miércoles, 01 de mayo de 2024
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De tal madre tal hija

Santa Teresa de Jesús. ¿Quién no ha oído hablar de esta santa? Mujer de fuerte personalidad, decidida, rígida y muy fiel a su devoción y al crecimiento de la vida espiritual de las carmelitas. Un ejemplo de amor.

474px Pietro Novelli Our Lady of Carmel and Saints

Redacción (20/07/2023 11:07, Gaudium Press) Nuestra Señora del Carmen recibió este título en referencia al Monte Carmelo, una montaña ubicada en Palestina donde vivió Elías, un importante profeta del Antiguo Testamento –cuya fiesta celebramos hoy– que enfrentó al rey Acab y su esposa pagana, la reina Jezabel, exterminando a 400 sacerdotes de Baal y restaurando la creencia en un solo Dios entre los judíos.

Nuestra Señora del Carmen generó muchos hijos espirituales y hoy quiero hablar de una de estas hijas: la gran Santa Teresa de Ávila, a quien tengo una devoción especial.

En el siglo XII, un grupo de cristianos decidió asentarse en el Monte Carmelo, viviendo como ermitaños. Allí nació la Orden Carmelita, que perdura hasta nuestros días. Una de las primeras actitudes de estos ermitaños fue construir una capilla dedicada a la Virgen María, que pasó a ser conocida como Capilla de Nuestra Señora del Monte Carmelo, que más tarde se llamaría Nuestra Señora del Carmen.

No pasó mucho tiempo para que esta devoción y estilo de vida se extendiera a varias partes del Medio Oriente; sin embargo, con el paso del tiempo y el avance de la conquista de Tierra Santa por parte de los musulmanes, los carmelitas comenzaron a ser perseguidos y asesinados. Algunos de ellos lograron escapar a Europa, donde continuaron la Orden. Sin embargo, la vida allí tampoco fue fácil. Surgieron otras persecuciones, incluso dentro de la misma Iglesia. El estilo de vida que llevaban como monjes mendicantes, su vestimenta y su peculiar manera de servir a Dios no fueron bien entendidos, siendo, por tanto, perseguidos y hostigados, y debiendo afrontar muchas dificultades, llegando casi a desaparecer.

La Aparición de Nuestra Señora del Carmen

En ese momento, San Simón Stock, superior general de la Orden, ante la difícil situación que atravesaban, envió emisarios al Vaticano para informar al Papa sobre la situación y pedir su protección. Luego pidió a los hermanos que oraran por esta intención. Él mismo se retiró y rezó con fervor a Nuestra Señora del Carmen, de quien era gran devoto, pidiéndole su intercesión para que cesaran las persecuciones. En respuesta, Nuestra Señora se le apareció, rodeada de ángeles, y le entregó el escapulario, prometiéndole a quien lo llevara librarlo de los peligros y del fuego eterno.

Tras esta aparición cesaron las persecuciones, se aprobó la Orden y, con la autorización de la Iglesia, los carmelitas se extendieron por el continente europeo y por otras partes del mundo. La devoción a Nuestra Señora del Carmen y al escapulario se difundió rápidamente, y este objeto de devoción comenzó a ser utilizado no sólo por los carmelitas, sino también por los laicos como protección en las dificultades de la vida y símbolo de esperanza en la hora de la muerte.

El Carmelo hizo muchos santos, entre ellos, San Juan de la Cruz, Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Teresa de Ávila, a quien admiramos mucho por la firmeza de su carácter, su fe inquebrantable y su admirable capacidad para tomar decisiones importantes.

Educar a los niños en la fe

Santa Teresa de Ávila se incorporó a la Orden tras quedar huérfana de madre con tan solo 14 años. En el Carmelo la esperaba la más amorosa de las Madres, Nuestra Señora, que la acogió como hija a la impetuosa joven y desarrolló en su espíritu una piedad mariana inigualable.

Nos cuenta la biografía de esta santa que, siendo aún una niña, Teresa aprendió de su madre a rezar el Rosario y a ver a Nuestra Señora como el camino que lleva a Jesús. Esto nos muestra que un niño que aprende a orar en el calor de su hogar, en la armonía y seguridad de su familia, es un niño diferente. Los padres que dicen que no dan educación religiosa a sus hijos se equivocan para no imponerles su voluntad y no interferir en sus elecciones. Créame, esto es lo peor que un padre y una madre pueden hacerle a sus hijos. Darles comida, vestido, juguetes, vivienda, educación y entretenimiento y no darles a Dios es como no darles nada, porque estos niños crecerán sin saber la verdad y se convertirán en adultos vacíos que fácilmente serán tragados por el pecado.

Un aspecto muy importante en la vida de Santa Teresa, además de su fuerte temperamento, es su extrema sinceridad. Narró que, antes de entrar al convento, experimentó algunos caprichos y diversiones mundanas, confesando que era una de tantas jóvenes que se refugiaban en el convento ‘para remediarse’, no por falta de recursos económicos o de pretendientes, ni siquiera por amor de Dios, sino para garantizar su propia salvación eterna: “En este movimiento de elegir estado, creo que me movía más el temor servil que el amor”.

De tal madre tal hija

La vida en el Carmelo provocó la transformación total de la joven Teresa, que comenzó a vivir sólo para Jesús y María, refiriéndose a sí misma como “hija, esclava y protegida de Nuestra Señora”, sentimiento que transmitió a sus hijos e hijas espirituales.

Más tarde, cuando decidió reformar la Orden, Santa Teresa asignó a María el papel de Señora y Patrona del Carmelo, de modo que todo lo relacionado con la renovación de la vida carmelitana pasó a ser de Nuestra Señora del Monte Carmelo, quien se convirtió en el modelo perfecto de santidad para los frailes, monjas y laicos que se convertirían en los Carmelitas Descalzos, la nueva rama de la familia carmelitana creada por ella.

Cuanto más crecía en la fe, más Santa Teresa se parecía a la Santísima Virgen por su inmenso amor a Jesús y por su pureza de vida, lo que nos permite decir: de tal Madre, tal hija, porque cuando el amor es verdadero, transforma al que se ama en el amado y, como sucedió con Santa Teresa, la Virgen se hace accesible a cada uno de nosotros que quiere entregar a Ella el corazón y la vida.

Por Alfonso Pessoa

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