viernes, 26 de abril de 2024
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El feminismo radical mata la mujer y mata lo humano dice doctora en género

María Teresa Pueyo es también profesora en la Universidad Abat Oliba CEU, y ahí enseña Antropología, Sociología y Doctrina social católica.

Mujer

Foto: Rowan Kyle en Unplash

Redacción (08/07/2022 11:43, Gaudium Press) María Teresa Pueyo es doctora en estudios de género, profesora de Antropología, Sociología y Doctrina social de la Iglesia, y más importante, madre de familia. Demasiados títulos para configurar una opinión autorizada sobre un tema muy en el debate: el feminismo.

La doctora Pueyo impartió una conferencia para el canal de la Milicia San Luis IX, referida por Religión en Libertad, sobre el tema El contractualismo en la génesis de la teoría de género: El poder como constructor de la realidad, en el que refutó mitos legendarios del feminismo radical.

Dijo Pueyo que normalmente el feminismo no solo no defiende la mujer sino que la infravalora. Poniendo un ejemplo de este feminismo negativo, Pueyo citó a Simone de Beauvoir, quien “no pide que se reconozca el valor del trabajo de la mujer, sino que cree que este no tiene valor. Beauvoir dice -en El Segundo Sexo- que la mujer es un ‘producto intermedio entre el macho y el castrado’, que no es verdaderamente humana”.

Como materialista, para Beauvoir solo tiene valor aquello que es material, que participa del mercado. Una de las cosas propias del varón ha sido el trabajo fuera del hogar a cambio de un salario y para ella es lo que tiene verdaderamente valor. Mientras que cuando juzga la labor de las mujeres en la historia – principalmente el cuidado del hogar y la familia sin recibir un salario – lo mira y dice que [las mujeres] no han aportado nada”. Es claro, para este feminismo en el fondo la mujer es bien o mal juzgada siguiendo la regla de patrones más típicamente masculinos.

En ese sentido el “sacar a la mujer del hogar para que pueda trabajar, generar un beneficio”, es lo que la haría “ser verdaderamente humana como los varones”.

Sobre el sufragismo, bandera que es calificada como típica y en el origen del feminismo, dice Pueyo que este comenzó “con una reunión de 12 mujeres en Seneca Falls (Nueva York), donde se reúnen y hacen un manifiesto, la Declaración de Sentimientos [que dice]: ‘La mujer está siendo obligada a vivir en una posición que es contraria a la que Dios creo en la naturaleza’”.

Lo anterior es muestra de que lo que ellas reclamaban era que se restaurase “la dignidad de la mujer por la naturaleza que Dios le ha dado. Esto no tiene nada que ver con el feminismo existencialista que dice que es todo construido y que Dios no existe. Sí está la idea de restaurar algo que es bueno objetivamente. Cuando uno ve la vida de las sufragistas, eran mujeres de familia en cuyas cabezas no habría cabido el aborto”, dice Pueyo.

El feminismo ha matado a la mujer

“La gran paradoja del movimiento feminista, de la que se da cuenta Butler (feminista radical), es que el movimiento que nominalmente se refiere a la defensa de lo femenino tiene un profundo resentimiento de la mujer y, al decir que la feminidad es una construcción, el feminismo ha acabado negando que exista la mujer. Ha acabado matando a la mujer como concepto”, afirma.

Y luego añade: “Si la mujer es una construcción del patriarcado”, cierto feminismo arribaría a afirmar que “defendiendo a la mujer estaríamos consolidando el patriarcado. Si el feminismo es verdadero entonces no hay mujer” y, en este caso, “el feminismo no tiene razón de ser”, sentencia.

El feminismo termina siendo una destrucción de lo humano

Al final, según Pueyo, el feminismo termina siendo una destrucción de lo característicamente humano: “Quiere construir una nueva humanidad mediante la técnica sin más compás ético que la voluntad. Y como el deseo no tiene límite, a donde lleva el [feminismo de] género es a un mundo posthumano, en el que el cuerpo será transformado hasta el infinito a conveniencia del deseo”, denuncia ella e invita a combatir este tipo de feminismo, porque se ha convertido en una imposición a nivel social.

Concluye su exposición, expresando que esa búsqueda de sentido de vida, que es lo que revela la deriva feminista, solo será saciada por el reencuentro con Dios: “La naturaleza humana existe. Consiste en ser amado y no se puede renunciar a ello. Dios nos ha hecho por amor y para amar. Cuando el individuo se absolutiza, aunque se le niegue, Dios sigue existiendo, por eso el hombre aunque no crea, nunca dejara de buscar el amor ni de ser amado. Esta hipersexualización, al negar la naturaleza, la esta afirmando. No es más que la búsqueda desesperada de sentido”.

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