jueves, 21 de noviembre de 2024
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La baja natalidad no se soluciona ni con subsidios ni con inmigración

El asunto es de valores y de fe, según lo muestran los datos.

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Foto: Torsten Dederichs en Unplash

Redacción (10/10/2024 16:00, Gaudium Press) Importante nota publica Religión en Libertad, titulada “Ni inmigración ni ayudas públicas: los datos muestran que la batalla de la natalidad es de valores”.

El problema está ahí, y sigue agravándose, en el Viejo Continente: en el 2008 nacía 4,68 millones de niños, que ya era una cifra baja, que se ha reducido en el 2022 a 3,88 millones. Incluso Francia , durante mucho tiempo nación de natalidad envidiable, ha caído a 1,60 hijos por mujer, hundiéndose bajo el decisivo índice de reemplazo (2,1 hijos por mujer) desde hace quince años.

Pero es claro que el invierno demógrafico afecta a muchas más naciones.

Las cunas vacías también empiezan a ser un problema en Estados Unidos donde, según el Center for Disease Control and Prevention, el organismo federal que se ocupa del control y de la prevención de enfermedades, en 2023 nacieron poco menos de 3,6 millones de niños, casi 76.000 menos que el año anterior, marcando el dato más bajo desde 1979. La situación no es mucho mejor en Rusia, donde en 2023 el índice de natalidad fue de 1,5 hijos por mujer, similar al mínimo histórico de los años 90. Ni en China, donde el año pasado la población disminuyó en más de dos millones de personas.

Uno de los recursos usados para revertir este descenso, han sido políticas de subsidio para favorecer la natalidad, u otras de origen estatal. Entre tanto, según refiere The Economist de mayo, “los gobiernos se equivocan cuando consideran que tienen capacidad para aumentar los índices de natalidad”. En realidad, hace tiempo que los expertos hablan de la ineficacia de las políticas de apoyo a la natalidad. “No se ha demostrado que las políticas en favor de la natalidad modifiquen los niveles de fertilidad”, declaraba en abril de 2022 Bernice Kuang, demógrafa de la Universidad de Southampton, al Financial Times.

financial times

El anterior cuadro es una constatación.

Este muestra la evolución de la fertilidad (hijos por mujer, en rojo) y del gasto en subvenciones familiares (en porcentaje sobre el PIB, en azul) de los países de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico] entre 1980 y 2020. El impacto es casi irrelevante, apenas paliativo, y de pronto ni eso, pues la tasa sigue bajando.

Ya en 2020, fue el Australian Financial Times el que tituló: «Por qué las políticas en favor de la fertilidad no funcionan». Es significativo, entre todos, el caso de Canadá, país que tiene unas políticas familiares más fuertes y generosas que las estadounidenses, pero que desde hace decenios tiene un índice de natalidad mucho más bajo.

En resumen, que la política tenga armas limitadas contra el invierno demográfico es difícil de negar. Aunque no admiten su desconcierto, los políticos occidentales, además de prometer reforzar las ayudas y las desgravaciones fiscales, desde hace años apuntan a otra carta: la inmigración.

La inmigración, una falsa solución

Lástima que también el “nos salvarán los emigrantes” sea una estrategia a corto plazo. No lo dice Il Timone, sino la experiencia, y lo ha admitido el Istat [Instituto Nacional de Estadística de Italia] en una nota fechada el 19 de diciembre de 2022, en la que se lee que “a partir de los años dos mil la contribución de la inmigración, con el ingreso de población joven, a menudo causada por las reunificaciones familiares favorecidas por las regularizaciones masivas, ha contenido parcialmente los efectos de la caída de la natalidad”.

“Pero la contribución positiva de la inmigración”, refiere asimismo el Istat, “está perdiendo lentamente eficacia a medida que envejece también el perfil por edad de la población extranjera residente”.

