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El hombre: síntesis de las maravillas de la Creación

Redacción (Lunes, 11-08-2014, Gaudium Press) Debajo de los Ángeles, pero muy arriba de los otros seres, se encuentra el hombre, rey de la Creación visible. Tal es su grandeza, que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad quiso encarnarse en el seno una criatura humana: la Virgen María.

Microcosmos

Cuando una persona civilizada quiere construir una bella casa para en ella residir, después de edificadas las partes esenciales, ella organiza las pinturas, la colocación de los muebles y, por último, la decoración. De modo análogo Dios hizo que existiesen los minerales, los vegetales y los animales a fin de preparar el ambiente en el cual el hombre viviría.

El Creador hizo a Adán utilizando «lodo de la tierra» (Gn 2, 7), al cual dio forma humana y en él infundió un alma inmortal. «Hay diferencia entre crear y hacer: crear es sacar alguna cosa de la nada; hacer es producir una cosa de otra cosa»; el cuerpo del hombre es hecho, pero su alma es creada.

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Adán fue favorecido con dones, naturales, preternaturales y sobrenaturales

El hombre es un compuesto de cuerpo y alma, de materia y espíritu que se unen íntimamente en él, para formar una única naturaleza y persona. En el orden natural, el hombre es, por tanto, una síntesis de las maravillas de la Creación.
Afirma San Gregorio Magno que «el hombre es, en su ser natural, una especie de microcosmos, un pequeño mundo, un resumen y compendio de toda la Creación: existe, como los minerales; vive, como los vegetales; siente, como los animales; y entiende, como los ángeles».

Dones naturales y preternaturales

Adán fue favorecido por Dios con los siguientes dones:

a – Naturales. Además de inteligencia luminosa, voluntad firme y sensibilidad ordenada, su estatura — diferentemente de otros animales – era erguida porque, «si el hombre tuviese la estatura inclinada y se sirviese de sus manos como de pies delanteros, le sería preciso agarrar el alimento con la boca; tendría entonces una boca oblonga, labios duros y espesos, lengua igualmente dura […], como vemos en los otros animales. Tales disposiciones impedirían enteramente el lenguaje, obra propia de la razón».

b – Preternaturales, que transcendían las exigencias y fuerzas de su naturaleza, pero no lo elevaban al orden sobrenatural. Los dones preternaturales comprendían tres grandes privilegios que, sí cambiaban la naturaleza humana substancialmente, le conferían una perfección, a la cual Adán no tenía el mínimo derecho. Esos privilegios eran la ciencia infusa, el don de integridad, o sea, el «perfecto equilibrio entre las pasiones, la razón y la voluntad», y la inmortalidad corporal.

¿Qué se entiende por ciencia infusa?

«Para facilitar al primer hombre su ministerio de cabeza y educador del género humano, le otorgó Dios gratuitamente el conocimiento infuso de todas las verdades que le importaba conocer, y una cierta facilidad para adquirir la ciencia experimental: así se aproximaba él a los ángeles.»

El hecho de Adán haber dado nombre a todas las aves y otros animales, que desfilaron delante de él por orden de Dios (cf. Gn 2, 19-20), es indicativo de su extraordinaria ciencia.

Dones sobrenaturales

El Creador concedió también al hombre dones sobrenaturales: la gracia, virtudes infusas y dones del Espíritu Santo.

La gracia es una participación creada de la vida increada de Dios. Ella «supera la creación del Cielo y la Tierra; no se puede compararla sino con la eterna generación del propio Hijo de Dios».

El conjunto de los dones preternaturales y sobrenaturales que Adán recibió del Creador se llama «justicia original».

«Todos esos privilegios, excepto la ciencia infusa, habían sido dados a Adán, no como bien personal, sino como patrimonio de familia, que debía ser transmitido a toda su descendencia, con tanto que él permaneciese fiel a Dios.»

Después el Creador condujo a Adán al Paraíso terrestre. Y, estando él durmiendo, Dios le sacó una de las costillas y con esta formó a Eva (cf. Gn 2, 21), a la cual el Altísimo proporcionó también el don de integridad y la inmortalidad corporal.

Plan de Dios para los hombres

Ordenó Dios a Adán y Eva: «Sed fecundos y multiplicaos» (Gn 1, 28).

«Los hombres en el Paraíso deberían, por su talento, hacer cultura, civilización, sistemas artísticos, literatura; todo, en fin, lo que realizan en esta Tierra. Con todo, deberían hacerlo de un modo mucho más magnífico que aquí, una vez que poseían una gran ciencia, en virtud de los dones sobrenaturales de que Dios los dotó».

Entretanto, seducidos por el demonio, nuestros primeros padres pecaron por orgullo y perdieron los dones preternaturales y el estado de gracia; así, comenzó la decadencia de la humanidad.

Pidamos a la Santísima Virgen, la esclava del Señor, que torne nuestro corazón humilde como el de Ella para jamás ceder al maligno.

Por Paulo Francisco Martos

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1) AQUINO, Santo Tomás. Exposição sobre o Credo. 4. ed. São Paulo: Loyola. 1997, p. 29.

2) Cf. TANQUEREY, Adolphe. Compêndio de Teologia Ascética e Mística. 6. ed. Porto: Livraria Apostolado da Imprensa, 1961, p. 28.

3) Hom. 29 super Evang. ML 76, 1214. Apud MARÍN, Antonio Royo. Somos hijos de Dios – misterio de la divina gracia. Madri: BAC. 1977, p. 6.

4) AQUINO, Santo Tomás de. Suma Teológica I, q. 91, a. 3, ad 3.

5) Cf. TANQUEREY, op. cit. p. 32.

6) CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana. 2013, vol. VII, p. 283.

7) TANQUEREY, Adolphe, op. cit. p. 32.

8) SCHEEBEN, Mathias Joseph. As maravilhas da graça divina. Petrópolis: Vozes, 1952. p. 22.

9) TANQUEREY, Adolphe. Op. Cit. p. 32.

10) TANQUEREY, Adolphe. Op. Cit. p. 34.

11) CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. O estudo da História não pode ignorar o plano de Deus para a humanidade. In: Dr. Plinio. São Paulo: Retornarei. Abril de 1998, p. 17-18.

 

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