El domingo siguiente a la Solemnidad de Cristo Rey, la Santa Iglesia inicia un nuevo tiempo litúrgico: el Adviento.
Redacción (04/12/2023 11:07, Gaudium Press) La palabra Adviento es de origen latino, formada por el verbo “venir” (venir) y la preposición “Ad” (hacia). En otras palabras, adviento significa literalmente “venir hacia nosotros”, “venir a nosotros”. Este tiempo litúrgico fue establecido para que los cristianos se sumerjan en la preparación a la celebración de la Navidad, con el fin de celebrar con mayor dedicación el Nacimiento del Niño Jesús.
Por eso, a diferencia del alegre blanco de la Navidad, en Adviento el color utilizado es el violeta, y esto se refleja en las vestiduras del sacerdote y en los utensilios del altar. El color violeta aporta una cierta seriedad que exige de los fieles menos alegría y más interiorización. Porque para la Santa Iglesia un tiempo de preparación significa purificación, penitencia.
Cuando comienza el Tiempo de Adviento, las iglesias se visten de serenidad: ya no hay instrumentos, sólo el teclado o el órgano, sumándose las voces del coro. La gloria ya no se canta, pues el himno de los ángeles sólo se cantará el día en que Cristo venga a la Tierra, bendiciendo a quienes se dirigen hacia él.
Como la celebración que nos estamos preparando es la Navidad, y no el Triduo Pascual, tiempo de gran sufrimiento para Nuestro Señor, el Adviento no es tan estricto como la Cuaresma. Por eso, antes de la lectura del Evangelio se sigue cantando la aclamación “aleluya, aleluya, aleluya”, canto que se suprime durante la Cuaresma.
No hay flores ni adornos, sólo un candelabro con cuatro velas grandes y gruesas. Las grandes velas, cuatro en total, se encienden una cada domingo, simbolizando también que el pueblo de Dios espera atento, vigilante, la venida del Esposo. En algunos lugares existe la costumbre de hacerlos de colores: uno morado, otro verde, otro rosa y, finalmente, uno blanco.
El material del servicio litúrgico es menos esplendoroso (para aquellas iglesias que tienen material histórico, se recomienda utilizar colores más neutros, como el plateado y no el dorado).
Al igual que la Cuaresma, el Adviento tiene un día en el que se desborda la alegría de celebrar la Navidad: es el tercer domingo de Adviento, llamado Domingo Laetare, o domingo de la alegría. Para aquellas iglesias que los tienen, las vestimentas y tejidos litúrgicos se cambian de morado a rosa, simbolizando la mezcla de una gota de la alegría más pura (blanca) con el morado de la penitencia, formando así el color rosa.
Preparación para Navidad
El Adviento, como preparación a la Navidad de Jesús, quiere que los cristianos reflexionen sobre su vida. El objetivo es un buen examen de conciencia para la vida nueva que llega con la venida del Niño Dios. Al entrar en el Año Nuevo, en diciembre, siempre nos detenemos a pensar en nuestra conducta en el pasado y en nuestras intenciones para el futuro, fomentando en nosotros las preguntas necesarias: ¿cómo estuve en la vida de la Iglesia? ¿He practicado la fe que elegí asumir? ¿Esta fe ha generado efectos prácticos en mi vida o, cuando salgo de Misa el domingo, me transformo en otra persona?
De esta manera, se propone un nuevo ciclo para que el cristiano se “limpie”. Durante el Tiempo Ordinario cae mucho polvo y muchas virtudes se automatizan y olvidan. Es ese esfuerzo por ser mejor padre o madre lo que desaparece; ese compromiso de cumplir con el deber en el trabajo que se desvanece; ese propósito de orar más en familia que está quedando en el olvido.
En el Adviento, la Iglesia plantea todas estas reflexiones y pide nuevas actitudes. Esto debe generar un examen de conciencia, que desembocará en una confesión: ante el sacerdote, debemos rechazar nuestros pecados, escuchar sus consejos y salir de allí con el alma limpia y el corazón tranquilo para celebrar el nacimiento de Jesús.
Fomentar la vida de oración
El objetivo del Adviento no es fomentar la penitencia, sino una purificación más contenida. Lo importante, durante el Adviento, es abrirnos más a la generosidad que nos invita la Navidad. Jesús bajó de lo alto de su trono, enmascarando su divinidad en un niño frágil, aceptando sufrir lo peor: hambre, frío, pobreza y persecución. Es nuestro papel, como seguidores de Cristo, ser compasivos y tratar de ser menos egoístas y caprichosos en Navidad, siendo el Adviento un gran momento para prepararnos para ello.
Lo más importante en Adviento es fomentar la vida de oración, es decir, ser más frecuente en la comunicación con Dios, con la familia y con uno mismo. Esta práctica es la puerta a un Adviento más productivo y fructífero. Después, como el Adviento es sobrio y reflexivo, tampoco es tiempo de una vida ocupada: puede ser una oportunidad para abstenerse de fiestas y celebraciones donde la mayor parte del tiempo lo que se comete son innumerables pecados, y no buenas obras. Es como el ayuno: restricción para un objetivo mayor.
Entonces, preparémonos, querido lector, ¡disfrutemos del Tiempo de Adviento! ¡Comprometámonos con nuestra penitencia, esperemos la venida del Señor con fe y corazón purificado!
Con información de www.arautos.org.
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