La sabiduría de la Iglesia propone a los fieles el 1 de noviembre el recuerdo de todos «los elegidos que se encuentran en la gloria de Dios», hayan sido ellos canonizados oficialmente o no .
Redacción (01/11/2022 10:34, Gaudium Press) La Iglesia reserva el día primero de noviembre para cada año celebrar la solemnidad litúrgica de Todos los Santos.
En esta ocasión la sabiduría de la Iglesia propone a los fieles el recuerdo de todos “los elegidos que se encuentran en la gloria de Dios”, hayan sido ellos canonizados oficialmente o no.
Todos los Santos
Ya en el siglo IV, las Iglesias de Oriente iniciaron la promoción de celebraciones conjuntas que recordaban y conmemoraban a todos los Santos. Era recomendado que estas celebraciones fuesen durante las alegrías de la Pascua o en la semana que la siguiese.
En el Occidente la introducción de estas celebraciones fueron hechas un poco más tarde. Esta devoción fue introducida por el Papa Bonifacio IV al dedicar a la Santísima Virgen y a todos los mártires el Panteón de Roma, en el día 13 de mayo del año 610, cuando, a partir de entonces, la conmemoración sería realizada anualmente.
Entonces, por todo el mundo, la solemnidad pasó a ser conmemorada, en fechas diferentes, pero teniendo todas las celebraciones un contenido idéntico.
La fecha de 1º de noviembre fue adoptada por primera vez en Inglaterra, en el siglo VIII y, a los pocos, se esparció por el imperio de Carlomagno, y se tornó obligatoria en el reino de los Francos en el tiempo del Rey Luis, el Piadoso, en el año 835. Todo lleva a creer que Carlomagno extendió la fiesta porque así se lo pidió el Papa Gregorio IV (790-844).
Celebración de los Fieles difuntos
Desde el S. II, los cristianos habían iniciado la práctica de rezar por los fallecidos.
Era muy común visitar las tumbas de los mártires y rezar por aquellos que los precedieron derramando su sangre en defensa de la Fe.
La Iglesia, ya en el siglo V, dedicaba un día del año a rezar por todos los muertos por los cuales nadie rezaba y de los cuáles nadie se acordaba.
Fue el Abad de Cluny, San Odilón, quién determinó hacia el final del primer milenio, en el año 998, que en todos los monasterios de su Orden, en la fecha del 2 de noviembre, fuese realizada la evocación de todos los fallecidos “desde el principio hasta el fin del mundo”.
En el siglo XI los Papas Silvestre II (1009), Juan XVII (1009) y León IX (1015) recomiendan a toda la comunidad cristiana a dedicar un día a los muertos.
En el siglo XIII ese día anual pasa a ser conmemorado el 2 de noviembre, porque el 1º de noviembre es la Fiesta de Todos los Santos.
La costumbre de conmemorar los fieles difuntos se generalizó y fue oficializada por Roma en el siglo XIV.
En el siglo XV la Iglesia concedió a los frailes dominicos de Valencia, en España, el privilegio de celebrar tres Misas en este día. Esta práctica se difundió por los dominios de España y Portugal y también en Polonia.
Más recientemente, todavía durante la I Guerra Mundial, el Papa Benedicto XV, en 1915, generalizó ese privilegio a toda la Iglesia.
Doctrina Católica
La doctrina católica evoca algunos pasajes bíblicos para fundamentar su posición: Tobías 12,12; Job 1,18-20; Mt 12,32 y II Macabeos 12,43-46, y se apoya en la tradición de una práctica piadosa ya dos veces milenaria. (JSG)
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