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Hans Urs von Balthasar y la recuperación de la belleza en la teología del siglo XX – I Parte

Redacción (Lunes, 22-04-2013, Gaudium Press)

Introducción

Hablar sobre la belleza en teología es un tema fascinante pero poco desarrollado. Dice el teólogo milanés Pierangelo Sequeri que la belleza se ha convertido actualmente en moda, siendo entendida más bien como una estética que es sinónimo de decoración y cosmética. La estetización posmoderna de la experiencia la concibe como un juego superficial de emociones, alejándola de su profundo encuentro con la experiencia espiritual. 2

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Von Balthasar

Entonces surge la pregunta: la belleza, ¿tiene algún interés para la teología? Por lo que hemos constatado, es un tema que desde la antigüedad griega viene causando en el hombre un deseo de explicación, pues está relacionada com la admiración, el maravillamiento y el sentido de lo absoluto. En la evolución de la teología primitiva, como más adelante en la gran escolástica, el tema de la belleza estaba presente dentro de la órbita metafísica de los trascendentales y de la estética cristiana, así como su manifestación en el quehacer cultural y cotidiano de la vida del hombre medieval. Pero hubo un momento en el que comenzó la decadencia teológica.

Hubo un momento en que se pasó de la teología «arrodillada» a la teología «sentada». Con ello se introdujo en la teología la división.

La teología «científica» se vuelve extraña a la oración y, por consiguiente, desconoce el tono con que se debe hablar de lo santo. 3
La belleza fue gradualmente desapareciendo con la decadencia de la escolástica, al ser fracturada por el nominalismo. La teología fue despojada de sus aspectos místicos y estéticos esclerosándose enteramente.

El gusto por las disputas aparatosas y vacías, por las argucias inconsistentes, por las exhibiciones fatuas de erudición, así como el lisonjeo de las viejas tendencias filosóficas, de las cuales había triunfado la Escolástica, y que ahora, ya relajado el antiguo celo por la integridad de la Fe, renacían com nuevos aspectos. 4

Perdiendo su visión de conjunto en aras de una búsqueda de la verdad por la verdad, se puso de lado el bien y la belleza. La teología pasó de ser la reina de las disciplinas a un conjunto de normas y de elucubraciones que sufrieron el embate de los tiempos modernos. Con el advenimiento de la Ilustración, la belleza no pasa de una opinión subjetiva y estética relegada a los museos y las obras de arte.

Nuestra teología nace apologética del enfrentamiento con la Ilustración y así entra en el siglo XX. Ciertamente que la teología ha recibido diversos acosos, como el positivismo científico, que niega la dimensión espiritual del hombre; o de aquellos que buscan una comprensión racionalista de la vida humana negando su dimensión religiosa; un tercer grupo más sutil, son aquellos que reconocen la dimensión religiosa del hombre pero que excluyen la Revelación positiva de Dios y por tanto la dimensión salvífica de Cristo y de la Iglesia, es decir, reducen la teología a cultura. 5

En medio de esa situación, Hans Urs von Balthasar intenta responder a la modernidad construyendo una teología a partir de los trascendentales del ser, el unum, el verum, el bonum empezando por el pulchrum como una vía más adecuada para alcanzar al hombre de hoy.

Ha coincidido con el teólogo suizo el resurgir del estudio de la belleza como trascendental del ser por filósofos como Gilson, Maritain, Aertsen y Mondin más recientemente. Sabemos que el Doctor Angélico lo trató tanto en los Comentarios al Divini Nominibus de Dionisio Areopagita como em la Suma Teológica. No cabe duda que el trascendental olvidado, como decía Gilson, ha sido estudiado y desarrollado por personalidades como el P. H. Pouillon, 6 P. Abelardo Lobato, 7 P. Mauro Mantovani, 8 P. Leo Elders, 9 Juan Fernado Sellés, 10 Tomás Melendo Granados 11y Angela Monachese 12 entre otros, que han explicitado las características auténticas de la belleza como trascendental del ser, que implícitamente delineó el Doctor Angélico, así como su verdadero alcance.

Pero no cabe duda que en el campo teológico ha sido a Hans Urs von Balthasar, (1905-1988) al que le cupo la honra de redescubrir y colocar la belleza como trascendental del ser en la teología del siglo XX. Un análisis de su obra teológica «Gloria», así como su importancia para abrir un camino a la via pulchritudinis.

