En este mundo crecientemente invadido por un caos de hollín, queremos ir planteando al hombre de hoy ‘escapes’ de verdadera felicidad.
Redacción (06/09/2024 17:00, Gaudium Press) En este mundo crecientemente invadido por un caos de hollín, queremos ir planteando al hombre de hoy ‘escapes’ de verdadera felicidad, para entre otras cosas contrarrestar ciertos efluvios del enemigo del hombre que busca lanzarnos a la desesperación.
Desde que Hollywood irrumpió en el escenario mundial, digamos a inicios del S.XX, con la concomitante decadencia del prestigio de la cultura europea, una de sus acciones más dañinas, por lo general soterrada, es decir al hombre que la felicidad está en la agitación y la excitación de los sentidos: “Corre, corre, siente y no pienses mucho”, podría ser el lema de esta Revolución.
Pero justamente una veta de felicidad profunda está en lo contrario, en la meditación serena y razonada de la realidad, no solo en la vibración agitada y animal con ella.
Por ejemplo, acabo de recibir unas fotos del nuevo corredor central de la iglesia de los Heraldos del Evangelio en las cercanías de Medellín, Colombia. Qué cosa tan espectacular…
Pero incluso de algo tan bonito se puede hacer una mera degustación sensible, o una contemplación meditada que busque la trascendencia. Esto último es algo así como intentar explicitar las impresiones, y hacer a partir de ese primer paso un poco de poesía.
El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira los llamaba ejercicios de trascendencia.
En la foto anterior vemos ese nuevo corredor que al partir desde el atrio ya inicia con las iniciales EP, de Evangelii Praecones, Heraldos del Evangelio.
Viene luego una Cruz de Malta (Cruz de Malta, caballeros de San Juan, cruzadas…) en azul, un blau que parecería de lapislázuli. Pero me fue explicado que, además de ser demasiado costoso para este efecto, el lapislázuli no tendría la dureza requerida para un tráfico pesado, por lo que este azul presente en los emblemas del corredor es granito azul con un tratamiento especial, que acrecienta la belleza de las figuras por lo raro, lo escaso.
Después de la Cruz de Malta, un emblema con Flor de Lis de gala tonalidad crema, rodeada de ese azul zafiro magnífico. (Tal vez todo el corredor podría ser llamado de azul de gala, o azul de ceremonia). Más adelante dos emblemas con la ‘M’ de María, una M que es coronada, ratificando el anuncio de que el mundo futuro será el Reino de la Virgen, como ella misma dijo en Fátima.
Un paréntesis, bosquejo de homenaje artístico: Estas iglesias que se van esparciendo por el mundo para solaz de estas sociedades caóticas y admiración de hasta los bloques de hielo, son ellas mismas una exaltación en piedra del alma que las inspiró, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, fundador de los Heraldos. Pero él no solo las inspiró, sino que, en el caso de esta iglesia de Medellín, guio los detalles hasta la minucia. Imaginemos que un día se hallase al inventor de los vitrales: pues habría que exaltarlo por el gran regalo colorido que hizo a la humanidad, hacerle el debido elogio, con varios monumentos. Del creador de este estilo de pisos, de techumbres góticas coloridas, sí tenemos el nombre, por lo que aquí rendimos este proyecto de reconocimiento.
Nuevamente debemos resaltar algo que ya hicimos en otro escrito: Lo difícil que es que tanto color junto no se torne empalagoso, sino ordenado-festivo y a la vez sereno. En materia de arte la perfección —y por tanto la belleza— está en el detalle: armonizar tal cantidad de colores es una apuesta más que riesgosa, pero en este caso otro riesgo exitoso, causando una atmósfera de resurrección alegre y tranquila. Esto es una maravilla y, en tales intensidades, privilegio de los Heraldos del Evangelio.
El nuevo corredor central de esta iglesia conduce a la realeza y a la gloria, pues aunque no se vea en la foto nítidamente, al fondo después del altar hay una réplica de la imagen de la Virgen del Buen Suceso, cuyo rostro, mezcla de inocencia, majestad y poder, no tiene comparación con ninguna imagen de la Virgen existente en la faz de la Tierra. Otra maravilla que si mal no estoy es sin parangón en ninguna parte, por su tamaño y el conjunto que forman, son las piedras que sirven de fondo a esta imagen de Nuestra Señora.
Podríamos seguir hablando de las maravillas de esta iglesia, maravillosa incluso antes de concluida, que no tenemos temor de calificar como una de las más lindas del mundo.
Pero la intención no es hacer el elogio de un bellísimo templo, sino intentar una práctica de reflexión meditada de una belleza, para mostrar la felicidad que produce el ejercicio de esta reflexión, más profunda que una mera y rápida exclamación de “¡oh qué bonito!”.
Es la felicidad de la trascendencia. Pero esta no cohabita con la agitación y el corre-corre. Y también se compagina con la Cruz de Cristo, que todos debemos cargar.
Por Saúl Castiblanco
(P.S.: Es posible visitar este templo en diversos horarios).
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