Del mismo modo, el Center for Immigration Studies de Estados Unidos ha llevado a cabo una investigación en la que concluye que “la presencia de inmigrantes en el país ha tenido un impacto muy modesto en el conjunto de la natalidad”. También la tasa de natalidad de los inmigrantes va bajando.

fertilidad inmigrantes nativos

En realidad, ya en 1992 el economista Carl Schmeetmann subrayaba en Demography, revista de referencia sobre temas demográficos, que «los flujos constantes de inmigrantes, incluso de una edad relativamente joven, no rejuvenecen las poblaciones con una natalidad baja».

Si a todo esto añadimos el descenso global de la natalidad -según una investigación publicada en marzo en The Lancet, en 2100 el 97% de los países no tendrá índices de natalidad suficientes para evitar el declive demográfico-, se comprende por qué, si bien los flujos migratorios pueden ralentizar el envejecimiento de la población, no pueden evitarlo, por lo que el problema pasará a ser mundial.

Pero lo que sí sirve es el matrimonio

De acuerdo, pero si la política no lo consigue y la inmigración y el trabajo femenino tienen poca importancia, ¿qué se puede hacer contra el invierno demográfico? Aunque parezca extraño decirlo, el matrimonio sigue siendo un arma decisiva.

En 2021 repararon en ello Mengni Chen y Paul Yip, de la Universidad de Hong Kong, al examinar cinco contextos distintos, a saber: Hong Kong, Taiwán, Japón, Corea del Sur y Singapur cuando investigaban cuál era el grupo de mujeres con mayor influencia en la evolución del índice de fertilidad total.

Pues bien, Chen y Yip descubrieron que el grupo femenino que incide más en la natalidad son las mujeres jóvenes entre los 25 y los 29 años que se casan y, más concretamente, hallaron que, para cada crecimiento del 1% del índice de matrimonios entre estas jóvenes, aumentaba también el índice de natalidad. ¿En qué proporción? El 0,3% en Hong Kong, Japón, Taiwán y Singapur;  y de casi el 0,24% en Corea del Sur.

Sigue esta misma estela Marriage Still Matters, un informe de octubre de 2022 de Lyman Stone y Spencer James en el que, a la luz de una panorámica internacional, se afirma que los cambios, bastante profundos, que ha sufrido la sociedad a lo largo de los decenios no han alterado el vínculo “fundamental, biológica y económicamente arraigado” entre ser una pareja estable y públicamente reconocida y el ser padres.

Demostración de ello es la Hungría de Viktor Orbán, que en 2010 estaba en el 28º puesto entre los países de Europa por índice de matrimonios, mientras que hoy en día, tras un crecimiento de más del 90%, es el primero. Si bien no ha salido del invierno demográfico, Hungría ha pasado de 1,23 hijos por mujer en 2011 a casi 1,6 (1,548), todo sin grandes aperturas a la inmigración, sino más bien al contrario.

El papel de la fe

Aunque tal vez sea políticamente incorrecto decirlo, otro elemento clave en la natalidad sigue siendo la religión.

Entrevistando a 70.000 mujeres en Estados Unidos a lo largo de casi cuarenta años (de 1982 a 2019), se ha visto que la cifra de mujeres en edad reproductiva que frecuentan la iglesia semanalmente (o más) ha descendido; sin embargo, las que siguen siendo devotas siguen teniendo más hijos que sus coetáneas poco religiosas o totalmente laicas.

Las cosas no van así solo en Estados Unidos. Un estudio de 2023 publicado en el European Journal of Population, que ha considerado los datos de once países europeos, he encontrado “pruebas de un efecto fuerte y positivo de la participación en los servicios religiosos sobre las intenciones de fertilidad”.

fecundidad religiosidad

El cuadro de arriba, muestra la relación entre natalidad y práctica religiosa. Probabilidad de querer tener un segundo hijo sin creencias religiosas (azul continua), poco practicantes (menos de una vez al mes: rosa discontinua) y practicantes (al menos una vez al mes: verde discontinua). Además de las claras diferencias tanto en varones como en mujeres según religiosidad, destaca que, mientras los varones no religiosos son menos propensos que las mujeres a tener un segundo hijo, en el caso de los varones religiosos ellos son más propensos que ellas. Fuente: European Journal of Population.

Es decir, el único recurso que se ha demostrado eficaz para combatir el invierno demográfico, es el de la fe y los valores tradicionales.

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