“Cierta iconografía, lamentablemente muy frecuente, presenta a los santos bajo un aspecto muy diferente [al real]”
Redacción (11/10/2020 11:29, Gaudium Press) Una mirada puede decir más que mil palabras. Esa realidad que todos hemos experimentado en algún momento, toma una trascendencia mucho mayor cuando de la mirada de los santos se trata.
¡Qué elocuentes son las fotografías que han llegado hasta nosotros, en que detrás de las ventanas del alma de un varón o dama providencial encontramos al propio Dios!
¡Qué gran bien puede hacer a nuestras almas una imagen de estas! Y al mismo tiempo… ¡qué gran peligro que existe en no mostrar de manera adecuada la fisionomía de los bienaventurados! O peor aún, querer ver santidad donde no la hay realmente…
“Cierta iconografía, lamentablemente muy frecuente, presenta a los santos bajo un aspecto muy diferente [al real]: criaturas blandas, sentimentales, sin personalidad ni fuerza de carácter, incapaces de ideas serias, sólidas y coherentes, almas llevadas apenas por sus emociones y por ello totalmente inadecuadas para las grandes luchas que la vida terrena trae siempre consigo.”1
Denunciando la deformación de la piedad católica
Al formar a los jóvenes que deseaban dedicarse con idealismo a la causa católica, el Dr. Plinio siempre fue muy cuidadoso y dedicado en mostrar el verdadero rostro de la santidad, denunciando a la vez con intransigencia y altivez el nefasto papel que produce una visión deformada de la práctica de la virtud en la Iglesia.
Una visión exclusivamente suave, risueña, dulce y delicada de la santidad, digamos que melosa, muy poco tiene que ver con la realidad, y a la vez que se constituye como el más grave peligro para la piedad sincera, actúa como un repelente para las almas realmente generosas y deseosas de heroísmo.
“No hay peor mentira que la que es casi verdadera” decía G. K. Chesterton.
Como explicaba el propio Dr. Plinio, podríamos decir que existe una “herejía blanca”, no doctrinal sino tendencial, que haciéndose pasar por devoción, entra camufladamente en nuestro “organismo espiritual” como alimento, pero una vez adentro se transforma en veneno y ataca directamente el corazón de la vida espiritual, que podríamos decir es el Amor a Dios, unido al sufrimiento y espíritu de lucha, queriendo sustituirlo por un sentimentalismo romántico.
Por eso es que haría un bien enorme despertar en la conciencia de los católicos una sana repulsa hacia esas falsas representaciones de “santidad”, que quieren ocultar el sufrimiento, el rechazo radical del mundo, y la profunda paz que habita en los que han vivido siempre en estado de guerra santa. Esa exclusiva dulzura con tonos de afectación, junto a una hipersensibilidad y debilidad enfermiza es insultante para los héroes de la fe que pretendemos venerar.
Un claro ejemplo de estas deformaciones que sufren los santos es lo sucedido con las imágenes de la pequeña y a la vez grandiosa Santa Teresita del Niño Jesús, cuyas fotografías fueron retocadas por “artistas”, y después transformadas en efigies enteramente contrarias a la de esta heroína de la Fe y la Caridad. Comentaba el padre carmelita François de Sainte-Marie que “la impresión de determinación y poder que se desprende de las fotos originales de Thérèse se destruye con los retoques. Santa Teresita parece tener menos control de sí; se convierte en una niña que quiere agradar, que solo quiere ser amable. Sus rasgos ya no muestran el destello de inteligencia que ilumina las fotos originales. La extraordinaria claridad de su mirada desaparece.” 2
La verdadera santidad
Nunca debemos olvidar que: “ la santificación implica el mayor de los heroísmos, pues supone no sólo la resolución firme y seria de sacrificar la vida si fuere necesario, para conservar la fidelidad a Jesucristo, sino más todavía, la de vivir en la tierra una existencia prolongada, si ello le place a Dios, renunciando en todo momento a lo que más se quiere, para apegarse apenas a la divina voluntad.” 3
La gloria del soldado está en sus cicatrices, y lo que para el mundo puede ser estéticamente desagradable o desprovisto de belleza, para el guerrero es el más elocuente testimonio de que se fue valeroso en la lucha, se enfrentaron los riesgos, se fue generoso sufriendo por la fidelidad a un ideal, por amor a aquello que se quería defender.
Nuestro Señor Jesucristo cuyo rostro revelado en la Sábana Santa de Turín es el más insigne ejemplo de cómo la faz de un hombre se hace digna de veneración, y en este caso de adoración, cuando está cubierta de heridas. Él, guerrero valeroso por antonomasia nos enseñó: “El Reino de los Cielos es de los violentos” (Mt. 11, 12).
La Santa Iglesia canoniza solamente a los hombres y mujeres que luchando el buen combate de la vida, de que nos habla San Pablo, se expusieron en el campo de batalla, fueron golpeados en la lucha, macerados por el sufrimiento, aplastados bajo el peso de la Cruz…
Por lo que no nos debería extrañar encontrar en fotografías o veraces imágenes de santos, rostros serios y sufridos, pues así son las fisionomías de los guerreros. Aunque si prestamos atención, en el fondo de la mirada, aunque sea el más sufrido de los hombres, siempre encontraremos la verdadera paz, serenidad y sincera alegría. Eso es santidad.
Esta es una meditación muy necesaria si pretendemos avanzar por el camino de la virtud, para no ser engañados por el padre de la mentira, que gana muchísimo terreno en el mero hecho de hacernos creer que es posible una conciliación entre el espíritu del mundo y la santidad. Que se puede ser santo sin heroísmo y sin cruz.
Preguntémonos: ¿Cuál es el concepto que tengo de santidad? ¿Me doy cuenta de que esto implica una actitud militante irreconciliable contra el demonio, el mundo y la carne? ¿Tengo al menos el deseo de alcanzar esa meta?
Lo que es imposible para el hombre, para Dios es posible, y en los brazos de María Santísima, la más alta de las montañas, nos será fácil escalar. Que ella nos lleve a la cumbre de la santidad.
Por el Hno. Santiago Vieto E. P.
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1-«Catolicismo» Nº 30 – Junio de 1953. Plinio Corrêa de Oliveira. AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES
2-http://www.archives-carmel-lisieux.fr/english/carmel/index.php/les-retouches-des-photos-de-therese
3-«Catolicismo» Nº 30 – Junio de 1953. Plinio Corrêa de Oliveira. AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES.
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