jueves, 18 de abril de 2024
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La posesión diabólica termina siendo menos grave que el pecado mortal, dice exorcista español

Algo similar ya había dicho el recordado P. Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma.

San Bernardo

San Bernardo exorciza a una mujer

Redacción (30/05/2022 10:28, Gaudium Press) Para poner las cosas en sus trillos, sin dejar de reconocer la esencial acción del maligno en la hechura del pecado humano: un exorcista español, el P. Francisco Torres Ruiz, afirma a Aciprensa que el pecado mortal es más grave que la posesión diabólica.

Algo similar ya había dicho el recordado P. Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma: más milagro hay en una confesión, que redime del pecado grave y libera al alma del maligno, que en un exorcismo, que libera es el cuerpo del poseso.

La acción del pecado digamos que es menos escandalosa, menos llamativa, pues pecamos sin tener conciencia muchas veces del mal que nos estamos causando, porque es un daño que se inflige a nuestra alma, pero físicamente el pecado no se ve”, dice el P. Torres.

El sacerdote indicó “cualquier manifestación diabólica, llámese posesión, vejación, infestación de una casa de un lugar, etc., sea la que sea, nos da más miedo, más pavor que vivir en pecado, precisamente porque no somos conscientes de que la gravedad máxima de los hombres es vivir en pecado y sobre todo vivir en pecado mortal”.

La mera posesión no lleva a la condenación; el pecado mortal sí

Cuando alguien, por ejemplo, viene a verme, y presenta algún caso, o tiene alguna inquietud espiritual en este campo en el que nos movemos, yo siempre digo lo mismo: que la manifestación diabólica, la posesión o la vejación, si se vive en gracia de Dios, es decir, se lleva una vida de sacramentos, de oración, de trato con la Virgen, con los santos, con el Santísimo Sacramento, etc., no conlleva la condenación”.

Una persona que muriese estando poseída por el diablo, que puede morir de un cáncer, puede morir de un infarto, lo que sea, no por ello está llamada a ser condenada”.

Por el contrario, “una persona que no está poseída, que, digamos, goza esa libertad humana, no tiene ese dominio despótico que supone la posesión sobre las personas, si vive en pecado mortal, es una persona irredenta, impía y no quiere convertirse, pues corre el riesgo lógicamente de condenarse”, concluye el P. Torres.

Con información de Infocatolica 

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