miércoles, 08 de mayo de 2024
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Una curiosa pero real y deliciosa forma de amar a Dios… La Via Pulchritudinis

Ya va siendo hora de rescatar una fuente de felicidad que los hombres poseían en abundancia otrora…”

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Redacción (01/08/2023 16:44, Gaudium Press) Ya va siendo hora de rescatar una fuente de felicidad que los hombres poseían en abundancia otrora, y que la sociedad de la agitación en la que todavía estamos sumergidos hace rato nos robó: es lo que el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira llamaba de Contemplación de Dios en el Orden del Universo.

Es una felicidad que es una alternativa a la felicidad que aún el mundo sigue proponiendo, la mentira del placer excesivo y desenfrenado, la cual forzosamente conduce a la esclavitud de la adicción y la dependencia, como está efectivamente conduciendo a millones y millones de jóvenes influidos por la ola del TikTok y las redes sociales.

Es claro que esta vía de amor de Dios ya ha sido tratada con anterioridad, porque ha estado presente desde que el hombre es hombre. Algunos la llaman la Via Pulchritudinis, la Vía de la Belleza; otros la asimilan a la Cuarta Vía de Santo Tomás para llegar al conocimiento de la Divinidad, esa que afirma que lo noble y bueno que se encuentra en las cosas, es porque ese grado de nobleza y de bondad se relaciona con un grado mayor, y este grado mayor habla de Dios que es nobleza, bondad y belleza máximas, en relación al cual todas las cosas se ordenan en una escala que va de la mayor belleza hasta la insignificancia.

Una Matriz Interna

Así, diremos de un Pavo Real que es bonito. ¿Pero bonito con relación a qué? A un patrón de belleza que tenemos implícito, una matriz de belleza, que es una matriz que nos habla de la belleza absoluta, del autor de los pavos reales y de los pavos reales absolutos, que es Dios.

Cuando encontramos cualquier criatura, como que automáticamente nuestra matriz interna la clasifica de acuerdo a esa Patrón de Belleza Absoluta: es como una Maquinita Interna divina, una especie de altoparlante de Dios que nos dice “esto se parece más a Mí”, o “esto se parece menos a Mí”, o “esto es lo contrario de Mí”. Es realmente algo impresionante.

Y como estamos hechos para la unión con Dios, pues nos atrae lo más bello, lo que más tiene el olor de Dios, lo que tiene más participación de Dios, lo que más se parece con Dios.

Por eso, esa publicidad más o menos reciente, que para promocionar sus productos está escogiendo figuras “del común” (cuando no feas) corre un riesgo muy grande, porque si bien es cierto que la publicidad tiene que establecer una conexión entre productos y los posibles compradores, que normalmente somos del común, nosotros los del común seguimos teniendo aspiraciones hacia la belleza infinita.

Es también por eso que la publicidad para promocionar sus productos, muchos realmente horrendos, normalmente ha buscado hacerlo con tipos humanos que tengan algo de belleza, para atrapar esa inclinación del alma humana hacia el Pulchrum Absoluto.

Pero el Pulchrum, la belleza, no debe estar secuestrada por la publicidad -casi siempre engañosa, promocionando lo que no se debe promocionar- sino que la belleza es patrimonio divino. Y por eso la Iglesia siempre la usó para adornar sus templos, para engalanar su liturgia, porque la belleza es el marco apropiado del misterio divino.

Pero volviendo al tema del ejercicio de la Contemplación de Dios en el Orden del Universo, a Dios pues se le contempla fácilmente en lo más bello, y aunque no sea nuestro, aunque no lo podamos tener, es decir, es una contemplación generosa simplemente porque ahí vemos reflejado a Dios.

A Dios se le admira en un pedregullo simpático de río, pero más en un diamante, en un magnífico rubí. Y más en los conjuntos ordenados y jerarquizados.

A Dios se le admira en un sencillo obrero que cumple su jornada responsable; más en Luis XIV despachando con sus ministros, o en San Pío X redactando la Pascendi. Pero se admira más a Dios en el conjunto de los hombres.

Esa Contemplación comienza por una admiración casi espontánea, pero que después merece ser explicada por nuestra razón, y después reclama nuestro amor, en el sentido de que amamos a Dios, el reflejo de Dios, en esa criatura bella. Quien rechaza este camino de admiración de lo superior noble y bello, termina cometiendo una falta contra el Primer Mandamiento de la Ley de Dios. Quien lo recorre y se habilita a recorrerlo, termina practicando de forma sutil pero muy real el “Amar a Dios sobre todas las cosas”.

