Hoy en día, una coma mal colocada en una frase dicha por un católico que se toma en serio su religión puede interpretarse como intolerancia. Pero, cuando la gente se regodea y escupe en la casa del Señor, ¿deberían los católicos aceptarlo?
Redacción (16/02/2024, Gaudium Press) Por si fuera poco una Navidad con montajes de belenes con dos ‘Josés’ o dos ‘Marías’, incluso en el interior de una iglesia católica en Italia, el cartel oficial de Semana Santa de Sevilla, en el sur de España, presenta a un Jesús con rasgos, vestimenta y expresión afeminada que denotan sensualidad.
No es una pieza que fue expuesta en un museo, en una plaza pública o en un evento cultural secular. ¡Es el cartel oficial de la Semana Santa de la Iglesia de Sevilla! La pieza fue un encargo a un artista local, y la organización que agrupa a las cofradías que participan en las procesiones de Semana Santa en esa ciudad, al recibir el cartel, en lugar de indignarse, ¡expresó su apoyo al artista! Y publicó un comunicado justificando que era la “parte luminosa de la Semana Santa, al más puro estilo de este prestigioso pintor”.
No, no se trata de la parte más luminosa, sino de la parte más oscura y más trsite, y lo peor, ¡brotada de dentro de la propia Iglesia! Las cosas van de tal manera que se torna difícil a los católicos, que son perseguidos de forma tan encubierta, les resulta difícil saber si el enemigo está fuera o adentro.
El caso de este cartel con un Jesús sexualizado fue comentado en la prensa que, por un lado, afirma que “el artista Salustiano García utilizó a su hijo como modelo, y a ambos les ha hecho gracia toda la polémica generada por la imagen”. Y, por otro lado, lanza la puya: “El cartel provocó indignación en los medios de comunicación católicos ultraconservadores, que exigieron su retirada por considerarlo ofensivo”. En otras palabras, defender nuestra fe y honrar a Dios se ha convertido en sinónimo de ultraconservadurismo.
Crimen y castigo
Son casos de lamentarse, llorar y recordar las palabras de Nuestra Señora en Fátima: que los castigos llegarían si la humanidad no se enmendara, orara y hiciera penitencia. Y lo que vemos es esto.
En la vida tenemos el crimen y el castigo. Los abusos contra la fe católica son cada vez mayores y más flagrantes. El tema candente en las redes sociales y en la prensa es la tolerancia religiosa, pero ¿qué pasa con la intolerancia que sufrimos cada día los cristianos y las provocaciones que se nos hacen, por qué nadie habla de ellas?
Intenta ir al trabajo o a la escuela con el rosario en el bolsillo, dejando parte de él visible, y pronto te llamarán la atención, porque tu fe, la práctica de tu fe, ofende a las personas y las incomoda. Pero el intolerante eres tú… Intenta rezar el rosario en público y verás las consecuencias.
Esperemos un gran ataque a las Sagradas Escrituras
No es ninguna novedad para ningún cristiano que ya existan movimientos que intentan cambiar el texto de las Sagradas Escrituras para adaptarlo a los valores pervertidos y a las falsedades que quieren defender.
Pretenden eliminar de la Biblia lo que perturba. Como toda la Biblia es inquietante, no pasará mucho tiempo antes de que ya no podamos leerla ni llevarla consigo, lo que ya está sucediendo en algunos países donde la persecución a los cristianos es más flagrante.
Hace algún tiempo fui testigo, en un restaurante del centro de São Paulo, de cómo pedían a un grupo de jóvenes que se marcharan porque estaban hablando de la Biblia mientras comían sus pasteles. Había tres o cuatro Biblias sobre la mesa, los jóvenes hablaban animadamente, probablemente de trivialidades, cuando uno de ellos abrió su Biblia y le leyó algo al colega que tenía al lado. Inmediatamente, un empleado que ya los observaba se acercó y les dijo, sin ninguna amabilidad: “¡Están alterando el ambiente, esto no es una iglesia, este no es un lugar para leer la Biblia!”.
Hacen que parezca que somos el enemigo.
Rosarios, crucifijos y cualesquiera otros símbolos de nuestra fe, incluso una forma más reservada de vestir, molesta, incomoda y provoca represalias. Invaden nuestras iglesias, profanan nuestros tabernáculos, roban nuestras hostias para usarlas en quién sabe qué tipo de rituales, pero cuando hablan de intolerancia, nos señalan a nosotros, somos los conservadores, los ultraconservadores, los enemigos de buenas relaciones sociales.
El artista que se burló de nuestra fe, con el apoyo de la Iglesia de Sevilla, justificó su infame cartel diciendo irónicamente: “Mi Cristo es del siglo XXI”.
Nuestra respuesta a él y a quienes actúan como él, o aplauden este tipo de sacrilegio, debe ser una sola: “Nuestro Cristo no es el del siglo XXI, porque Jesús es el mismo ayer, hoy y por toda la eternidad” ( Heb, 13-8).
¿Qué veremos todavía en este mundo antes de que Nuestro Señor regrese? Pueden dudar de esto, pero Él regresará y ya está muy cerca.
Por Alfonso Pessoa
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