miércoles, 27 de noviembre de 2024
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El católico Cézanne y el ateo Monet

Redacción (Domingo, 06-04-2014, Gaudium Press) La obra de Cézanne sigue siendo bastante valorada. Tanto es así, que el provenzal posee el récord -harto relevante en este moderno mundo ‘bancario’- de haber producido la pintura más costosa de la historia. Circuló en diversos medios como hecho verídico, que en el 2011 alguien de la familia real de Qatar pagó 250 millones de dólares por uno de los cinco «Jugadores de Cartas», dando un paso más en la intención de trasformar un museo de Doha en el nuevo Prado o Louvre. Es pues de éste ícono de la pintura, que haremos la crítica.

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Monte Sainte-Victoire, por Cézanne

Del post-impresionista considerado ‘Padre de la pintura moderna’, y quien volvió a la práctica católica 15 años antes de morir, se afirma que dijo: «Cuando juzgo el arte, cojo mi cuadro y lo pongo junto a un objeto obra de Dios como un árbol o una flor. Si desentona, no es arte». Es claro, en su obra se privilegia la naturaleza del Creador (bodegones, paisajes, escenas rurales), allí la naturaleza se hace impacto; en algunos de sus cuadros los verdes hasta adquieren una vitalidad a la Van Gogh, mientras que en otros simplemente están ahí como descanso para la vista, pero siempre se destacan.

Sí. Verdaderamente su obra es ya un puente entre el impresionismo y el cubismo (ese horror de los horrores de estos tiempos recientes). Es también cierto que un Cézanne no repugna instintivamente a la vista como sí un Picasso, o como un Gris. Sus trazos geométricos, rudos, aún tienen algo de respeto por la realidad, se nutren de la realidad y pueden vislumbrarse en ellos la realidad que los inspira. Pero estos rasgos tienen una cierta simplicidad, que, al mismo tiempo que dejan abierto el camino para el buen o mal trabajo de la imaginación, es tosca, es poco matizada, y además en muchos momentos triste.

A pesar de que en la obra de Cézanne podemos encontrar colores de tonos vivos, los conjuntos se nos aparecen un tanto lúgubres, tal vez debido a la brusquedad y tosquedad de los trazos sumadas a la combinación con colores menos claros, menos activos.

Distinto es el caso de Claude Monet. Contrario a Cézanne, a pesar de haber sido bautizado en la Fe católica Monet se tornó ateo más tarde y uno esperaría que esta situación se manifestase de una u otra manera en sus obras.

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Árbol en flor, por Monet

Es cierto que él tampoco busca ser un fotógrafo de la realidad tal como ella se presenta a la vista; él también usa ‘golpeados’ trazos fuertes (aunque más detallados, más ‘puntillados’ y por ello más cercanos al modelo original). Pero hay en su obra, primero, tonos más alegres, conjuntos de tonalidades más primaverales, y sobre todo una cierta contemplación de la naturaleza, de las edificaciones y de los hombres que consideramos más «arquetipizante», es decir, que nos reporta a un universo que fundamentado en la realidad está por encima de la realidad. Un universo lindo.

Diríamos que Cézanne expresa sí la realidad, pero lo que ella tiene de materia, de ‘bruto’. Mientras que Monet, el ateo, en buena parte de su obra busca en la realidad lo que hay de presencia espiritual elevada, incluso diríamos lo que ella tiene de trascendente. Buena parte de la obra de Monet permite partir de ahí para pensar en un mundo maravilloso; no así la obra de Cézanne. Diríamos pues, que la obra de Monet está más cerca a la fe que la de Cézanne.

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Camille Monet y un niño, por Monet

Evidentemente las anteriores son consideraciones subjetivas del autor de estas líneas. Entretanto, hay algo que es muy verdadero, y que a todo lector debe interesar: la combinación de formas, colores, volúmenes  y texturas que da en obras de arte, o en ambientes, emite a su turno un «mensaje» que va más allá de la mera representación, mensaje que en un lenguaje sin palabras pero cuán elocuente mucho nos dice. Y que si está en constante contacto con nosotros, puede ir moldeando callada pero eficazmente nuestro modo de ser.

Por esto, el cultivo de la verdadera belleza no es algo accesorio, y sí una necesidad para que los ambientes nos ayuden a caminar hacia el Creador.

Por Saúl Castiblanco

 

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