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San Claudio de la Colombière, un día Dios dijo de él que era un “servidor fiel y amigo perfecto”

Fue confesor y protector de Santa Margarita María Alacoque.

San Claudio 2

Redacción (15/02/2021 07:12, Gaudium Press) San Claudio de la Colombière nace cerca de Lyon, Francia, exactamente en Saint-Symphorien, de una familia de magistrados de justicia. Su madre le transmitió la fe, que fue semilla que cayó en el buen terreno de su espíritu.

Fue alumno de los jesuitas de Lyon, formación que marcó su espíritu, y lo llevó a la Compañía. Siendo aún estudiante, sus cualidades hicieron que fuera escogido como preceptor de dos hijos del famoso ministro de economía de Luis XIV, Colbert.

Allí, a su vez, él recibió muchos conocimientos, se volvió un hidalgo.

El P. Nicolás La Pesse, editor de sus “Sermones”, así lo describe: “Espíritu vivo, juicio seguro, fino y penetrante, alma noble, savoir faire y gracia. Se distinguía sobre todo por su manera de pensar y por la elegancia y precisión de expresión. Cuando hablaba con las personas, su distinción y dulzura conquistaba los espíritus y los corazones. La unión con Dios transparecía en su rostro y en sus palabras. La oración en él era habitual. Como era recto y esclarecido, consideraba con extrema justicia cualquier asunto que tuviese que tratar”.

Se ordena sacerdote en 1669, y ahí es enviado a dar lecciones en el Colegio de la Trinidad, por 3 años. Hizo el voto de “observar las Constituciones [de la Compañía de Jesús], las reglas comunes, las reglas de la modestia las de la vida Sacerdotal” de manera eximia.

Es precido ser santo para hacer santos” escribió, y por eso le pidió a Dios ser alcanzar ese grado de virtud, lo que Dios le concedió.

Va a Paray-Le-Monial

Un día el superior lo traslada como superior de los jesuitas de Paray-le Monial. Ahí, en el convento de las visitandinas de esa ciudad, conoce a una monja que decían estar favorecida con gracias místicas, la Hna. Margarita María.

Cuando la monja la conoció, escuchó una voz interior que le decía: “He aquí a aquel que te envío”. Se convirtió en director espiritual de la religiosa, la Santa mística del Sagrado Corazón de Jesús. Ese jesuita – ya reconocido por su prudencia y virtud – sirvió de defensa de la monja.

Pero la obediencia hizo que se trasladase a San Claudio a Inglaterra. Fue escogido como el confesor de la esposa del que sería el rey Jaime II. Esto ocurrió en 1676.

Su personalidad comenzó a atraer a mucha gente. Visitaba enfermos, rescató de la apostasía a muchos sacerdotes, inculcaba la devoción al Sagrado Corazón. Pero el odio del demonio y de los herejes se desencadenó, y San Claudio fue acusado falsamente de un complot contra el rey, por lo que fue enviado a los oscuros calabozos del King’s Bench.

En diciembre de 1678 fue expulsado de Inglaterra rumbo a Francia. Pero ya estaba muy enfermo, pues en prisión se le desarrolló la tuberculosis.

Antes de morir, inculcó entre los jesuitas cercanos la devoción al Corazón de Jesús.

Muere en Paray-Le-Monial el 15 de febrero de 1681.

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