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Estética y funcionalidad

Redacción (Jueves, 24-10-2013, Gaudium Press) La vida diaria, tal como se presenta en nuestros días, nos ofrece constantemente impresiones, informaciones y situaciones que exigen un juicio o por lo menos un análisis, so pena de adquirir ideas con las cuales no concordamos, o asimilamos conceptos que no traducen fidedignamente lo que pensamos. Esta situación se da en todos los campos del actuar humano, entretanto, cada uno de ellos exige diferentes grados de esfuerzo. Aquellos principios que se nos presentan explicita y esporádicamente son, sin duda, más fáciles de clasificar que otros de carácter disimulado y repetitivo. Estos últimos se encuentran, muchas de las veces, encubiertos bajo una escultura, un cuadro o hasta bajo la disposición del mobiliario de una sala. En la experiencia estética que podemos encontrar principios de índole hasta metafísica, pero que entretanto, de difícil explicitación.

En este artículo nos proponemos tratar sobre el relacionamiento existente entre la estética y la metafísica, y además, cómo estos se deben armonizar con la funcionalidad. Nuestro artículo será basado en ideas del Prof. Plinio Correa de Oliveira. Habiendo partido del estudio de los primeros principios, era necesario encontrar un autor que, no solo hubiese estudiado el proceso de la contemplación estética en relación con esos, sino que sobre todo pudiese describir cómo, desde la más tierna infancia, analizó en sí ese fenómeno. En las conferencias del Prof. Plinio podemos encontrar esta contribución inédita y, al mismo tiempo, esencial para profundizar mejor las investigaciones que nos proponemos hacer.

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Primeros principios y Estética

Existen en el alma humana, desde su concepción, ciertos conceptos del intelecto. No propiamente ideas innatas, sino algo con forma de `semina scientiarum’ [1]. El principal de estos principios, y en el cual los restantes encuentran su procedencia, es el de identidad, según el cual el ser es, y el no-ser no es. Tales consideraciones son particularmente evidentes en los niños que, por encontrarse más próximos a la inocencia, y por tanto de la inerrancia (infalibilidad), poseen cierta integridad inicial. Esto importa mucho en la construcción de raciocinios y de un edificio de certezas sólidamente fundamentado. A este respecto, en una ocasión en que comentaba la inocencia en los niños, afirmaba el Prof. Plinio Correa de Oliveira:

«La posesión de la inocencia implica en tener una noción primeva (primera) cristalina, de la perfección originaria de todas las cosas. (…) En su alma existen los primeros elementos de un conocimiento racional, aliado a los principios de un amor cognoscitivo».

«Este primer conocimiento tiene en la apariencia profundidades racionales asombrosas y también superficialidades no racionales espantosas. ¡No se sabe bien cómo es que esos conocimientos conviven! Pero en realidad se conjugan perfectamente».

«Viene de ahí que el niño se pone rojo cuando se dice que lo que hizo es feo. Para educarlo, decir que hacer alguna cosa es «fea» es más convincente que decir que es «errado». Y esto es muy significativo.»[2]

Se torna evidente de este modo que, en esta relación de la inocencia con los primeros principios es de mayor importancia relacionar un acto de carácter ético con el transcendental ‘pulchrum’ [belleza] que propiamente con el `verum’ [verdad]. Hecho en sí sorprendente dada la relación de los principios iniciales con el conocimiento humano. Entretanto, en el hombre, existe una relación especialmente profunda en materia de influencias en lo que toca a este primer transcendental y que sería estudiada propiamente por la estética.

Esta disciplina encuentra dos fundamentos para apoyar sus consideraciones: la imagen-semejanza del Hombre con Dios, y los primeros principios, con base en los cuales se puede afirmar que una manzana no es un vaso y, por tanto, establecer los fundamentos más elementares de un análisis estético. Queda así resaltada la importancia de los primeros principios para la experiencia estética. La cual no es de desvalorizarse visto que, constantemente, el hombre se siente impelido a juicios y valoraciones de este carácter, ya sea implícitos, ya sea explícitos.

