Antes de ser León XIV, fue el hijo de Mildred, una mujer de fe profunda que, entre libros y guisos, sembró en su hogar la semilla de una vocación que hoy guía a la Iglesia.
Redacción (12/05/2025 11:23, Gaudium Press) Detrás del nuevo Papa, León XIV —antes conocido como el agustino Robert Francis Prevost— se halla la presencia discreta de una mujer cuya vida fue un verdadero altar doméstico, Mildred Martínez Prevost, su madre. Nieta de españoles, fervorosa católica, profundo anhelo de aprender y cocinera, su historia es un testimonio de cómo una vocación puede gestarse, sin imposiciones, entre los aromas de la cocina, los cantos del coro parroquial y el amor por los libros.
Don de hospitalidad
Nacida en 1911, Mildred creció en Dolton, un suburbio de Illinois cercano a Chicago, donde criaría a su familia en un entorno profundamente católico. Aunque su ascendencia era hispana, también se vinculaba a las raíces culturales de Luisiana, estado que marcó su identidad culinaria. Su cocina se volvió célebre, “un flujo constante de sacerdotes pasaba por su hogar familiar. Se sentían atraídos por los irresistibles platos que preparaba su madre, Mildred Martínez”, reseña el medio The Pillar.
Pero más allá de la cocina, Mildred brilló por su compromiso intelectual. A los 34 años —una edad inusual para las mujeres que decidían emprender estudios superiores en esa época— obtuvo su título en Biblioteconomía en la Universidad DePaul, Chicago, regida por los padres paúles— sociedad de vida apostólica fundada por san Vicente de Paúl para la evangelización de los pobres y la formación del clero—, y dos años más tarde culminó una maestría en educación. Esta decisión revelaba su afán por el conocimiento, y también su convicción, la fe debía ir de la mano con la cultura.
Al servicio del altar
Su vida entera estuvo tejida con los hilos del servicio eclesial. “Iba a misa a diario. Limpiaba los altares, la iglesia, la sacristía. Participaba en todo, incluso en las actividades de recaudación de fondos”, relató Marianne Angarola, compañera de estudios del futuro Papa, al Chicago Suntimes.
La parroquia Santa María de la Asunción, en Dolton, fue su segundo hogar. Allí participaba del coro, lideraba iniciativas comunitarias, organizaba la biblioteca parroquial y se ofrecía como voluntaria incansable. No era raro verla cantar, limpiar, aconsejar o ayudar a organizar los eventos de la comunidad. Su vida era un reflejo de lo que más tarde su hijo asumiría como Pontífice, una Iglesia cercana, servicial y en salida.
Una vocación cultivada en el calor del hogar
La familia Prevost respiraba espiritualidad. Dos de las hermanas de Mildred fueron monjas, y su esposo, Louis Prevost, se desempeñaba como catequista y director escolar. La religión no era un rito dominical, sino una práctica cotidiana. En ese ambiente se forjó la vocación sacerdotal de su hijo Robert, que desde niño era considerado por sus compañeros como alguien “elegido para ser cura”.
A los 14 años, sin dudas ni titubeos, eligió el seminario menor en lugar del instituto Mendel, donde estudiaron sus hermanos y trabajaba su madre. Su opción por la vida religiosa fue firme, una consecuencia natural del entorno en el que fue criado.
Inspirado por el ejemplo de su madre, Mildred, cultivó la dimensión intelectual, se graduó en Matemáticas y fue profesor de matemáticas y Física, antes de su ordenación sacerdotal. Su encuentro con San Juan Pablo II, en un viaje a Roma poco después de su ordenación, profundizó su camino hacia el servicio misionero. En 1985 partió a Perú, donde consolidaría su experiencia pastoral.
La presencia de una madre santa
Mildred falleció en 1990, sin imaginar que su hijo llegaría a ocupar el trono de Pedro. Pero su recuerdo aún permanece en los corazones de quienes conocen su historia. En la parroquia de Santa María de la Asunción, entre las fotos de honor aún se conserva la imagen del joven monaguillo que un día conoció a un Papa y que hoy ocupa su lugar como Obispo de Roma. Su vida sencilla, tejida entre fe y entrega, habita en la memoria de León XIV.
Como relataría cualquier buen escritor de la vida Dios no se equivoca en los instrumentos que elige para hacer germinar una vocación. En el caso del nuevo Papa, esa herramienta fue una madre valiente, creyente, culta y servicial, la siempre recordada Mildred Martínez Prevost, la cocinera de curas que, sin saberlo, crió a uno que hoy alimenta con su palabra a toda la Iglesia.
Con información de elPeriódico.com y Religión en Libertad
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