miércoles, 04 de diciembre de 2024
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La tienda de zapatos, el cremoso helado y los fantasmas atrayentes de la ‘segunda cabeza’

“Ay las artes de esa ‘Segunda Cabeza’, esa testuz no propiamente racional, porque lo más sensato de acuerdo a la razón y al buen sentido era pasar de largo…”

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Foto: Ian Dooley en Unplash

Redacción (10/05/2024, Gaudium Press) Voy caminando por el tumultuoso Centro Comercial, ese de fuerte olor ‘lavanda-atrae-clientes’, el más grande del país, buscando sustraer unas botellas de agua gasificada de su gran almacén, que están de promoción y con cuyos recibos lograré librar el parqueadero. Hecho. 20.000 pesos de ahorro. Recuerdo entonces que no estoy propiamente ‘de compras’, sino que debo ir a la droguería del otro extremo, a casi un kilómetro, por unos remedios que solo allí se encuentran.

Sin embargo cruzo delante de la vistosa tienda de zapatos, tal vez la marca nacional más famosa aquí, zapatos que nooooo necesito. Tal vez previendo la tentación, diligente me habla la voz de la razón: “¿Qué hace Ud. mirando eso? ¿No tiene ya suficientes, y buenos? ¿Más peso en la tarjeta de crédito?”, insistía mi ‘Cabeza’.

No obstante, parece que no era la única con derecho a parlamento…

En ese instante habla, fuerte y sibilina en mi interior una ‘Segunda Cabeza’, que corta la voz de la primera: “¡Ajá!, pero mire esos botines tan bonitos. Como están de bien ahormados, cómo se ven de livianos, elegantes y también cómodos. Ya… no me lo diga, sé lo que está pensando: es cierto que usted tiene unos del mismo color, pero ya están bastante zurrados. Bien, es verdad, la apariencia de los de su closet es aún buena, pero mire estos… Por cierto, ¿no ha trabajado usted bastante en estos días? Se los tiene más que merecidos…”

Ayy las artes de esa ‘Segunda Cabeza’, testuz no propiamente racional, porque lo más sensato de acuerdo a la razón y al buen sentido era pasar de largo, pues la economía no está para más.

Parece que fue Bismarck, el Canciller de Hierro que creó el imperio de la Alemania unificada, quien decía que su cabeza funcionaba como un parlamento, con diputados de centro, de derecha y de izquierda que él ponía a discutir, a argumentarse y contra-argumentarse al momento de tomar decisiones.

Pero creo que Bismarck exageraba un poco y solo existen dos ‘alas’, la derecha-cabeza de la razón razonable, y la izquierda-cabeza de mis caprichos irracionales. De hecho, no estoy siendo para nada original, pues la expresión Segunda Cabeza es prestada del genio del profesor Plinio Corrêa de Oliveira.

Logro vencer la tentación de los botines con algo de esfuerzo, y me dirijo ahora sí, con paso raudo, militar y racional hacia mis drogas homeopáticas, cuando pasa rozándome una simpática familia, padre joven, madre más joven y chico de cinco años, con sendos conos en sus manos, de diversos sabores goteando ya por la galleta, que de tan apetitosos los han sumido en nirvanático y engolosinado silencio. Todo su ser se halla sumergido en el frío, los sabores y las cremas, a partir de unos labios donde el blanco vainilla y el verde pistacho forman ya un perfecto marco.

“¿Para qué los miro?” me digo una vez más a mí mismo. “Sabe usted que por su azúcar alta solo puede comer los endulzados con Stevia, que son harto pocos y no esos. Ciao desde hace dos años a los dulces placeres del helado fructuoso y cremoso, expulsados están tal vez per secula de su dieta”.

Pero una vez más empieza a susurrar mi ‘segunda cabeza’, cual serpiente emplumada del Edén: “¿No recuerda los helados de la ‘Gelateria Cinema Paradiso’ allá en Cartagena de las Indias? No eran propiamente sugar free, pero sí light. Deliciosos, aligerados en plácida estancia con suave y burbujeante soda Perrier; ahhh solo un piccolo pero delicioso peccato. ¿No lleva haciendo bien el régimen desde hace días? ¿Por qué no permitirse ahora ese peché mignon, peché (pecado), pero mignon (venial)?”

“Ojo —retoma el micrófono de mi cerebro la ‘Primera Cabeza’… ¿No leyó usted en estos días la dolorosa crónica de ese pobre viejo del altiplano, al que cada Año Nuevo lo saludaba con la amputación de otra parte de su cuerpo, fruto de una diabetes avanzada y sin control? Conténgase, postergue la satisfacción como le enseñaron en psicología. Tiemple el deseo y a cerrar el pico, por favor…”.

Escenas tal vez paradigmáticas de la ‘ley del espíritu’ y la ‘ley de la carne’ de que hablaba San Pablo, de esa primera voz de tonus ángel de buen sentido, y de la otra segunda de ese feo ‘ángel’ olor de azufre podrido.

Entre tanto, el Dr. Plinio ampliaba el concepto paulino.

Decía él que la producción típica de esa Segunda Cabeza eran las ‘vivencias’, imágenes sensibles muy vivas, con sensación a verdad pero con la fuerza de atracción de la sensibilidad, que terminaban representando un ‘pseudo-Absoluto’ para el hombre, es decir, una pseudo-verdad que no se podía contrariar por lo gustosa. Y justamente por tener la fuerza de las representaciones sensibles, esas vivencias tenían un poder que frecuentemente arrastraba la voluntad. Es en esa ‘segunda cabeza’ que se unen y arraigan las noticias de los sentidos; ella no es meramente sensible sino que produce su propio léxico, pero su lenguaje más que de términos es de analogías y simbólico, acompañado con olores, colores y sabores.

Esa segunda cabeza era una especie de Selva Virgen Oscura, que iba acumulando como bestias salvajes las experiencias de la sensibilidad tipo gelateria de Cartagena de Indias, que con frecuencia impulsaban al hombre a violar la ley de la razón. Contra esas vivencias no cabe otra política sino la de la aplicación de la voluntad de hierro cristiana: “No, no lo voy a hacer. Me puedo dar ciertos gustos, pero no esos; esos no”. Contra esas vivencias, golpe a golpe, el escudo y la espada del Templario. Sin tregua. La lucha nos irá adiestrando, irá civilizando la Selva Negra y la irá transformando en Jardín de Maintenon, ordenado, calmo, civilizado, calmamente y espiritualmente placentero. Del agua babosa y cenagosa de los caprichos, irá surgiendo el acero templado de Toledo, ese que defiende, que conquista.

Sin embargo el Dr. Plinio advertía que la lucha contra esas vivencias, particularmente en las nuevas generaciones, se haría más fácil con la práctica sí, pero sería hasta la muerte. Si no, dominan.

Por ello, no hay salida, debemos buscar la ayuda de Dios, en la oración y sacramentos.

Para que nuestra alma no sea amputada y succionada por completo hasta el reino feo y sulfutoso del capricho siniestro eterno, el de las huestes de satanás.

Pero si luchamos, Dios premiará que esa segunda cabeza, transformada en el parterre de los Naranjos de Versalles, aporte olores, sabores y vivencias que acompañen las buenas disposiciones de la voluntad, y los claros dictámenes de la razón.

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Foto: Mahdi Samadzad en Unplashy su

Pero hay que rezar. Y luchar… como los Templarios del cuarto voto, que no podían retroceder en el combate.

Por Saúl Castiblanco

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