domingo, 24 de noviembre de 2024
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El verdadero camino de Dios

Yo soy el camino, la verdad, y la Vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Jn 14,6).

Jesus e multidoes

Redacción (07/05/2023 12:38, Gaudium Press) Cuántas veces nos ha pasado que, a la hora de planificar un viaje en coche para visitar a un familiar o conocer nuevos lugares, dudamos a la hora de decidir qué camino tomar.

Nada más salir, nos encontramos con carteles que indican tal o cual ruta, y pensamos: “esta carretera está bien asfaltada y es más tranquila, sin embargo, es demasiado larga”; o: “¿Iré por este camino, porque este camino está lleno de agujeros?”; o incluso: “esta ruta es más larga, pero hay menos tráfico…”

E incluso si consultamos las “apps” que nos presentan otras opciones, la menos costosa; los más rápidos, normalmente con peajes…, tendemos a dudar.

En estas ocasiones tan banales, nuestra decisión debe ser a la vez acertada y concienzuda, de lo contrario estaríamos desperdiciando el combustible de nuestro vehículo, desperdiciando neumáticos inútilmente, o peor aún, perdiendo el tiempo en un atasco interminable…

Ahora bien, lo que puede suceder en pequeñas circunstancias de nuestro día a día, sucede de manera extendida y mucho más grave en nuestra vida espiritual, cuyo fin estará definido en virtud de las pequeñas elecciones que hacemos, ¡diariamente!

Es, por tanto, sobre esta “opción” que la liturgia de este V domingo de Pascua nos invita a reflexionar.

El camino de Dios

El Evangelio de San Juan recoge las palabras de Nuestro Señor dirigidas a sus Apóstoles:

Yo soy el camino, la verdad, y la Vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Jn 14,6)

Jesús quiso subrayar a los doce la necesidad de la fe y la confianza en su Divina Persona, para que sus corazones nunca se desviaran del camino señalado por él: “Buscad, pues, primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6,33). Como recordaba san Pablo: “Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col 3, 1).

Puesto que Jesús es el camino verdadero, cualquier otro camino fuera de Él no conduce a la vida eterna, sino a la ruina.

En esta línea, en la 2ª lectura de este domingo, San Pedro aplicará a Nuestro Señor las palabras de la Escritura que afirman:

He aquí que pongo en Sion una piedra angular, escogida y excelente; el que en ella confíe no será confundido” (Pt 2,6)

Pero, ¿qué significa esta expresión “no se confundirá”?

Abrazar el camino de la virtud significa llevar una vida guiada por los mandamientos y aspiraciones de la gracia. E incluso si tropezamos y caemos, los que siguen esse camino pronto extienden humildemente sus brazos suplicando ayuda del Cielo.

En cambio, quien emprende los caminos del pecado rechaza a Cristo, la “piedra viva”, y por eso mismo tropieza, porque no lo acoge” (cf. Pt 2,8). Y de tropiezo en tropiezo, de pecado en pecado, se dirigen hacia el abismo de la perdición, que conduce al castigo eterno.

Un solo camino

E incluso si hay personas dispuestas a propagar cierta alianza entre la religión y las prácticas pecaminosas, importa que Cristo continua siendo el único camino, la única verdad y la única vida.

También para éstos Él será piedra de tropiezo.

Sin embargo, si en los caminos se nos suele presentar la opción del “retorno”, por la cual somos capaces de volver a los caminos correctos, a pesar de la mala elección inicial, en la vida espiritual ocurre lo mismo. Como observó Lewis, “si estás en el camino equivocado, el progreso significa dar la vuelta y volver al camino correcto”.[1]

Pidamos, pues, que Dios nos obtenga, a través de las oraciones de Nuestra Señora, la gracia de continuar andando por el verdadero camino de la vida, permaneciendo firmes en la fe que profesamos; pero si por casualidad no estamos en ese camino correcto, hagamos ese indispensable “regreso”, para anunciar las obras de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz maravillosa (cf. 1Pt 2,9).

Por Guilherme Motta

[1] Cf. LEWIS, C. S. Cristianismo puro e simples. Trad. Gabriele Greggersen. Rio de Janeiro: Thomas Nelson Brasil, 2017, p. 60.

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