martes, 23 de abril de 2024
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El Nombre de Jesús, el del “Consejero prudente, el Dios fuerte, el Padre eterno, el Príncipe de la paz”

El Santísimo Nombre de Jesús, que fue anunciado por el propio arcángel Gabriel a la Virgen bendita.

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Foto: Screenshot YouTube Significado y Origen de los nombres

Redacción (03/01/2023 07:55, Gaudium Press) Hoy la Iglesia celebra la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús, que fue anunciado por el propio arcángel Gabriel a la Virgen bendita.

¡Qué maravillada debió quedar la Santísima Virgen –que ponderaba todas las cosas en su corazón– cuando el arcángel Gabriel le dijo en el momento de la Anunciación: “Y le pondrás por nombre Jesús”! (Lc 1, 31).

¿Qué poder tiene ese nombre? Ya lo veía Isaías, el ‘quinto evangelista’, con ocho siglos de antelación al nacimiento del Salvador: “Es su nombre: Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz” (Is 9, 5).

Es el más suave y santo de los nombres; es un símbolo sacratísimo del Hijo de Dios, sumamente eficaz para atraer sobre nosotros las gracias y favores celestiales. El mismo Señor prometió: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo concederá” (Jn 15, 16). ¡Magnífica invitación para repetirlo sin cesar y con ilimitada confianza!

En el siglo XIII, el Papa Gregorio X exhortó a los obispos del mundo y sus sacerdotes a pronunciar muchas veces el nombre de Jesús e incentivar al pueblo cristiano a colocar toda su confianza en este nombre todopoderoso, como un remedio contra los males que amenazaban la sociedad de entonces.

Los milagros del nombre de Jesús

Un vigoroso ejemplo de la eficacia del Santo Nombre de Jesús se verificó con motivo de la devastadora epidemia que azotó a Lisboa (Portugal) en 1432. Todos los que podían se fugaban de la ciudad aterrorizados, llevando así la enfermedad a todos los rincones del país. Murieron miles de personas. Entre los heroicos miembros del clero que daban asistencia a los agonizantes estaba un venerable obispo dominico, Mons. Andrés Diaz, que incentivaba a la población a invocar el Santo Nombre de Jesús.

Recorría incansablemente el país, recomendándoles a todos, hasta a los que se habían librado de la terrible enfermedad, que repitieran: Jesús, Jesús. “Escriban este nombre en letreros y guárdenlos sobre sus cuerpos; por la noche pónganlos bajo la almohada; cuélguenlos en sus puertas; pero sobre todo invoquen continuamente, con sus labios y en sus corazones, este nombre poderosísimo”.

¡Maravilla!: En un plazo increíblemente breve el país fue liberado por completo de la epidemia, y las personas siguieron confiando agradecidas y con amor en el Santo Nombre de nuestro Salvador. Tal confianza se extendió desde Portugal hasta España, Francia y el resto del mundo.

San Pablo y el nombre de Jesús

San Pablo 2

San Pablo anuncia a Cristo en Cesarea

El Apóstol es por excelencia el abanderado del nombre de Jesús. Dice él que este es “el nombre por encima de todo nombre” y ensalza su poder con estas palabras: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los infiernos” (Flp 2, 10).

San Bernardo se llenaba de alegría y consolación inefables al repetir el nombre Jesús; sentía como miel en su boca y una deliciosa paz en su corazón. San Francisco de Sales no vacila en afirmar que quien tenga la costumbre de repetir con frecuencia el nombre de Jesús, puede estar seguro de obtener la gracia de una muerte santa y feliz. ¡Otro inmenso favor!

¿Pero este don tan grande no nos pide alguna retribución?

Sí. Además de mucha confianza y gratitud, el deseo sincero de vivir en completa sintonía con las infinitas bellezas contenidas en el Santísimo Nombre de Jesús, como también -a imitación del venerable obispo portugués Mons. Andrés Diaz- el empeño de divulgarlo a los cuatro vientos. Digna de toda alabanza es la madre católica que le enseña a sus hijos a pronunciar los dulces nombre de Jesús y de María aun antes de decir papá y mamá, como también a llevar su vida en acuerdo con la de esos dos modelos divinos.

(Basado en nota aparecida en Revista Arautos do Evangelho, Enero/2005, n. 37, pp. 22-25)

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