La encarnación, y por tanto la maternidad divina, trascienden la mera redención.
Redacción (30/01/2022 10:18, Gaudium Press) Es claro que después del pecado de Adán, que nos trajo el yugo de la culpa original y nos cerró las puertas del cielo, nuestro interés hace que veamos la Encarnación del Verbo casi de forma exclusiva como instrumento de salvación.
Pero de acuerdo a San Lorenzo de Brindisi, y muchos otros, la encarnación trasciende la redención del género humano, y es una especie de coronación de la obra creadora de Dios:
“Él [San Lorenzo] prueba que la Encarnación (Cristo con su madre) ha sido querida antes de todas las otras cosas por tres razones.
“La primera es esta: Porque Cristo, él sólo, es más amado que todas las criaturas tomadas en su conjunto, puesto que un rey ama más a su hijo único que a todos su siervos: Cristo, además, es cabeza de todos los elegidos, y todo ha sido creado para su gloria.
“La segunda razón la encuentra en el hecho que Cristo es la causa ejemplar y final de la predestinación de los Santos, puesto que los Santos han sido predestinados a ser ‘la imagen de su Hijo’ (Causa ejemplar) a fin de que fuese ‘el primogénito (Causa final) de un gran número de hermanos (Rom 8, 29); y por esto Cristo es el fundamento del mundo, de toda gracia y de toda gloria, y el fundamento del mundo debe haber sido querido antes del mismo mundo.
“La tercera razón se reduce a esto: es imposible que la Encarnación, la cual trasciende todas las otras cosas creadas (todas las otras obras divinas ad extra) sea subordinada a la reparación del pecado del hombre y por esto decretada después del permiso del mismo. Además, la presciencia del pecado de Adán supone la presciencia de la gracia de él, como la muerte supone la vida de la cual es privación, y Adán estuvo en gracia antes de ser pecador, y por esto presupone también la fuente de aquella gracia, que es Cristo, según el dictado de San Juan: ‘De su plenitud (del Verbo Encarnado) todos (por tanto también Adán) hemos recibido’ (Jn 1, 14, 16)”. (1)
Por las anteriores y muchas más razones que claramente expone San Lorenzo, vemos que en la arquitectonía del universo imaginado y creado por Dios, primero era Cristo y su Madre, y después el resto, incluso el pecado y su cura: Cristo es la piedra angular, el fundamento máximo, de todo, de la gracia, de la fidelidad de los ángeles buenos, del castigo de los malos, sería también el fundamento de un Adán sin pecado y el fundamento de los hipotéticos hijos de Adán sin pecado original, y lo es de los reales hijos de Adán mancillados con esa culpa.
Incluso “en la hipótesis de que Adán no hubiese pecado, Cristo habría sido sin embargo nuestro Salvador, no ya liberándonos del mal sino preservándonos del mal y conservándonos en el bien”. (2)
Ahora, como dice Pío IX en la Ineffabilis Deus (n. 2), las Escrituras y la Iglesia aplican a la Virgen las mismas palabras de eternidad que se aplican a Cristo, pues el Verbo Encarnado y su Madre “habían sido predeterminados con un mismo decreto”. Es decir, y teniendo en vista lo de arriba, la Virgen sería Madre de Dios aunque Adán no hubiera pecado.
Entonces, debemos considerar la dignidad incomparable de la Madre de Dios de forma análoga a la de Cristo en el sentido anterior, teniendo en vista el principio mariológico de la analogía o semejanza de María con su Hijo.
Por tanto, si Cristo fue el primogénito de todas las criaturas “de ello se sigue que María madre suya debió ser predestinada antes de todas las criaturas. Esta indisoluble unión de Cristo con María, esta recíproca semejanza en la predestinación es, sin ninguna duda, el único verdadero modo de impostar teológicamente la cuestión”. (3)
Y por tanto, el Universo está llamado a cantar la gloria de Cristo, y también la gloria de María. María es Causa ejemplar subordinada y Causa Final subordinada de todo el Universo. Y de la gracia cuyo canal fue y es María, dependió y sigue dependiendo el Universo.
Por Saúl Castiblanco
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1) P. Gabriele Roschini OSM. La Mariologia di S. Lorenzo da Brindisi. Gregoriana Editrice in Padova. 1951
2) Ídem.
3) Ídem.
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