Beau y Joli

¿Será posible, entretanto, una estética libre de estos fundamentos? ¿Cuáles serían sus consecuencias? Para responder a estas cuestiones es necesario establecer la distinción que denominaremos de ‘beau’ [bello] y ‘joli’ [bonito]. A respecto de este tema aclara el Prof. Plinio Correa de Oliveira:

«Se entra, por ejemplo, en una sala decorada de una manera tal que ella produce a primera vista una impresión agradable, así bien arregladita, bien decoradita, acogedora, afable, y que sonroja los sentidos. Esta sala puede ser llamada ‘joli’, mas ella no es ‘belle’. ‘Belle’ se dice de una sala en que, no solo hay una impresión agradable causada sobre los sentidos, sino en la cual también, hecho el análisis por la inteligencia, se nota la conformidad de las disposiciones ordenadas de la sala con los principios de la estética.»[3]

O sea, la estética tiene exigencias, vinculadas ya sea remota, ya sea íntimamente, con los primeros principios. Principios que a su vez son relacionados con la metafísica, y que constituyen un esqueleto sólido para la valorización de la experiencia estética. Así, aquella sala arriba descrita sería realmente ‘belle’ caso proporcionase una relación de orden y de coherencia conforme al orden universal, a nuestra inteligencia y a nuestra naturaleza. ‘Beau’ sería así una «belleza profunda de substrato metafísico»[4], mientras que el ‘joli’ es «una belleza que apenas agrada la epidermis, que agrada la vista.»[5]

Esta explicación nos ayudará a comprender lo que se podría llamar la «pre-historia» de un dilema muy de moda en nuestro siglo: el binomio funcionalidad-estética. Estos antecedentes comenzaron a sentirse en el s. XIX, época de gran propagación del ‘joli’ en todos los campos. Esta especie de saturación preparó una posición psicológica en la opinión pública por la cual, la contemplación metafísica del arte, tomada en su sentido más amplio, se tornó una rutina. Sin embargo, aquello que se basa únicamente en la rutina produce fatiga y saturación y, de este modo, el deseo de algo nuevo, un anhelo de algo diferente y contradictorio a lo antiguo. Estaba establecido en las almas una tendencia que solo encontraría descanso en la funcionalidad. Llegamos al S. XX.

Funcionalidad y estética

El deseo de funcionalidad del S. XX es saciado por el Arte Moderno, corriente especialmente exaltadora de la funcionalidad. Con todo, dos preguntas son necesarias aquí: ¿no será posible un matrimonio feliz entre la estética y la funcionalidad? ¿Serán estos conceptos antagónicos o armónicos?

El matrimonio armónico entre esos dos conceptos es posible. El Arte Moderno, corriente que mejor expresa la funcionalidad sin estética, propugna «un arte basado en la negación de la validez estética bajo el pretexto de funcionalidad» [6]. Entretanto, un estilo funcional que oprime la estética, puede ser comparado a un matrimonio despótico en que lo funcional hace el papel del marido absolutista, y la estética el de la esposa oprimida y esclavizada. Negar a la estética un lugar propio y distinto de la funcionalidad es erróneo, del mismo modo que un estilo enteramente desprovisto de funcionalidad es artificial.

Lo correcto es, por tanto, establecer un verdadero matrimonio entre funcionalidad y estética. Tomemos como ejemplo una mesa. El hecho de que sus pies tengan una forma sinuosa, corresponden a una conveniencia estética, que se armoniza con la necesidad funcional que ella tenga algo que la mantenga encima de la tierra. Por tanto más allá del carácter funcional de cada objeto, u obra de arte, hay una necesidad real de realizar «unas ciertas aspiraciones, unas ciertas inclinaciones profundas del alma, unas ciertas verdades que el hombre conoce y que expresa y transmite simbólicamente a través de la estética. En ese sentido la estética tiene una función que es divorciada de lo funcional. Es una misión que es distinta de él»[7].

Por Sérgio Nunes
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[1] Cf. De Veritate q. 11, a. 1.
[2] CORREA DE OLIVEIRA, Plinio, 3-6-1974. 2-3-1995 in A Inocência Primeva e a Contemplação Sacral do Universo.
[3] CORREA DE OLIVEIRA, Plinio. Beau e Joli. São Paulo, 18 ago. 1972. Conferência. (Arquivo ITTA-IFAT).
[4] Op. Cit.
[5] Op. Cit.
[6] Op. Cit.
[7] Op. Cit.

 

 

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