miércoles, 24 de abril de 2024
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Sagrada Esclavitud: Clave de la perfección del Orden del Universo

Una sociedad de caridad entre esclavos que se sirven unos a otros, imita así a la Santísima Trinidad, y en ello el Universo encontraría su perfección”.

Trinidad 3

Redacción (21/03/2023 17:33, Gaudium Press) Las relaciones trinitarias –más después de la Encarnación del Verbo– podrían ser consideradas como relaciones de sagrada, sublime y maravillosa esclavitud, aunque esta palabra choque un tanto a los oídos modernos.

Dice Mons. João Clá, EP en su pastoral obra Lo inédito sobre los Evangelios [1], que tras la Encarnación, el Padre Eterno satisfizo su deseo de servir al Hijo desde cuando el Verbo ya no era solo el Verbo sino también carne en un frágil Niño de Belén. Igualmente el Hijo, ya humanado, pudo dirigirse al Padre en una situación de real inferioridad, retribuyéndole desde el reconocimiento todo lo que Él le comunicaba. Y el Espíritu Santo, por medio de la filiación divina que todos obtenemos cuando somos bautizados, satisfacía su deseo de servir, de dar sus dones y amor infinito, de comunicar incluso su propia naturaleza divina ad extra la Trinidad.

Así, el Padre se hacía esclavo del Hijo, pues Él hablaba cuando hablaba el Hijo, obraba cuando obraba el Hijo, ‘sentía’ y ‘vivía’ cuando vivía el Hijo, y se daba a los hombres en el darse del Hijo: “El Padre y yo somos una sola cosa” (Jn 10, 30) sentenció Cristo.

Por su parte, el Hijo daba al Padre el homenaje total, y se hacía esclavo hasta la muerte de la voluntad salvífica del Padre. Y el Espíritu Santo se hacía esclavo de la voz del sacerdote, que in persona Christi (en nombre de Cristo), pronuncia la fórmula del bautismo y se obliga ahí a comunicar sus dones, su vida divina, e incluso hasta a habitar, junto con el Padre y el Hijo, en el alma del nuevo cristiano.

Es claro, no debemos olvidar que todas estas maravillas se dieron en la Virgen, pues fue en Ella que el Hijo se hizo carne, y es en Ella que Dios formó “la Cabeza de los predestinados”. “Con Ella y en Ella debes formar todos sus miembros. [Dios] No engendras ninguna Persona Divina en la divinidad; pero solo Tú formas todas las Personas Divinas fuera de la divinidad. Y todos los Santos que han sido y serán hasta el fin del mundo son otras tantas obras de tu amor unido a María”, según la magnifica disertación de San Luis de Montfort en la Oración Abrasada. Y por eso quien se hace esclavo de la Virgen, se hace esclavo de la Trinidad, y favorece la comunicación de la vida divina trinitaria.

Es decir, esos efluvios de amor infinito que corrían al interior de la Trinidad hacían que las Tres Personas quisieran servirse sumisamente entre ellas, y entregarse de una manera diversa, de forma que aumentase su gloria (extrínseca), algo que se logró cuando en el seno de la Virgen –que desde el inicio se declaró Esclava del Señor, Esclava de la Trinidad– se operó la Encarnación, que pronto celebraremos. Esta ‘actitud esclava’ de todos ellos, es tan fecunda que comunica la misma vida divina, a los hombres.

Se podría decir por tanto que la Sagrada Esclavitud es fuente de vida divina, de vida trinitaria.

Dios gusta tanto de estas relaciones esclavas, de servicio y entrega totales, que en la propia Sagrada Familia de Nazaret quiso que se manifestasen, ya no a nivel de igualdad como son iguales las Personas Divinas, sino incluso ‘invirtiendo’ las jerarquías, pues el mayor que era el menor, el Niño Dios, en calidad de hombre estaba sujeto como siervo a su Madre y a su Padre adoptivo San José. Por su parte San José, que era el mayor de esa familia según la Ley, era el esclavo de los deseos de su purísima esposa y de los requerimientos del Dios humanado al cual servía como custodio, protector y verdadero padre. Y la Virgen, la esclava del Señor, era esclava del fruto de sus entrañas, y estaba al servicio de su purísimo esposo legal. En esas relaciones esclavas al interior de la Sagrada Familia, y potenciada por la mutua actitud de siervo, la vida Trinitaria corría a los borbotones.

Es decir, es como si Dios, que es Uno y Trino, cuando las criaturas libres toman la posición del esclavo, impregnase aún más su sello en la Creación, y marcase más con su vida la Creación. Al final, el Universo se perfecciona en la medida en que más se va pareciendo a Dios, y esto es sinónimo de cuando el Universo imita la vida Trinitaria, en actitud de siervo. Cristo Dios y como Hombre, dio el ejemplo: “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mc 10, 45).

Por lo demás, el Apóstol por excelencia, San Pablo, hacía alarde de su título de anunciador de la Buena Nueva, desde la condición de esclavo, como su Maestro: “Yo Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado por Dios a…” (Rm 1,1)

Tal vez ahí se comprende con una nueva profundidad la caridad hacia los hermanos pedida por Cristo: es el amor del siervo que viendo en el otro el reflejo de Dios, se establece como su servidor-esclavo, imitando así la relación trinitaria. Una sociedad así de esclavos, imita la Sagrada Familia, imita la Trinidad, es preludio del Cielo.

Dios no es, por así decir decir, solo un ‘Dios estático’, sino un Dios trinitario ‘en movimiento’ de amor-esclavo interno, y externo: Una sociedad de caridad entre esclavos que se sirven unos a otros, imita así a la Santísima Trinidad, y en ello el Universo encontraría su perfección.

Asumir la actitud de esclavo es también la de una posición contemplativa, indagando, con la ayuda de la gracia, la voz de la Trinidad en el Universo.

Por Carlos Castro

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1 Cf. Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios. Tomo III. Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Coedición Libreria Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. p. 94

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