jueves, 25 de abril de 2024
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San Fabián, o cómo el Espíritu Santo empleó una vía inesperada y sublime para escoger al Papa

San Fabián, el hombre sobre el que la paloma posó”, ejemplo vivo de como el Espíritu Santo talla la figura de un coloso.

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Redacción (20/01/2023 08:48, Gaudium Press) Hoy la Iglesia celebra la memoria litúrgica del Papa San Fabián, el Pontífice “sobre el que la paloma posó”.

Es un Papa de las épocas de las persecuciones del imperio, que sucede a San Antero por vuelta del año 236 y que es sucedido por otro papa Santo, San Cornelio, en el 250.

Hagamos un caminar despoluyente a a hechos pasados maravillosos, y sumerjámonos en la sublime historia de su elección, recogiendo tradiciones que han volado sobre el polvo del tiempo hasta hoy.

Fabián era un hombre común y corriente, un laico, piadoso, ya cristiano en una época en la que en Roma todavía había mucho pagano, pero no más que eso; como decía Plinio Corrêa de Oliveira, él era un hombre de la calle”.

Ciertamente San Fabián como todo los cristianos de esos días, pensaba en la noticia principal que alimentaba los corrillos y que era la muerte del Papa, e interesado fua a juntarse a la multitud que reunida en asamblea donde clero y pueblo elegiría a quien guiaría la Barca de salvación que es la Iglesia.

Incluso podía estar llegando atrasado, pensando que de pronto se había perdido el momento de la elección.

Pero cuando llega, ocurre lo inesperado: “de lo alto del Cielo bajó una paloma de una albura esplendorosa y posó sobre su cabeza. Por ese hecho tan simbólico, el Espíritu Santo dejaba claro que designaba a Fabián. La multitud, piadosamente entusiasmada, lo eligió Papa. Y Fabián, que había salido a la calle a pasear, se vio así elevado a la dignidad inigualable de sucesor de aquél de quien el Salvador dijo: Tu eres Piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18). Y a partir de ese momento la ‘solicitud de todas las iglesias’ (2 Cor. 11, 28) pasó a ser la única preocupación y la única actividad de su vida”. [1]

Recogiendo las huellas de la sangre de los mártires

Inicia su pontificado enviando por todo el Imperio siete diáconos y siete subdiáconos, con la tarea específica de recoger o elaborar las actas de los martirios, para hacer la antología de esos brillantes rubíes que habían entregado su vida por amor a Cristo, haciendo así que su testimonio de fe quedase patente y sirviese de ejemplo para los siglos futuros. San Fabián sería así el Archivero de la sangre derramada por Jesús al inicio del Cristianismo.

Pero la Iglesia fue viendo también que el Espíritu Santo no se había equivocado, y que este sencillo “hombre de la calle” se transformaba en el solícito guardián, el dedicado pastor, y la inconmovible roca. Esta fortaleza divinamente adquirida quedó manifiesta en su enfrentamiento con el emperador Filipo e lÁrabe, de quien cuentan las tradiciones fue bautizado por el propio San Fabián.

Felipe llevaba una vida disoluta y a este mal ejemplo hizo frente San Fabián, quien “en lugar de aceptar la presencia escandalosa del pecador, (…) impidió que Felipe transpusiese los umbrales sagrados hasta que no confesase sus pecados y no aceptase colocarse en el lugar entonces reservado a los pecadores penitentes dentro de la Iglesia. Felipe cedió. Y Fabián, por la gracia de la Paloma [es decir, del Espíritu Santo], venció así a la fiera. ¡Feliz de la Iglesia cuando es gobernada por varones que, fortalecidos por la Paloma, no teme a las fieras!” [2]

Pero sube al trono del imperio Decio, perseguidor encarnizado de los cristianos, quien fácilmente ubica al Papa como uno de sus principales oponentes, y un día lo manda decapitar.

El alma del Papa mártir es recogida por los ángeles que lo llevan hasta Nuestra Señora y Cristo, donde vivirá feliz por toda la eternidad. “Y así como a través de un telescopio los astros más distantes parecen aproximarse de nosotros, así también junto al Corazón de María, Fabián se sentía enteramente saciado por la presencia de Dios. ¡Cómo es dulce y glorioso contemplar a Dios cara a cara, a los pies del trono de María!” [3]

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[1] Plinio Corrêa de Oliveira. El Papa San Fabián: “El hombre de la calle sobre el que la Paloma posó”. In: https://es.arautos.org/view/viewPrinter/84787-el-papa-san-fabian-el-hombre-de-la-calle-sobre-el-que-la-paloma-poso-

[2] Idem.

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