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Ante la Muerte

Redacción (Martes, 17-12-2013, Gaudium Press) Cuando en el tribunal preguntaron a Santo Tomás Moro si sabía cuál la pena que le cabía por no haber aprobado las intenciones del Rey, él respondió: La muerte, ella viene para todos. «Por la actitud del hombre antes de la muerte, se conocen los valores supremos según los cuales él modeló su vida».[1]

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Santo Tomás Moro

En este valle de lágrimas solo hay una cosa segura: la muerte. Es lo que la Iglesia nos recuerda el Miércoles de Ceniza: «Recuerda, oh hombre, que eres polvo, y al polvo has de volver». Con frecuencia, «la consideración del arduo paso de esta vida hacia la eternidad muchas veces nos inquieta. Entretanto, tal pensamiento es altamente benéfico para compenetrarnos de la necesidad de evitar el pecado que, sin el arrepentimiento y el inmerecido perdón, podrá cerrarnos, para siempre, las puertas del Cielo: ‘Recuerda tu fin y jamás pecarás’ (Eclo 7,40)».[2]

Cuenta San Alfonso de Ligorio que «el Papa Honorio, cuando estaba para morir, deseaba haber estado en el monasterio lavando platos y no haber sido Papa. A la hora de la muerte, Felipe II, Rey de España, deseaba haber sido laico en algún convento, y no Rey».[3]

Dice San Gregorio que Dios, para nuestro bien, nos oculta la hora de la muerte, para que estemos siempre listos para morir. Cómo será fácil en el último momento reconocer que la belleza es pasajera y las glorias del mundo, vanidades. Las amistades ya no podrán nada por nosotros, a no ser implorar misericordia al Juez. Entonces, una sola cosa nos va interesar: el encuentro con Dios.

Ante la terrible majestad de la muerte, cómo desearemos tener tiempo para reconciliarnos con Dios, reparar las faltas. ¿Y qué fue hecho del tiempo que tuvimos de sobra durante la caminata por esta tierra?

Diversos son los modos de morir

A pesar de la muerte ser un fin común a todos los hombres, diferentes son los modos de encararla. Para los griegos antiguos, por no creer en la resurrección, la muerte era un punto final, y no eran raros aquellos que partían de esta tierra en la desesperación. Su vivir bien podía ser sintetizado en la frase «Comamos y bebamos, pues mañana moriremos».

Nuestro Señor Jesucristo con su Muerte y Resurrección nos garantiza la vida post mortem y nuestra propia resurrección. «¡Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque muera, vivirá!» (Jn 11,25).

Fue inflamado de esa fe que San Pablo afirmó: «Para mí, vivir es Cristo y morir una ventaja» (Fl 1,21). Fue todavía la certeza de la vida eterna que llevó millones de mártires a entregar la vida por Jesucristo, causando espanto a los paganos, los cuales se admiraban de ver los soldados de Cristo avanzar hacia la muerte como si fuesen a un banquete. Aquellos cristianos encontraron en la muerte una ocasión de demostrar su amor al Salvador: «Nadie tiene amor mayor que aquel que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). «¡Muero por Dios con alegría! – escribió San Ignacio de Antioquía a los romanos – Dejadme ser alimento de las fieras; por ellas se puede alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios, seré triturado por los dientes de las fieras para tornarme el puro pan de Cristo. Más me aprovecha morir en Cristo Jesús que imperar hasta los confines de la tierra. Mi nacimiento está eminente. ¡Perdonadme, hermanos! no me impidáis de vivir, no deseéis que yo muera, yo, que tanto deseo ser de Dios».[4]

Existe también la muerte de los héroes católicos representada por la muerte de Monsieur de la Charette, noble francés ejecutado durante la persecución religiosa del final del siglo XVIII. Estando ante los fusiles que lo llevarían al paraíso de los valientes, dijo en alta voz: «¡En mi vida, por más de cien veces yo desafié la muerte; ahora voy al encuentro de ella, pero sin temerla!».

Es a los justos que pertenece el adormecer en paz, como hizo Santa Teresita del Niño Jesús: «No muero, entro a la vida» – exclamó ella en el lecho de muerte.

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Santa Teresita del Niño Jesús

Los mártires, los santos y los héroes tuvieron un fin que coronó sus vidas, ‘finis coronat opera’, la muerte digna al término de una vida digna de ser vivida.

Talis vita finis ita

Sin embargo, el siglo XXI parece haber encontrado una manera de ver en la muerte algo agradable; ¿por qué no encararla de forma positiva? «Una empresa española está lanzando un servicio funerario con elementos inusitados, en que el cliente puede visualizar su futuro en 3D, y su muerte es avisada a los conocidos por medio de las redes sociales. Con un sistema parecido al de una lista de matrimonio, la persona opta por vídeos, fotos, textos y tipos de música de la ceremonia, además de las flores, homenajes, decoración y hasta el menú. Un programa de computadora en tres dimensiones permite al contratante asistir a una representación 3D con todos los elementos escogidos o entregar sus últimas voluntades por escrito y grabadas en vídeo, para que ellas sean respetadas».[5]

La noticia arriba mencionada recuerda un dictado latino: Talis vita finis ita.[6] ¿No es verdad que tal funeral parece querer dar a la muerte «el carácter de un accidente sin importancia, y a borrar de los aspectos de la existencia cotidiana todo cuanto recuerde lo que en ella hay de terror»?[7] ¿No es verdad que «aunque la vida haya sido una gran vida, morir de ojos cerrados para la muerte es borrar la vida»?[8] ¿No sería un intento frustrado de fraude antes de la muerte, que es la más augusta notaría de la faz de la tierra? ¿Sería esa una actitud de cristiano antes de la muerte? «El cristiano no huye de ella despavorido, ni busca disfrazar bajo apariencias lo que ella tiene de terrible. Es que el hijo de la Iglesia cree en la Redención y en la Resurrección».[9]

Por Luís Filipe Santa Rita Barreto Defanti
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[1] Plinio Corrêa de Oliveira. Conferência, 16 abr. 1988.
[2] Mons. João Scognamiglio Clá Dias. O centro deve estar ocupado por Deus. In: O inédito sobre os Evangelhos, 2013, v. 7, 297.
[3] San Alfonso María de Ligório. Meditações para todos os dias do ano. Versão portuguesa do Pe. João Jong, v. 1, p. 140.
[4] San Ignacio de Antioquía. Carta aos Romanos, 4; 6.
[5] BBC Brasil, 25 fev. 2011.
[6] Tal la vida, así el fin.
[7] Plinio Corrêa de Oliveira. Atitude de duas épocas perante o luto. Catolicismo. São Paulo, n.11 – Novembro de 1951.
[8] Plinio Corrêa de Oliveira. Palestra, 04 out. 1989.
[9] Plinio Corrêa de Oliveira. Atitude de duas épocas perante o luto. Catolicismo. São Paulo, n.11 – Novembro de 1951.

 

 

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