«Gloria», la experiencia de lo bello

La categoría de lo bello ocupa en la filosofía y en la teología contemporánea un rol insignificante. Hans Urs von Balthasar, ha desarrollado su visión teológica partiendo de la categoría de la «gloria», de la experiencia de lo bello, lo ha explicado claramente al inicio de su «estética teológica»: el término belleza es «una palabra, además de la que, en la época moderna, se há distanciado la religión y especialmente la teología, las cuales han delimitado enérgicamente sus fronteras frente a ella, una palabra anacrónica para la filosofía, la ciencia y la teología (Gloria I, p. 22). 13

Comenzaremos por la biografía del teólogo de Lucerna relatada por un sobrino suyo, Mons. Peter Henrici, S.J. 14 obispo emérito de Chur, que conoció más de cerca a su tío, resaltando los puntos que nos parecen más significativos.

Balthasar nace el 12 de agosto de 1905 en Lucerna, siendo hijo de una familia culta y destacada. De sus padres recibió una fe espontánea, sencilla, inexpugnable en el mejor sentido de la palabra, en la que influyó notablemente su madre. Esta piedad se conservó sin rupturas hasta el fin de su vida. De su formación cultural destacaremos su amor por la música así como su entusiasmo por el mundo de la literatura, ambas influenciarán notablemente toda su labor teológica.

Su encuentro con Cristo ocurrió un poco antes de hacer su Disertación sobre Germanística. Asistió a unos Ejercicios Espirituales de 30 días, cerca de Basilea. Balthasar dice que nunca había pensado ser sacerdote, pero una mañana, meditando sobre el primer tiempo de elección, sintió una voz que le llamaba como Cristo al Publicano Leví, que le decía que debería dejarlo todo y seguirlo. La influencia de este llamado así como la Espiritualidad Ignaciana, formarán parte esencial de su visón teológica, en especial en los sentidos internos del alma y la indiferencia en los diversos estados. Tras el ingreso en la Compañía de Jesús en 1929, cursa el bienio de filosofía em Pullach (Alemania) donde conoció y entabló una larga amistad con el filósofo jesuita P. Erich Przywara y más tarde en Lyon-Frouvriere, conoció al teólogo P. Henri de Lubac quien lo orientó en los estudios de los Santos Padres.

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Leyó, entre otros, las obras completas de San Agustín, a Orígenes y Máximo el Confesor así como Dionisio el Areopagita con su concepción jerárquica, litúrgica y sacramental del cosmos. Francia también le dio la oportunidad de tomar contacto con el pensamiento de los poetas Peguy, Bernanos y Paul Claudel a quien conoció personalmente. En esa época comenzó su amistad con el teólogo reformado suizo Karl Barth, al que buscaba convertir. Al terminar sus estudios le fue ofrecido ir como profesor a la Gregoriana em Roma pero prefirió ser capellán de la Universidad de Basilea e impartir los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, cosa que realizó hasta el fin de su vida.

Otro hecho que influenció en su teología es el encuentro con Adrienne von Speyr, a quien condujo a la conversión. En este período, Baltasar escribe una serie de libros como Teología y santidad, y dos monografías dedicada una a Teresa de Lisieux y otra a Isabel de la Trinidad, figuras que sorprendieron la vida de Baltasar e introdujeron en su pensamiento teológico el tema de la infancia espiritual.

En su última obra, Si no os hacéis como este niño, llama la atención sobre el aspecto de la inocencia diciendo:

Para Jesús, evidentemente, el estado de la primera infancia nunca es algo moralmente indiferente o carente de consecuencias. Los modos de ser del niño – sepultados ya para los adultos – muestran y miran hacia la zona originaria en la que todo acontece hacia lo correcto, lo verdadero y lo bueno, en un estado de protección escondida que no se puede devaluar como pre-ética o inconsciente (como si el espíritu infantil no hubiera despertado aún, como si estuviera, tal vez, en un nivel todavía animal, en el que el niño nunca existe, tampoco en el vientre de la madre), sino que manifiesta en realidad una esfera del originario ser sano e íntegro, e incluso – dado que el niño no puede primero distinguir entre el amor de los padres y de Dios – contiene un momento de santidad. 15

Recuperando la mística, la metafísica y la estética

El teólogo de Lucerna recupera para la teología, la mística, la metafísica y la estética, puestas de lado en la discusión con la Ilustración.

La tentación de occidente frente al cristianismo ha consistido en esperar de él ante todo una respuesta moral y política, dejando a la sombra la mística, la metafísica y la estética que eran sus frutos más humildes pero más sabrosos y fecundos. 16

Balthasar no fue invitado a participar del Concilio Vaticano II, ni como perito, ni como teólogo. En la década de los 70 funda con el P. Henri de Lubac y el P. Joseph Ratzinger la Revista Teológica Communio. El Papa Juan Pablo II quiso agradecer su encomiable labor teológica creándole cardenal el 25 de mayo de 1988 pero falleció dos días antes del consistorio en Basilea.

