La Iglesia Católica celebra hoy, 26 de mayo, la memoria de San Felipe Neri, conocido como el Santo de la Alegría y la Caridad, patrón de los educadores.
Redacción (26/05/2023 09:53, Gaudium Press) San Felipe Neri nació en la ciudad italiana de Florencia en 1515. Estudió filosofía y teología con los agustinos en Roma.
El Santo llamó la atención de su confesor, quien le pidió ayuda para fundar la Cofradía de la Santísima Trinidad, para asistir a los peregrinos pobres y enfermos. A la edad de treinta y seis años fue ordenado sacerdote.
Ya sacerdote, inició la hermosa obra del Oratorio del Divino Amor, dedicándose a los jóvenes y siendo testigo de su alegría. San Felipe Neri murió el 26 de mayo de 1595, a la edad de 80 años y pasó a ser conocido como el Santo de la Alegría y la Caridad.
Frases de San Felipe Neri
01 – “¡En la guerra por la pureza sólo ganan los cobardes, es decir, los que huyen!”
02 – “Quien no puede dedicar mucho tiempo a la oración, que al menos eleve su corazón a Dios muchas veces”.
03 – “Esta sola razón debe ser suficiente para mantener feliz a un creyente: saber que tiene a la Virgen María junto a Dios, que pide por él”.
04 – “Quien se impacienta con la Cruz encontrará otra más pesada”.
05 – “Es posible restaurar las instituciones con santidad, y no restaurar la santidad con instituciones”.
06 – “Nada más desagradable a Dios que un alma orgullosa de sí misma”.
07 – “Quien voluntariamente se pone en la ocasión diciendo: ‘No caeré’, está más cerca de la caída”.
08 – “¡Sólo la Comunión puede mantener puro el corazón a los veinte años! No puede haber castidad sin la Eucaristía”.
09 – “El Espíritu Santo de Dios habita sólo en los corazones puros y sencillos”.
10 – “Leer la vida de los Santos es el mejor modo de conservar la piedad”.
Oración a San Felipe Neri
Oh glorioso San Felipe, que fuiste tan favorecido por Dios en ayudar y consolar a tus hijos espirituales en la hora de su muerte, sé mi abogado y padre cuando me encuentre en ese tremendo paso. Impétrame la gracia, para que en ese tiempo no me venza el demonio, que no me oprima la tentación y que no me desaliente el miedo.
Fortalecido por la fe viva, la esperanza firme y la caridad ardiente, sostenme con perseverancia en esta última lucha, para que, lleno de confianza en la misericordia de Dios, en los méritos de Jesucristo y en la protección de María Santísima, pueda ser hecho digno de morir la muerte de los justos y de llegar a la patria bendita del paraíso para ver y alabar a Dios contigo y con todos los santos del cielo. Amén. (EPC)
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