miércoles, 27 de noviembre de 2024
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"Conversando" con la realidad, de forma amena, entretenida

Redacción (Jueves, 03-04-2014, Gaudium Press) El libro “Depresión para Dummies”, de Laura Smith, PhD y Charles Elliot, PhD, tiene el mérito de unir elementos que normalmente no se encuentran juntos en escritos corrientes, como son amenidad, profundidad y claridad, además de una comprobada utilidad práctica.

Entretanto, algún lector puede verse sorprendido al final de la obra, cuando allí se describen varias terapias complementarias para combatir la depresión, y se encuentran expresiones como las siguientes:

“Preste atención a su respiración”. “Preste atención a los sonidos que hay a su alrededor. No los juzgue; más bien escúchelos todos. Los agudos, los suaves, los murmullos que hay en el ambiente. Y también los ruidos fuertes e inesperados”. “Tome nota de las personas que hay cerca de usted. (…) Fíjese en lo que están haciendo. Observe su apariencia”. “Perciba los olores que haya”. Y otras de ese tenor.

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Conversando con la realidad…

Ocurre con frecuencia que la persona que se ve acometida por el desaliento, tiende a encerrarse sobre sí, y renuncia a ver con capacidad de maravillamiento la realidad externa. Entonces, ciertamente con la intención de combatir esa situación, Smith y Elliot recomiendan usar los diversos sentidos para percibir y ‘vivir’ aquello que nos circunda.

Entretanto, consideramos que esta terapia –pero enriquecida– sirve para todos, estemos abatidos o no tanto.

Decimos pues, que lo propuesto es una “terapia enriquecida” con elementos tomados de la filosofía y de la teología cristianas, que nos dicen que Dios al crear se reflejó en sus criaturas, y que por tanto los infinitos atributos de la Divinidad allí se encuentran presentes de forma participada, en el Universo, listos para ser contemplados por un alma para esto “entrenada”. Es el cada vez más estudiado camino de la belleza, la “vía del pulchrum”.

La fase inicial de ese entrenamiento para “vivir” la realidad y percibir a Dios en ella, es observar y contemplar detalladamente el entorno. Balzac –que aunque no hombre virtuoso era sin duda un maestro de las letras– decía que lo que ocurre a nuestro alrededor, bien visto, podría ofrecernos dramas del tamaño de las tragedias de Shakespeare o de batallas de proporciones bonapartistas.

Sin llegar a tanto, sí decimos que la vida de todos los días nos permite siempre contemplar cuadros interesantes, y a veces bien interesantes.

Ejercitémonos un poco. En el momento en que escribimos estas líneas nos preparamos para el almuerzo, en una casa estilo alemán campesino, de inicios del S. XX. Iremos ahí al mismo restaurante de ayer -un reciente y no infeliz ‘descubrimiento’ (será en todo caso hallazgo pasajero, pues el menú no tiene mucha variedad)- mezcla de estilo ‘fast-food’ con cierto sabor criollo, es decir con algo de remordimiento por lo simplón y plástico del ‘fast’ americano…

Allí se palpa algo de un cierto “cariño hogareño-materno” (al final, ¡somos latinos!), evidenciado en el trato de los empleados, en bastante del ambiente general, en una cierta penumbra y claro-oscuro contrario al encandilante estilo ‘luz-neón’.

El mobiliario es simple, de madera pulida y formas modernosas, resistente, sin siquiera un leve barniz. Las sillas no tienen espaldar y parecerían rechazar al hambriento feligrés; pero al sentarse nos hacen leve acogida, no muy cálida, simplemente amena.  Algunos muros no tienen estuco, y el ladrillo expuesto imita en cierto modo muros de construcciones hispanoamericanas del S. XVI. El cielo raso inexistente deja expuestos los durmientes pintados de marrón y toda la base del techo, en un estilo llamado pomposamente por algunos como dizque ‘colonial rústico’. Pero las modernas lámparas cilíndricas de un fique sin pulir, y ciertos avisos plásticos en la línea del mobiliario, crean un contraste no armónico con el conjunto arquitectónico. Podríamos resumir nuestras impresiones como «tradicional-ágil-sencillo».

Pero más interesante que la materia es la vida, la gente que encontramos. Aquí un oficinista, posiblemente alto ejecutivo, que come en silencio, sesudo, meditando, tal vez pensando en una transacción financiera. Allí una pareja de esposos, jóvenes, habla sobre los niños, la hipoteca, las escasas “entradas”, los temas propios de quienes inician sus luchas. No faltan los rostros no tan fáciles de penetrar, enigmas que despiertan la curiosidad. Etc.

En fin, todo el universo material y humano, que nos habla, que porta su mensaje, que puede ser meditado, con el que se puede conversar. Y de forma amena, entretenida.

Por Saúl Castiblanco   

 

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