domingo, 19 de mayo de 2024
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Mons. Paprocki: No a Cardenales herejes en Cónclave, y aunque no da nombres…

El Obispo de Springfield, que es además presidente del comité de asuntos canónicos del episcopado americano, ha publicado fuerte escrito.

BISHOP THOMAS JOHN PAPROCKI

Mons. Thomas Paprocki – Foto: Faithful Sheperds

Redacción (02/03/2023 16:32, Gaudium Press) La voz del Obispo de Springfield-Illinois es siempre retumbante e incisiva. La ha proferido ahora, en ensayo publicado en First Things, en un peregrinar de su pensamiento por lo que tituló “Imaginando a un herético Cardenal”. Al lado de su firma, Mons. Thomas Paprocki recuerda que es el presidente elegido del Comité de Asuntos Canónicos y Gobierno de la Iglesia de la Conferencia de Obispos Católicos de los EE.UU.

Y aunque asegure el prelado en un aparte que “intencionadamente no mencioné nombres porque no quiero que esto sea sobre las personalidades involucradas sino sobre las enseñanzas católicas que están siendo negadas”, la verdad sea dicha que su escrito tiene como co-protagonista o protagonista estelar ‘enmascarado’ al Obispo de San Diego, el ya mundialmente famoso Cardenal Robert McElroy, pues los puntos de vista analizados por Mons. Paprocki fueron expresados en reciente artículo del Cardenal publicado en la revista America.

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Afirma Mons. Paprocki que “desafortunadamente no es raro hoy escuchar a líderes católicos afirmando puntos de vista heterodoxos que, hasta hace no mucho, habrían sido adoptados solo por herejes”, puntos de vista como los de “un Cardenal de la Iglesia Católica [que] declarara públicamente que los actos homosexuales no son pecaminosos y que las uniones entre personas del mismo sexo deben ser bendecidas por la Iglesia”, además de afirmar prácticamente que no debe haber ninguna barrera para acceder a la eucaristía.

No teme Mons. Paprocki usar esas dos expresiones, “herejía” y “hereje”, que podrán sonar tal vez demasiado fuertes a oídos contemporáneos influidos por lo ‘políticamente correcto’, y que sin embargo encuentran su sustento pleno en el código canónico actual, que en su canon 751 (curioso, en la página oficial del Vaticano que presenta esta normatividad de la Iglesia en español, esos cánones están desaparecidos) reza que “se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma”, pues en definitiva “(canon 750) se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya sea por el magisterio ordinario y universal, (…) [al igual que] deben también acogerse y abrazarse firmemente todas y cada una de las cosas que de manera definitiva proponga el magisterio de la Iglesia respecto a la fe y las costumbres”.

Penas justas

Recuerda el Obispo de Springfield –quien es abogado tanto en el campo civil cuanto el canónico–, el canon 1371 del código canónico, el cual expresa que “debe ser castigado con una pena justa” quien “enseña una doctrina condenada por el Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico o rechaza pertinazmente la doctrina descrita en el can. 750 §2 o en el can. 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o por el Ordinario, no se retracta”.

Pone de presente Mons. Paprocki que fue el propio San Juan Pablo II, quien agregó la segunda parte del canon 750 y enmendó el canon 1371, mostrando así la actualidad de sus disposiciones, algo que por lo demás afirmó el Papa polaco de manera explícita en su Carta Apostólica Ad tuendam Fidem, cuando dijo que cumpliendo su “tarea principal (…) de confirmar a los hermanos en la fe” introducía estos cambios “para defender la fe de la Iglesia Católica contra los errores que surgen entre algunos fieles, sobre todo aquellos que se dedican al estudio de las disciplinas de la sagrada teología”.

“Normalmente –continúa afirmando Mons. Paprocki, las sanciones canónicas requieren que se siga un proceso judicial o administrativo antes de que la penalidad pueda ser impuesta. Sin embargo, es importante señalar que el canon 1364 dice que ‘el apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae’”, esto es, automática, “sin ningún proceso canónico”, lo que se se explica “debido al carácter distintivo de los delitos espirituales como la apostasía, la herejía y el cisma, ya que una persona que propugna la apostasía, la herejía o el cisma se ha separado de facto ontológicamente –es decir, en realidad– de la comunión de la Iglesia. Así, los herejes, apóstatas y cismáticos se imponen a sí mismos la pena de excomunión”.

Efectivamente para el canonista Paprocki, es contrario a una “‘verdad que se cree por la fe divina y católica’ rechazar o condenar ‘una teología de coherencia eucarística que multiplica las barreras a la gracia y al don de la eucaristía’, como si tales barreras no existían. Sí existen, y son un asunto de revelación divina. La verdad sobre la coherencia eucarística que debe ser creída por fe divina y católica fue articulada por San Pablo en su Primera Carta a los Corintios: ‘Quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será culpable de profanar el cuerpo y sangre del Señor. . . Porque cualquiera que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Corintios 11:27–29). Esta ha sido la enseñanza constante de la Iglesia durante los últimos dos mil años”.

Igualmente, recuerda el Obispo, “con respecto a la pecaminosidad de los actos homosexuales, la verdad que se debe creer con fe divina y católica también se expresa claramente en el Catecismo”:

Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

Un Cardenal católico, es también un fiel católico

Por todo lo anterior “un cardenal de la Iglesia Católica, como cualquier otro católico que niega la enseñanza católica establecida, abraza la herejía, cuyo resultado es la excomunión automática de la Iglesia Católica”. Es claro, el cardenalato no trae de por sí la impecabilidad o la inheterodoxia.

Continúa el Obispo Paprocki recordando algunas disposiciones penales del código canónico para clérigos, particularmente la remoción de un cargo eclesiástico a aquellos que han “defeccionado públicamente de la fe católica o de la Comunión de la Iglesia”, pero recuerda “sin embargo, [que] el canon 194 añade esta restricción: ‘La remoción (…) sólo puede urgirse si consta de ella por declaración de la autoridad competente’. Solo el Papa puede destituir a un cardenal de su cargo o destituirlo del estado clerical en caso de herejía u otros delitos graves. Si no lo hace, surge la perspectiva indecorosa de que un cardenal, excomulgado latae sententiae por herejía, vote en un cónclave papal”.

Esto se traduce, fundamentalmente, en un pedido al Papa, para urgir el arrepentimiento de sus puntos de vista heréticos públicos a purpurados, o la sanción de los mismos, para además evitar el grave perjuicio que podría derivar de una persona que ontológicamente se ha puesto fuera de la Fe católica, y que en esta condición participe en la elección de la máxima autoridad de esa misma Fe de Cristo. (SCM)

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