jueves, 25 de abril de 2024
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La política del demonio y la política de los ángeles de Dios

La política, esos terrenos que a muchos apasionan, que a todos nos terminan interesando o por lo menos afectando.

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Redacción (01/11/2022 13:18, Gaudium Press) La política, esos terrenos que a muchos apasionan, que a todos nos terminan interesando o por lo menos afectando.

Para estos días, en que las luchas políticas nacionales y hasta continentales ocupan buen espacio en el debate y dentro de las cabezas de las personas, van algunas consideraciones sobre la materia.

Primero, recordar que la Iglesia ha repetido hasta la saciedad que los laicos deben incidir en la política:

“Para animar cristianamente el orden temporal – en el sentido señalado de servir a la persona y a la sociedad – los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la ‘política’; es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común”, decía San Juan Pablo II en la Christifideles laici.

Es decir, cada laico en su campo, debe interesarse especialmente por lo que le atañe, buscando siempre el bien de todos, de acuerdo a los principios de la Iglesia.

El laico debe interesarse también, desde esta perspectiva, en las contiendas electorales, pues no le debe ser indiferente si gana un candidato que promueve, o que es afín a los principios católicos, que otro que los combate.

Sin embargo, hay una forma de considerar la política con estilo “naturalista” y ese es particularmente el asunto que queremos tratar.

La política del naturalista

Los propios apóstoles, y muchos de los creyentes en el Mesías, estaban esperando un gran líder socio-político, que reirguiera a Israel de la postración en la que se encontraba. No eran pocos los que “se negaban a seguir a Jesús porque Él no se correspondía con la concepción mundana que tenían del Mesías. Querían que Dios les enviase un Salvador que resolviese todos los problemas financieros, sociales y políticos de la nación, de acuerdo con la expectativa naturalista que ellos mismos habían elaborado. Por consiguiente, no buscaban beneficiarse de la presencia del Señor, admirar sus maravillosas enseñanzas o ser testigos de sus impresionantes milagros”, expresa Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, en su maravillosa obra Lo inédito sobre los Evangelios. [1]

Varias consecuencias extraemos del texto anterior.

Al entrar en los terrenos políticos, lo primero que debe tener presente el católico es la enseñanza RELIGIOSA que vino a traer Cristo el Redentor. Son los principios religiosos cristianos los que deben orientar toda su vida y también su acción política. Cristo vino a transformar los corazones de los hombres y es claro que esto tiene una consecuencia directa en la política, pues es con un corazón cristiano que el hombre va a buscar sin egoísmos y verdaderamente el bien común temporal de la sociedad. Quien se meta directamente en la política, descuidando u olvidando su vida interior y su formación religiosa cristiana, es simplemente un “naturalista”, hijo espiritual de los fariseos que despreciaron a Nuestro Señor.

Los vectores que afectan el corazón humano

Al mismo tiempo, debemos recordar que el campo primero de la política es el ‘sujeto político’, el propio hombre, el ser humano. Y este está sujeto a fuerzas que no son meramente naturales, sino también preternaturales (angélicas o demoníacas) y sobrenaturales (divinas). Desconocer la influencia de los ángeles y los demonios y la influencia de Dios sobre el ‘sujeto político’ es también “naturalismo”, de ese del que participaban los propios apóstoles y los fariseos.

Un día el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira exponía a sus discípulos su ‘teoría de los vectores’, para explicar las reacciones de la psicología humana. A grandes rasgos, decía que su accionar libre estaba en grandísima medida influido por unos vectores (fuerzas) que pueden ser su herencia genética, su educación, las circunstancias visibles del momento, pero también la acción de los ángeles buenos, la de los ángeles malos, y la acción de la gracia divina. En la medida en que el hombre abra más su corazón a una u otra ‘fuerza’ de ahí resulta su accionar, el vector final es la suma de la acción de los vectores previos.

Esta teoría de los vectores es “anti-naturalista”, en el sentido de que el propio accionar político del hombre no es el mero resultado de la buena capacidad de convencimiento que ejerza sobre él un líder político, o la diversa propaganda política que la gente haya recibido en el momento de decidir por ejemplo su voto, o de las circunstancias sociales y políticas del momento y cómo la estén afectando, sino también de cuanto haya abierto su corazón a la influencia angélica o a la satánica, de cuanto se haya dejado permear por la gracia de Dios o de cuanto la haya rechazado. Y como lo que tiene que ver directamente con Dios siempre es lo más importante, vemos que la apertura o no a la gracia de Dios, o la apertura o no a los ángeles o a los demonios, termina siendo el factor decisivo también de la política.

Esto es tan así, que cada vez más se revela que detrás de fuerzas políticas anti-cristianas que aparentaban ser meramente laicas o “naturales”, va apareciendo de forma creciente su verdadero inspirador, la antigua serpiente, el enemigo del hombre y enemigo de Dios, a quien esas múltiples fuerzas políticas comienzan a reconocer, a revelar, o a rendirle culto abierto.

Sorprende también un hecho muy actual, y es cómo líderes políticos que hasta ayer entusiasmaban naciones enteras y con ese apoyo alcanzaban el poder, rápidamente terminan siendo detestados por la mayoría de los mismos pueblos que los eligieron. Algunos explicarán ese hecho por razones meramente naturales, como que la gente rápidamente se dio cuenta de que no eran lo que decían o no hacían lo que prometían. Sin embargo, la explicación nos parece insuficiente, si no se incluye el elemento preternatural, que entusiasma a mucha gente con fantasmagorías, y apagado ese elemento, la gente cae en cuenta de que estaba corriendo tras una vana ilusión.

Al final, ya lo decía San Ignacio, solo hay dos banderas y dos ejércitos el de Dios y el del diablo. El jefe de cada ejército ejerce una real y decisiva influencia sobre los suyos. El ejército del diablo se muestra cada más como verdaderamente seguidor de su jefe. Y los cristianos… ¿nos daremos cuenta al fin, de que las luchas, también las políticas, deben reconocer antes que nada la primacía de Dios y la apertura a su gracia, la primacía de la conquista del corazón humano por Dios, y no deben ser vistas como el mero juego de fuerzas naturales?

Ya lo dijo Cristo para todos los siglos: Buscad el Reino de Dios y su justicia, y el resto os será dado por acréscimo. Hasta la buena política. Pero no hay que desanimar, que ahí está Dios, a la espera para ayudarnos: Él es el dueño de todo, la Historia, de su gracia, y también hasta de la alta política.

Por Saúl Castiblanco

1. Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingo del Tiempo Ordinario. Libreria Editrice Vaticana. 2014 p. 109-110

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