miércoles, 24 de abril de 2024
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San Pedro y San Pablo, obras primas de la gracia de Dios y la mediación de la Virgen

El uno, un humilde pescador; el otro un cruel perseguidor. Y de esas piedras, Dios sacó insignes hijos de Abrahán.

SanPedro y SanPablo 2

Redacción (29/06/2021 07:59, Gaudium Press) Hoy es la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia.

San Pedro, el galileo, el hermano de Andrés, el pescador de peces y luego de hombres; primero Simón, pero después Cefas, que significa roca, piedra, la piedra sobre la cual se levantaría la Iglesia. El hombre de fe vibrante, que reconoció pronto que el Señor era el único camino aunque no lo entendiera siempre.

San Pedro, que fue presuntuoso, y por presuntuoso traidor, que negó al Señor tres veces antes de que cantara el gallo. Pero también el Pedro penitente, que según la tradición lloró toda su vida la traición, y confió desde entonces no más en sus propias fuerzas sino en el auxilio de Dios y su Madre. Un arrepentimiento, como decía el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, calmo, filial, confiante, lúcido, profundo, con el recuerdo de su pecado siempre presente en el espíritu, arrepentimiento que lo llevo al cielo.

Y San Pablo, el fariseo de Tarso discípulo de Gamaliel, el perseguidor de los cristianos, ayudante en la muerte de San Esteban. Que cuando en el camino de Damasco fue derribado por Jesús, su rápida inteligencia iluminada por la gracia rápidamente reconoció al Señor, se entregó a él, y se transformó en el coloso que regó la semilla del cristianismo por los pueblos gentiles que esperaban ese rocío salvador.

Hombre de fuego, en el que Cristo vivía, que enfrentó las distancias, el poder de los demonios, las piedras, a los judíos recalcitrantes de las sinagogas, que incluso en su celo enfrentó humilde y decidido en Antioquía a San Pedro, ocasión en la que el uno dio muestra de celo y el otro de grandísima humildad.

Que enfrentó a los filósofos de Atenas, la corrupción de Corinto, los disturbios de Efeso, el tribunal judío que lo quería matar en Jerusalén y al que con su astucia confundió. Que llevó la fe a Macedonia, a Roma, casi que al mundo entero. El gran San Pablo.

Tal vez el martirio de los dos grandes apóstoles ocurrió por la misma época.

Pero si ambos fueron unos colosos, es porque Cristo vivió en ellos, a ruegos y por la mediación de María Santísima. Roguemos a ella la glorificación de esos apóstoles; roguemos a Ella la glorificación de la Iglesia de la cual son columnas, y pidamos a María Santísima que en los conturbados días de hoy, la Iglesia resurja cual tierna niña, con todo su poder salvífico, de mano de nuevos apóstoles, alimentados de su seno y cuidados en su regazo, que repitan en nuestros días la obra insigne de las columnas de la Iglesia, San Pedro y San Pablo.

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