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El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira incluso invitaba a ir un paso más allá de la mera contemplación de lo creado, y era la contemplación de lo increado perfectísimo, de los Posibles de Dios, con lo que se atendía incluso más nuestra Matriz interna de belleza absoluta:

Entonces, por ejemplo, llegamos a una pastelería y la decoración del pastel nos parece maravillosa y su contemplación ya se va sumando a un sabor que anticipamos como delicioso; pero siempre habrá una decoración más perfecta, un sabor aún más requintado, que por ser más nobles, estarán más cerca de la Divinidad. Esos Posibles de Dios, imaginar y anticipar esos Posibles de Dios, nos acercan más a Dios.

Condiciones

Pero este Camino del Pulchrum, este Camino de la Contemplación de Dios en el Orden del Universo, tiene unas condiciones para ser bien recorrido, fundamentales.

La primera es la oración.

Sí, porque sin la oración no tendremos la gracia suficiente para tener un desapego de las criaturas, y las criaturas terminarán esclavizándonos. Terminaremos creyendo que el objetivo de la vida es gozar de todos los placeres que proporcionan las criaturas, al principio cada vez más refinados, después cada vez más animales, y después totalmente insípidos y esclavizantes. Es el camino del drogadicto. Esa es la herencia maldita del Pecado Original, que nos dominará indefectiblemente si no acudimos por medio de la oración y los sacramentos a la gracia de Dios.

Entonces, el primer requisito para la Contemplación de Dios en las criaturas del Universo es la oración.

Otra condición es no vivir corriendo.

La contemplación pide que nos detengamos ante el objeto admirado, y que en ese parar, usemos todos los recursos del alma, no solo nuestra sensibilidad, sino también la razón meditativa, que es la que despierta la buena voluntad.

Otro requisito fundamental, es la admiración y la contemplación desinteresadas; es decir, yo contemplo la cosa pero no para apropiarme de la cosa, sino porque ahí esta Dios: ‘Ahhh qué gato Angora tan precioso, YO LO QUIERO PARA MÍ’, dice normalmente nuestro egoísmo. ‘Ahh… Qué capacidad de oratoria tan impresionante, YO LA QUIERO PARA MÍ’. No. Algunas cosas las podremos tener, otras muchas no. Pero esas otras las debemos admirar porque ahí está presente la nobleza de Dios, y las debemos admirar sean nuestras o del vecino, o de quien sea.

Esa actitud admirativa desinteresada va en contra del que Bossuet llamaba el vicio más común en el hombre, que es la envidia. La delicia de la Contemplación de Dios en el Orden del Universo sale espantada ante la envidia, huye del hombre envidioso. El hombre envidioso expulsa de esa manera a Dios de su vida, mientras que el admirativo lo atrae.

Los magníficos Premios

Para el que tiene esa admiración desinteresada Dios tiene reservado un magnífico PREMIO: la admiración hace con que algo o mucho de las cualidades del objeto admirado entren en nuestra alma. Es el premio maravilloso de Dios para el no egoísta, para el no envidioso.

Aún más, el Dr. Plinio decía que esa contemplación de las maravillas, de las cumbres de belleza, de las alturas de las cualidades nobles, ‘inteligentificaba’, hacía más inteligente a la persona.

Porque la inteligencia es muchas veces ver las cosas desde arriba, desde donde se ven mejor. Y verlas desde arriba, es decir, verlas desde sus patrones absolutos, además de permitir ver los conjuntos, permite clasificar mejor las cosas en el estado en que se encuentran.

Entonces, quedan así expuestos rápidamente, en una visión general, los principios de un ejercicio maravilloso, deleitoso, a disposición de todos, querido por Dios, que saca al hombre del hastío, que anima en las luchas del día (porque la vida no es solo alegrías, también dolor, sacrificio, cruz), que alegra, etc.

Pero, hay que respetar las condiciones del mismo, so pena de desgastarlo, y que hasta nos esclavice.

Este ejercicio contemplativo lo realizaba la Virgen, que como dice la Escritura guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.

Por Saúl Castiblanco

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