viernes, 19 de abril de 2024
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Miguel vs. Luzbel, Jesús vs. el fariseo

Quien recorre la monumental obra de Mons. João Clá Dias Lo inédito de los Evangelios, es probable que vaya percibiendo ciertas “claves”, o líneas maestras de su pensamiento.

Heraldos Madrid

Redacción (16/11/2022 16:57, Gaudium Press) Quien recorre la monumental obra de Mons. João Clá Dias Lo inédito de los Evangelios, es probable que vaya percibiendo ciertas “claves”, o líneas maestras de su pensamiento sobre la vida de Jesús, claves que en lugar de tornar la lectura un déjà vu, sirven para deleitarse y comprender aún más los ricos tesoros ahí presentes.

Primero destaquemos algo en la obra de Monseñor João, característico de los verdaderos genios, y es que a pesar de ser textos de gran erudición –no es sino consultar la gigantesca bibliografía– su lectura es fácilmente asequible al católico o al hombre de a pie, que llanamente busca un buen libro que lo mueva a la piedad.

Pero además, y esa es otra de las características de ciertos escritores culmen, es que ella es como dice la Escritura que era el maná, que sabía al manjar que se quisiese: allí el predicador encontrará una excelente fuente para sus pronunciamientos y homilías; el director de almas hallará profundos conocimientos de psicología iluminada por la fe para guiar a los hombres por el difícil sendero de la vida, rumbo al cielo; y el fiel común – como el que escribe estas líneas – tendrá la oportunidad de ir transformando su mentalidad, con el correr de las páginas, de mundana en de fe, de naturalista en sobrenatural, de desesperanzada y orgullosa en conocedora de la misericordia y la omnipotencia de Dios.

Pero volviendo al tema de las líneas maestras de esta obra, creemos que una de ellas es el conocimiento de la pérfida mentalidad farisaica de entonces y de hoy, la cual el Señor venía a reemplazar y derrotar con su nueva mentalidad cristiana.

Esa mentalidad farisaica constituía un coheso conjunto de arraigadas estructuras mentales anti mesiánicas, anti divinas, en buena medida dominantes, que forzosamente tendrían que entrar en choque brutal contra la Buena Nueva del Salvador.

Se podría hacer no unas vidas paralelas a la manera de Plutarco, sino unas vidas antitéticas entre esta mentalidad farisaica y la mentalidad de Jesús. No fue este un choque cualquiera, sino algo perfectamente análogo a lo que ocurrió cuando el arcángel Miguel enfrentó al orgulloso serafín Luzbel.

El fariseo era admirador de sí mismo, y por ello envidioso de toda superioridad fuera de él; egoísta, orgulloso y amargado, sediento y celoso de su poder conquistado. Mientras que Jesucristo venía a enseñarnos a admirar los lirios del campo, la inocencia del niño, toda la belleza natural y sobrenatural de la creación, que en el fondo remite a Él, el Dios bellamente Absoluto.

El fariseo era material; Jesús era espiritual.

El fariseo buscaba la aprobación y el elogio del mundo, mientras que Jesucristo pedía a los suyos que si su mano izquierda daba limosna, no lo supiera la derecha. El fariseo buscaba la limpieza de la vasija por fuera, para no aparecer como ‘contaminado’ a los ojos de los demás; en cambio a Jesús le interesaba y propugnaba la limpieza interior, la que solo es posible con la vida de la gracia y la verdadera relación filial con Dios. Mientras que el cristiano está llamado a ser puro interiormente como el ángel, Jesucristo acusaba a los fariseos de ser como esos sepulcros a los que se les ha echado cal blanquecina, que por fuera parecen albos, pero por dentro eran nido de gusanos y podredumbre. Los fariseos tenían que odiar a Jesús, porque se sabían descubiertos en sus engaños e hipocresía.

Los fariseos habían creado para sí y para sus seguidores, y querían imponer a todo el pueblo, doctrinas propias y tontas sobre elementos secundarios (los oropeles del mundo son siempre iguales a sí mismos…), y desviaban así la atención del pueblo de lo importante, que era la oración y relación humilde de quien se siente pecador, miserable, y necesitado de la misericordia de Dios. Ellos habían constituido estructuras ideológicas que premiaban la apariencia orgullosa y la virtud falsa. Se habían enquistado en el poder rabínico, subvirtiendo la verdadera doctrina y la misión esencial de la sinagoga como instrumento de la gracia. Esta doctrina farisaica encontraba cierto beneplácito en el alma del hombre con pecado original, porque no le exigía la conversión en profundidad, pero al mismo tiempo lo llenaba de infelicidad pues lo alejaba del Dios de la bienaventuranza.

Los fariseos habían creado y eran expertos en las leyes del mundo; el Hijo de Dios venía a enseñar las leyes de la vida de la gracia.

Realmente, los fariseos eran hijos de aquellos que apedreaban a los profetas, mientras que Jesucristo era el Sumo Profeta. La lucha entre estos bandos debía ser mortal. Pero llegó Jesús, con su doctrina, con su pureza, con su humildad, con su dulzura, con su misericordia y verdadera justicia, con su gracia, y terminó derrotando a los fariseos.

Es claro que lo que hace Monseñor João en su obra no es solo una expedición arqueológica retrospectiva, a la búsqueda de una pésima mentalidad pasada: la mentalidad farisaica es la mentalidad que a lo largo de los siglos el demonio busca esparcir a todos aquellos que quiere perder, pues es su misma mentalidad. Y justamente Lo inédito sobre los Evangelios se constituye en una vacuna actualizada contra esa mentalidad, recogiendo lo mejor que la teología católica ha destilado en sus dos mil años, sumado a las luces de un autor insigne.

Bendito el día en que encontramos esa lectura amiga. Como dice la Escritura, quien encuentra un verdadero amigo, halló un tesoro, un refugio seguro. Un valioso espacio al lado del Señor, para seguir aprendiendo de Él.

Por Saúl Castiblanco

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