viernes, 26 de abril de 2024
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Cardenal Sarah dice que gobernantes no pueden prohibir “apertura de iglesias” si medidas sanitarias son respetadas

El purpurado guineano ha dado a luz la carta titulada “Sobre el culto católico en estos tiempos de pruebas”.

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París (08/05/2020 18:51, Gaudium Press) El Cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, ha dado a luz su carta “Sobre el culto católico en estos tiempos de pruebas”, que en lengua francesa es publicada en exclusiva por l’Homme Nouveau. Destacamos algunos apartes de este importante documento.

Los gobernantes no pueden prohibir que se abran las iglesias, cuando se respeten las medidas sanitarias

Expresa el Cardenal Sarah que la actual situación que impide que muchos fieles asistan a misa, a la par del sufrimiento que causa, “es también una ocasión que Dios nos da para comprender mejor la necesidad y el valor del culto litúrgico”.

Admite el purpurado africano que aunque es probablemente legítimo “pedir a los cristianos abstenerse, por un tiempo corto y limitado, de reunirse”, “es inaceptable que las autoridades encargadas del bien político se permitan juzgar sobre el carácter urgente o no urgente del culto religioso y prohiban la apertura de las iglesias, aquello que permitiría a los fieles rezar y confesarse y comulgar, desde el momento en que las reglas sanitarias sean respetadas. Como ‘promotores y guardias de toda la vida litúrgica’, compete a los obispos reclamar firmemente y sin retardo el derecho a asambleas desde que ellas lleguen a ser razonablemente posibles”.

Y para ejemplificar ese derecho cita el caso de San Carlos Borromeo, que con ocasión de una peste en Milán “aplicaba en las procesiones las estrictas medidas sanitarias preconizadas por la autoridad civil de su tiempo”. “Los fieles cristianos tienen también el derecho y el deber de defender firmemente y sin compromiso su libertad de culto”, que se puede expresar públicamente no por una concesión del Estado, sino que es un “derecho objetivo de Dios” y un “derecho inalienable de cada persona”.

La presencia sacramental es irremplazable. La cámara no puede convertirse en ídolo

Al tiempo que el Cardenal Sarah elogia a los cristianos que en este tiempo de restricciones han rezado la “liturgia de las horas en su casa”, o se han unido espiritualmente a celebración de la misa, afirma que de acuerdo a “la lógica de la Encarnación, y por tanto de los sacramentos, no se puede abstener de la presencia física. Ninguna retransmisión virtual remplazará nunca la presencia sacramental. A la larga, ella podría ser incluso perjudicial a la salud espiritual del sacerdote, que, en lugar de dirigir su mirada a Dios, mire y hable a un ídolo: a una cámara”. El Cardenal no desconoce sin embargo que las transmisiones a través de los diferentes medios “han permitido a numerosos cristianos unirse espiritualmente al culto público ininterrumpido de la Iglesia”, por lo que agradece a todos los que las han hecho posibles.

El Cardenal guineano aprovecha esta sed que con carácter universal se siente por la misa, para poner de presente algunas trasgresiones directamente relacionados con la liturgia o con el mal uso de los templos, y que merecen reparación. “A menudo hemos menospreciado el carácter sagrado de nuestras iglesias. Las hemos transformado en salas de concierto, en restaurantes o dormitorios para los pobres, los refugiados o los indocumentados. La Basílica de San Pedro y casi todas nuestras catedrales, expresiones vivas de la fe de nuestros ancestros, se han convertido en grandes museos, holladas y profanadas, antes nuestros ojos, por un lamentable desfile de turistas a menudo no creyentes e irrespetuosos de los lugares santos y del Templo santo del Dios vivo”.

Con la actual situación, “Dios nos ofrece la gracia de sentir cuanto nuestras iglesias nos faltan”. Es preciso que estas reflexiones lleven a reencontrar el sentido de la sacralidad, y que se prohiban las manifestaciones profanas en las iglesias, al tiempo que se reserve al acceso al altar solo a los ministros de culto, se veten los gritos, los aplausos, las conversaciones mundanas, el frenesí de las fotografías.

Acerca también de la apetencia creciente que se está manifestando por el retomar la asistencia a las iglesias, el Cardenal Sarah expresa que “Dios no dejará ese deseo él insatisfecho. Es preciso recordar además que ningún sacerdote debe sentirse impedido de confesar y de dar la comunión a los fieles en la iglesia o en las casas particulares, con las preocupaciones sanitarias requeridas. Mas la situación de hambre eucarística nos puede conducir a una saludable toma de consciencia. ¿No hemos olvidado el carácter sagrado de la Eucaristía?”.

Comenta el Cardenal que ha escuchado por estos días de graves sacrilegios, como de sacerdotes que empacan hostias en bolsas de plástico o papel para que se lleven a casas, o de otros que distribuyen la comunión con pinzas. “Cuánto esto está lejano de Jesús que se aproximaba de los leprosos y, extendiendo las manos, los tocaba para curarlos, o del Padre Damián que consagró su vida a los leprosos de Molokai (Hawai). Esta forma de tratar a Jesús como un objeto sin valor es una profanación de la Eucaristía”. Es preciso por el contrario “temblar de reconocimiento y caer de rodillas ante la Santa Comunión” y su grandeza.

Adoración y piedad post-confinamiento

Sobre los actos de piedad para cuando acaben las medidas restrictivas, el Cardenal Sarah propone a los pastores que ofrezcan “al pueblo cristiano la ocasión de adorar en conjunto y solemnemente la majestad divina en el Santo Sacramento”. “Será preciso alabar, dar gracias por medio de procesiones públicas. Esto será la ocasión para que el pueblo entero se reúna en un solo cuerpo y experimente que la comunidad cristiana nace del altar del sacrificio eucarístico. Animo, desde el momento en que ello sea posible, las manifestaciones de la piedad popular tales como el culto de las reliquias de los santos protectores de las ciudades. Es necesario que el pueblo de Dios manifiesta ritualmente y públicamente su fe”. Esas manifestaciones servirán también de propiciación y reparación por las ofensas hechas a Dios.

Repitiendo a todos su “profunda compasión en este tiempo de pruebas”, el Cardenal Sarah “renueva su fraterno apoyo a los sacerdotes que se dedican cuerpo y alma y sufren de no poder hacer más por su rebaño”. “En conjunto, pronto, daremos de nuevo a los ojos de todos, el culto debido a Dios y que hace de nosotros un pueblo”, concluye.

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