viernes, 29 de marzo de 2024
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Según San Pedro y San Pablo… (¿Por qué no todos los apóstoles escribieron sobre la Vida de Jesús?)

¡Que interesante sería si cada Apóstol hubiera escrito un evangelio! cada uno ilustraría con un trazo propio a su forma de ser, la fisonomía real de Nuestro Señor Jesucristo.

Evangelistas 4

Redacción (02/11/2021 11:16, Gaudium Press) Dentro del numeroso grupo de discípulos que acompañaban a Jesús, Él quiso escoger doce personas para que lo siguieran más de cerca y fueran sus testigos; a ellos les dio el nombre de Apóstoles, y sería a ellos a quienes les explicaría más de cerca su doctrina, les revelaría su divinidad, les encomendaría la dirección de la Iglesia, y serían ellos los testigos de su resurrección. ¡Que interesante sería si cada Apóstol hubiera escrito un evangelio! cada uno ilustraría con un trazo propio a su forma de ser, la fisonomía real de Nuestro Señor Jesucristo, y en su conjunto nos darían una idea enteramente fidedigna de cómo era el Hijo de Dios hecho hombre.

Sólo San Juan y San Mateo eran apóstoles

Pero no fue así, recorriendo los caminos tortuosos de la historia, a nuestras manos sólo nos han llegado cuatro Evangelios: el de San Mateo, el de San Marcos, el de San Lucas y el de San Juan. Ahora bien, de estos cuatro, sólo San Mateo y San Juan pertenecían al Colegio Apostólico, mientras que San Lucas y San Marcos no.

¿Por qué que el Espíritu Santo lo hizo así? ¿No sería mejor que, por lo menos, los cuatro fueran Apóstoles para que tuviéramos un testimonio más directo de la vida de Nuestro Señor? San Agustín nos da razón de ello, diciendo que el Espíritu Santo lo había hecho así para mostrar que el manantial de su Gracia no se agotó con los Apóstoles, sino que a partir de ellos se derramó en toda la Iglesia comenzando por los discípulos.

El caso de San Marcos es muy interesante, pues a pesar de no encontrarse entre el selecto grupo de los Apóstoles, pudo conocer a Nuestro Señor Jesucristo en los ojos de aquel que más lo amaba: San Pedro. Los Padres de la Iglesia llaman a San Marcos como “la voz de San Pedro” o “El intérprete de San Pedro” pues lo acompañaba por doquiera que fuera y era su discípulo más querido como lo vemos en la Carta Católica (1Pe 5, 13).

En cierta ocasión, la comunidad católica de Egipto, le pidió a San Marcos que redactara todo lo que le había escuchado a San Pedro acerca de Jesús; él, discerniendo que era algo inspirado por Dios toma la pluma y se pone a la tarea de acordarse y consignar por escrito todo lo que escuchó del Primer Papa acerca del Señor. Por eso, del Segundo Evangelio se dice que es el Evangelio según San Pedro, pues San Marcos todo lo aprendió a través de él.

El caso de San Lucas no fue diferente, él vio la fisionomía de Nuestro Señor en los ojos llenos de fuego de aquel que es llamado “El Apóstol” por antonomasia: San Pablo. San Lucas era de Antioquía y conoció a San Pablo en uno de sus viajes por esas tierras. Ciertamente al cruzarse sus miradas por primera vez, San Pablo vio en los ojos del joven Lucas la enorme vocación a la que había sido llamado, lo tomó como discípulo y lo llevó a sus incansables viajes apostólicos.

El enorme cariño que San Pablo le tiene a su discípulo también lo vemos registrado en un pasaje de la Carta a los Colosenses, en donde lo llama “mi médico queridísimo” (Col 4, 14). El Evangelio escrito por San Lucas es sencillamente, el evangelio que San Pablo predicaba y por esa razón, al Tercer Evangelio puede llamársele también con toda propiedad: el Evangelio según San Pablo.

Por Guillermo Torres

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