuerdo entre sí”.

Buscar la unidad, no la división

Pero en una crisis, la Iglesia y los líderes estatales deben trabajar por la cohesión y evitar discriminar a los disidentes llamándolos ‘teóricos de la conspiración’, ‘pecadores contra la caridad’. De lo contrario, son culpables de una mala conducta muy divisiva de la que acusan públicamente a otros”, dijo.

Cardenal Muller 2 250x227 1Acerca de decisiones como la de Berlín, donde se ha restringido las eucaristías sólo a vacunados o personas recientemente recuperadas de Covid, el Card. Muller afirmó que eso es algo “contrario a la ley divina si el acceso a los medios de gracia de la Iglesia, es decir, los sacramentos de Cristo, está impedido o incluso prohibido por las autoridades estatales. Que incluso los obispos hayan cerrado sus iglesias o negado los sacramentos a las personas que buscan ayuda es un pecado grave contra la autoridad que Dios les ha dado”.

“Los obispos, sin embargo, como sucesores de los apóstoles, no son gobernantes según los caminos del mundo, sino ministros de la Palabra y ministros de la gracia de Cristo. Algo diferente es la observancia de las reglas razonables para prevenir la transmisión de la enfermedad. Pero esto no puede utilizarse para justificar el rechazo de los sacramentos por principio. Porque la gracia de la vida eterna debe prevalecer sobre los bienes temporales”.

La eucaristía es la medicina eterna

Acerca de la forma como la Iglesia debe responder a las necesidades en tiempos de crisis, como estos de pandemia, el purpurado alemán afirmó que “los lugares de culto y los corazones de las personas deben estar bien abiertos para que las personas puedan buscar refugio en Dios, de quien proviene toda la ayuda. Todas las vacunas tienen un efecto temporal limitado. Ninguna medicina o invención técnica puede salvarnos de la muerte temporal y eterna. El pan que da Jesús es la cura para la muerte eterna y, sin fecha de vencimiento, el alimento para la vida eterna. ‘El que coma de este pan vivirá para siempre’. (Juan 6:51). Y es por eso que, a principios del siglo II, el obispo mártir Ignacio de Antioquía, en su Carta a la Iglesia de Éfeso (20: 2), pudo llamar a la Eucaristía la ‘medicina de la inmortalidad’”.

“La tarea de los obispos es administrar la Eucaristía a los fieles, no alejarlos de ella. La devoción personal en casa y la co-celebración virtual en las pantallas no pueden reemplazar la presencia real y física en la asamblea de fieles. Porque somos seres corporales y sociales. Por tanto, la gracia y la verdad de Dios se nos comunica a través de la Encarnación de su Hijo y se comparte con nosotros en la comunidad de la Iglesia. Es su cuerpo. En la Eucaristía, Cristo está escondido pero realmente presente con su divinidad y su humanidad, en carne y hueso”, concluyó el Cardenal.

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