Precisamente lo que el mal uso de la tecnología está carcomiendo hoy día, es la voluntad de trabajar y trabajar con alegría y esperanza.
Redacción (28/09/2020 11:55, Gaudium Press) Precisamente lo que el mal uso de la tecnología está carcomiendo hoy día, es la voluntad de trabajar y trabajar con alegría y esperanza.
Se está formando un tipo humano asalariado sin apetencia de grandes horizontes en la vida, que está perdiendo su capacidad de contemplar y entender el lenguajes de las estrellas, de la inmensidad de un mar embravecido o plácido, el vuelo de las aves y las señales misteriosas de las nubes y sus mil figuras que leemos con la imaginación.
¿Y el espacio para la contemplación del Orden del Universo?
El tipo de trabajo que se está desarrollando y promoviendo en estos tiempos, no deja espacio para pensar en lo maravilloso de la vida, disfrutar un paisaje, recrearse con alguna música distendida o incluso disfrutar una buen trago de licor porque este está siendo demonizado, mientras la marihuana y la droga es tolerada.
Estamos perdiendo incluso la oportunidad de reunirnos y socializar un rato al calor de una buena conversación después del trabajo, porque enmascarados, ya ni la cara completa nos la podemos ver.
A la pulpería o “tienda de la esquina” – como fue denominado aquel lugar donde se vendía comestibles, todo tipo de bebidas, aprovisionamientos y algunos objetos para uso doméstico – tan típica de nuestra iberoamérica católica, el “nuevo orden mundial” le decretó su extinción. No solamente era el centro de abastecimiento para nuestra clase media sino el sitio de frecuente información acerca de los últimos acontecimientos del barrio o de la ciudad, función que también cumplía el atrio del templo después de la misa dominical.
Los medios de comunicación masiva y las redes sociales, también aportaron para la desarticulación de aquel orgánico foco de novedades más natural y humano que el sensacionalismo agresivo de la información de hoy día. Información que ya no forma opinión sino que muy al contrario lo que hace es desinformar, deformar o inducir a la conformidad pasiva ante los acontecimientos.
El trabajo humano es el fundamento de la riqueza de un país que aunque tenga muy buenos recursos naturales, posición geoestratégica favorable, parque industrial y tecnológico suficiente, acceso a buenos recursos energéticos, pero si medran en su territorio entes robotizados y con vacaciones programadas, nunca conseguirá progreso espiritual ni material
El trabajo es una bendición de Dios, y todos sabemos que Dios bendice al hombre laborioso y diligente que emplea su fuerza laboral para mejorar sus condiciones de vida y la de su prójimo con la finalidad de alcanzar altos y más bellos horizontes que terminen glorificando a Dios y preparándonos para vivir una vida eterna maravillosa al lado de Él y de los seres más sublimes, bondadosos y nobles de la creación en el lugar más espléndido que podamos soñar. Así debió ser seguramente la concepción del trabajo en el Paraíso antes del desastre del Pecado Original.
El trabajo nos debe servir para prepararnos a asistir a la invitación que nos fue hecha de participar en el banquete celestial al que debemos llegar bien familiarizados con la elegancia, la categoría, lo bueno, lo bello y lo verdadero de la existencia. A vivir en una Corte o lo más próxima de ella, donde todo es un trato amable, refinado, inteligente y pulido. No podemos conformarnos con un tipo de trabajo paupérrimo y mustio, sin más horizontes que tener apenas para comer y vestir proletariamente al que hoy nos induce el mal llamado nuevo orden mundial.
El verdadero progreso es moral
¿Qué es el verdadero progreso? Pregunta y responde el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Consiste en el recto aprovechamiento de las fuerzas de la naturaleza según la Ley de Dios y al servicio del hombre. Consiste sobre todo en el pleno desarrollo de todas las potencialidades del alma rumbo a la perfección moral, porque el progreso material de un pueblo no es lo principal. Por esa razón, continua él, no se puede pactar ni aceptar el tecnicismo hipertrofiado de hoy, la adoración de las novedades, las velocidades y las máquinas ni la deplorable tendencia a organizar more mechanico nuestra sociedad humana (1).
Por Antonio Borda
(1) Plinio Correa de Oliveira, “Revolución y Contra-Revolución”, Parte II, cap. III, 3.
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