miércoles, 24 de abril de 2024
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San Ambrosio de Milán, su mera ‘sombra’ convirtió al gigante San Agustín

Él era un mero catecúmeno, cuando, en el momento en que se buscaba obispo para Milán, un niño aún sin habla gritó: Ambrosius episcopus.

SanAmbrosio 3

Redacción (07/12/2021 08:15, Gaudium Press) San Ambrosio (340-397), Arzobispo de Milán – cuando Milán era tanto o más importante que Roma – hizo muchas cosas en su vida, incluso hasta enfrentar a un Emperador, Teodosio, cuando los emperadores todavía eran poco menos que ‘dioses’.

Pero tal vez nada haya sido más importante que colaborar en la conversión de otra columna de la Iglesia, un gigante, aquel por quien la teología se solidificó, San Agustín de Hipona.

San Ambrosio ya era una figura de renombre mundial cuando Agustín lo conoció. Pero no era de esos famosos, que para acceder a su ‘Olimpo’ se requiriese todos los sellos y los pasaportes: para conocer a San Ambrosio no era necesaria ‘cita’, pues las puertas de la casa del patriarca podían ser franqueadas por cualquiera.

Aunque si lo anterior era bien así, también era bastante cierto que San Ambrosio no tenía tiempo para hablar con la gente, pues además de comer, dormir y leer meditando, tenía mil casos y cosas que atender. Entonces solo le fue permitido a Agustín verlo mientras leía, sin dirigirle la palabra.

San ambrosio 2

Sin embargo la acción de presencia del Arzobispo, y también las lecturas de sus obras y la escucha de sus sermones, ejercieron el impulso final para que el grande Agustín de Hipona se convirtiese. Grandes eran los tiempos en que había hombres tan grandes que su mera sombra convertía.

El problema con Teodosio

El pueblo y sus afectos, no siempre buenos. Estaba el pueblo de Tesalónica ‘enloquecido’ con un comediante que le alegraba sus días. Pues a ese comediante el gobernador lo puso a hierros, y el pueblo enloquecido mató al gobernador. De pronto, o muy probablemente, el gustico del populacho por el comediante no era simplemente natural.

Cuando se enteró el emperador del asesinato de su servidor montó en cólera y pasó a espada a 7.000 de sus habitantes, una medida completamente desproporcionada.

Por esto, San Ambrosio prohibió al emperador de entrar en la Catedral (la sede del imperio quedaba en Milán), quien solo pudo regresar a la Basílica cuando hizo penitencia pública del pecado cometido.

De Teodosio dijo San Ambrosio en su oración fúnebre: “Despojándose de todo emblema de la realeza, él deploró públicamente en la iglesia su pecado. Esa penitencia pública, de la cual los particulares huyen, un Emperador no se avergonzó de hacerla. Ni hubo después un sólo día en que él no se avergonzase de su error”.

Algunos hechos de la vida de San Ambrosio

Un día siendo niño, vio que su hermana besaba la mano de un obispo. Entonces le dio su propia mano para que la besara y le dijo: “También yo seré obispo algún día”.

Antes de ser eclesiástico Ambrosio hizo carrera civil, hasta ser nombrado gobernador de Emilia y Liguria, con sede en Milán.

Muerto el Arzobispo de la ciudad, dos facciones contrarias luchaban por nombrar su candidato, una fiel al Papa y la otra arriana.

La cosa se fue calentando y amenazaba con guerra intestina; entonces el gobernador acompañado de tropas se dirigió a la Catedral donde se realizaba la elección, para garantizar el orden. Pero ocurrió que un niño tan chico que ni siquiera sabía hablar, dio en ese momento un primer grito que fue seguido por muchos: “¡Ambrosius episcopus!”, Ambrosio obispo”

Soy un pecador, replicó el gobernador. Pero fue finalmente escogido. Ni siquiera era bautizado, sólo catecúmeno, y en 8 días fue bautizado, hecho sacerdote y luego obispo. Se entregó entonces al estudio de las Sagradas Escrituras y de padres de la Iglesia, especialmente San Basilio.

Con información de Arautos.org

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