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Jesús espera que le abramos el corazón, dijo Francisco

El Papa comentó en el Ángelus el evangelio de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo.

Angelus Papa

Redacción (28/06/2021 12:58, Gaudium Press) En su meditación en el Ángelus dominical, Francisco afirmó que la lectura de evangelio “se tropieza con nuestras dos situaciones más dramáticas”, la muerte y la enfermedad. Efectivamente, el Evangelio de ayer hablaba de la hemorroísa que toca el manto del Señor, y del jefe de la sinagoga, Jairo, que implora la curación de su hija, la hija muere, pero Jesús la resucita.

Jesús “se deja tocar por nuestro dolor y nuestra muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra. Nos dice que la muerte no es el final. Vence a este enemigo, del que solos no podemos liberarnos”.

No obstante, el Papa dijo que la peor enfermedad de la vida “es la falta de amor y no poder amar”, algo de lo que seguramente la mujer también sufría, al ser marginada y tener su corazón herido.

Jesús espera que nos encontremos con Él

En la hemorroísa todos podemos identificarnos: “El texto dice que había probado muchas curas, y gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor. También nosotros, ¿cuántas veces nos arrojamos sobre remedios equivocados para saciar nuestra falta de amor? Pensamos que el éxito y el dinero nos hacen felices, pero el amor no se compra. Nos refugiamos en lo virtual, pero el amor es concreto, no es apariencia”.

La mujer, después de mucho sufrir, elige al Señor y se abalanza entre la multitud para tocar su manto: “Busca el contacto directo y físico con Jesús”. “Lo mismo ocurre con Jesús: a veces nos contentamos con observar algún precepto y repetir oraciones, pero el Señor espera que nos encontremos con Él, que le abramos el corazón, que toquemos su manto como la mujer para sanar. Porque, al entrar en intimidad con Jesús, se curan nuestros afectos. Esto es lo que quiere Jesús”, dio Francisco.

Cuando la mujer lo toca, “Él no mira a la muchedumbre, sino a la persona. No se detiene ante las heridas y los errores del pasado, va más allá de los pecados y los prejuicios. No se queda en las apariencias, llega al corazón. Y la cura precisamente a ella, a la que habían rechazado todos. Con ternura la llama ‘hija’ y alaba su fe, devolviéndole la confianza en sí misma”.

El Papa invitó a dejar que “Jesús mire y sane nuestros corazones”, y a imitar al Señor ejerciendo la caridad a nuestro alrededor con las personas que se siente heridas, solas, con necesidad de afecto.

Con información de Vatican News

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