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Ciencia, Metafísica y Teología

Redacción (Jueves, 04-12-2014, Gaudium Press) ¿Existe una relación entre la ciencia, la metafísica y la teología? Aunque muchas corrientes filosóficas lo han negado a lo largo de la historia, la estrecha afinidad entre las tres disciplinas se puede ilustrar con el siguiente episodio extraído de las Sagradas Escrituras: una noche, mientras descansaba de un viaje, Jacob tuvo un sueño en el que «a través de una escalera, que, apoyándose en la tierra, tocabacon la parte superior del cielo; y los ángeles de Dios subían y bajaban las escaleras. En la parte superior estaba el Señor» (Gn 28,12). De hecho, los conocimientos científicos, metafísicos y teológicos son una escalera, que teniendo la base de la tierra, lleva a las alturas del cielo donde está Dios.

escada_jaco.jpgLa razón por la que la base está en la tierra es debido a que la primera etapa del conocimiento humano es empírica, a causa de los objetos sensibles ya que no hay nada en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos. Y la ciencia, precisamente, ofrece los métodos convenientes para la adquisición y organización de conocimientos sobre la estructura de la realidad objetiva, común y accesible para todos los observadores. Sin embargo, de acuerdo con el discurso de Benedicto XVI a los participantes en la asamblea plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias, que se celebró el 6 de noviembre de 2006, «mientras que da generosamente, la ciencia sólo ofrece lo que puede dar. El hombre no puede colocar en la ciencia y la tecnología una confianza tan radical e incondicional como para creer que el progreso científico y tecnológico puede explicar todo y satisfacer plenamente todas sus necesidades existenciales y espirituales».

En consecuencia, la ciencia no puede tener la ambición de responder a todos los interrogantes, sino sólo a cuestiones relativas a la realidad física. Por lo tanto, como el Santo Padre añadió: «La ciencia no puede sustituir a la filosofía y la revelación». Así, el hombre debe subir un peldaño en la escalera y entrar en la metafísica, que le ayudará a encontrar los fundamentos y principios últimos del ser y de lo existente.

Sin embargo, no es sin razón que la metafísica es un paso intermedio entre la ciencia y la teología, uniendo las dos. Esto es por dos razones: primero, porque es de hecho una ciencia, ya que es a partir de la unificación de los resultados de las ciencias particulares que configurará una imagen metafísica del mundo, los primeros principios y de los problemas centrales y más profundos de la filosofía; en segundo lugar, porque una de sus ramas es la teodicea o teología natural, pues es en la búsqueda de la causa primera de todo ser que la metafísica encuentra a Dios, el Ser Supremo y el fundamento de toda la realidad.

Sin embargo, aunque que la metafísica también aporte muy generosamente para lograr un conocimiento firme y seguro de las verdades celestiales y de Dios mismo, es necesario subir otro peldaño de la escalera y entrar en la teología.

Es innegable que «mal podemos entender lo que está en la tierra, y difícilmente encontramos lo que tenemos al alcance de la mano; ¿quién, por tanto, puede averiguar lo que está sucediendo en el cielo?» (Sab 9,16). Sólo la teología que tiene como maestro de la verdad, la Revelación, la cual, por haber sido inspirada por el Espíritu Santo, enseña segura, con fidelidad y sin error la verdad que Dios nos ha dado para nuestra salvación. Por otra parte, la principal fuente de la teología es la Sagrada Escritura, que se puede considerar como su alma, pues una teología sin fundamento bíblico adecuado es imposible. Y de tal manera los autores de las Sagradas Escrituras fueron influenciados por el Espíritu Santo, que conforme nos enseña el Primer Concilio Vaticano, «la Iglesia tiene estos libros como sagrado … porque ellos tienen a Dios por autor».

Así siendo, busquemos subir la escalera sin pretensiones que apoyada en la tierra, perfeccionada por la ciencia, profundizada por la metafísica, y guiada por la teología llega en su parte superior al cielo, donde está el majestuoso trono de nuestro Creador. Sin embargo, tengamos muy presente que lo que nos espera -con la ayuda de la gracia divina- será muy superior a lo que podemos conocer en esta vida, porque «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre imaginó, como son los bienes que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Cor 2,9).

Por el P. Rodrigo Alonso Solera Lacayo, E.P.

 

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