martes, 23 de abril de 2024
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El día que Don Bosco lloró como nunca

Comprendió un sueño que había tenido de niño.

Don Bosco 2 1

Redacción (31/01/2022 08:06, Gaudium Press) Sucedió el 16 de mayo de 1887 mientras presidía la misa en el altar dedicado a María Auxiliadora en la Basílica del Sagrado Corazón de Roma, templo que es custodiado por los salesianos.

Ese día al santo de la juventud se le vio llorar muchas veces, puesto que contempló su vida como un milagro. “Más de 15 veces se le vio luchando para finalizar la Santa Misa”, señalaron algunos testigos del momento.

Ese día al santo de la juventud se le vio llorar muchas veces, puesto que contempló su vida como un milagro. “Más de 15 veces se le vio luchando para finalizar la Santa Misa”, señalaron algunos testigos del momento.

Entendió el sueño que tuvo cuando niño

Dicen que ese día, observando el cuadro de María Auxiliadora, el santo entendió el sueño que tuvo cuando niño.

Cuando San Juan Bosco contaba con tan sólo 9 años de edad tuvo un sueño que lo marcó para toda su vida. De acuerdo con varios conocedores de sus Memorias Biográficas, donde se narran 159 sueños de Don Bosco, éste sería el primer sueño-revelación que marcaría el inicio de lo que es hoy la Obra Salesiana.

Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida”, resalta San Juan Bosco al comenzar la narración del mismo

En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí, en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos. En aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, notablemente vestido. Un blanco manto le cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: ‘No con golpes, sino la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a éstos tus amigos. Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud’ ”, describe luego.

El santo salesiano cuenta que en aquel sueño él se sentía algo aturdido y espantado por esas palabras y diciendo a Nuestro Señor que él era tan solo un muchacho ignorante, que se sentía incapaz de hablar de religión, le preguntó: “¿Cómo podré adquirir la ciencia?”. Ante lo cual Nuestro Señor le anunció: “Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad”. Y el pequeño Juan Bosco le indagó: “¿Quién sois vos que me habláis de este modo?”, a lo que respondió el Señor: “Yo soy el Hijo de aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día”.

La Señora que lo instruye

En aquel momento vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente. La cual, viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, me indicó que me acercase a ella, y tomándome bondadosamente de la mano: ‘Mira’, me dijo. Al mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales. ‘He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás tú hacer con mis hijos’ ”, continúa la narración.

Luego, prosiguió: “En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar. Pedí que se me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender qué quería representar todo aquello. Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza y me dijo: ‘A su debido tiempo todo lo comprenderás. Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció la visión’ ”.

Éste habría sido el primero de los 159 sueños proféticos que San Juan Bosco tuvo a lo largo de su vida, marcando el inicio de la Obra Salesiana.

Su vida entera fue un amansar a jóvenes fieras, y transformarlas en hijos de Dios.

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