Hans Urs von Balthasar y su método teológico

Su obra teológica es de una sorprendente simplicidad así como de una variedad desconcertante. En ella se está jugando siempre con la penetración en el centro mismo de la realidad: Dios se ha revelado como amor, entregado hasta los límites de la solidaridad en la muerte, suscitando revelación y belleza desde la inocencia absoluta. 17

El niño es evocado a la conciencia de sí mismo por el amor y la sonrisa de la madre. El horizonte del Ser infinito se abre para él en cuanto revelándose en cuatro cosas, 1) que él es uno en el amor de su madre al tiempo que no es su madre; 2) que este amor es bueno, y por lo tanto, todo Ser es bueno; 3) que este amor es verdadero; 4) que este amor provoca alegría y gozo y por lo tanto todo Ser es bello. 18

Su originalidad «radica en presentar la teología no en clave analítica sino de contemplación». 19 Por ello, ha querido utilizar en su obra teológica los trascendentales del ser: «porque se da de la manera más fácil posible el paso de la verdadera filosofía a la teología bíblica de la revelación». 20 Esta es una clave decisiva para la adecuada comprensión de su pensamiento, de su visión de la relación entre filosofía y teología. El teólogo suizo busca recuperar la belleza desde el campo de la metafísica de los trascendentales para dar una respuesta plausible en un lenguaje apropiado con su estética teológica. Así lo explica:

Lo Uno, lo Bueno, lo Verdadero, lo Bello, es lo que llamamos atributos trascendentales del Ser porque sobrepasan los límites de las esencias y son coextensivos al Ser. Si hay una distancia insuperable entre Dios y la criatura, si hay una analogía entre ellos que no puede resolverse en ninguna forma de identidad, entonces tendrá que existir también una analogía de los atributos trascendentales en la criatura y en Dios. 21

La metafísica de Balthasar está atravesada por una corriente fenomenológica nutrida por un Husserl temprano y un Scheler que se manifiesta tanto en la acentuación enfática de la orientación hacia el objeto y su receptividad como en el carácter de servicio que conviene al conocimiento de la vida. El secreto de la estructura interna de todo su pensamiento metafísico, aquí vemos la influencia de su maestro Przywara, está en su comprensión de la distinción real, la analogía entis y el comparativo del ser. Balthasar intenta desarrollar, más allá del concepto tomista de ‘distinctio realis’, una ontología real fenomenológica de la relación entre el ser y la esencia. 22

Por Francisco Berrizbeitia Hernández, EP 1

(Mañana: El método de Balthasar y sus falencias – La Estética Teológica)

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Notas

1) El autor pertenece a los Heraldos del Evangelio y es Licenciado en Teología Fundamental por la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma – Italia).
2) Cfr P. SEQUERI, «Lumen Sensibus» in Cristianísimo e bellezza a cura di Natalino Valentini. Milano 2002, 96-99.
3) H. U. v. BALTHASAR, «Teología y Santidad» in Verbum Caro, Madrid 2001, 222.
4) P. CORREA DE OLIVEIRA, Revolución y Contrarrevolución, Madrid 1992, 44.
5) Cfr O. GONZALEZ, «El quehacer de la teología», Salmantitencis LIII 2006, 268-272. 6) H. POUILLON, «La beauté proprieté trascendentale chez les scholastiques (1220-1270) », in Archive D’Historie Doctrinale et litéraire du Mogen Age, 1946, 263-329.
7) A. LOBATO, Ser y Belleza, Madrid 2005; «Los trascendentales en Santo Tomás de Aquino», Aquinas XXXIV , 1 1991, 203, 221; «Los tres elementos de la belleza categorial», E-aquinas 4, 2006,.
8) M. MANTOVANI, M. «Il pulchrum nell’orizzonte dei trascendentali dell’essere in S. Tommaso d’Aquino », PATH 4-2 2005.
9) J. ELDERS, . «La teología y la metafísica de la belleza en Santo Tomás de Aquino», Sphaera 10, Madrid 2006.
10) J. F. SELLÉS, «El método cognoscitivo de la belleza trascendental», Ciencia Tomista 133, 2006 1, 87-99.
11) T. MELENDO GRANADOS, «La experiencia perfectiva del ente en el trascendental pulchrum», Estudios filosóficos XXXV 1986 103-126.
12) A. MONACHESE, La belleza come nome di Dio nel pensiero di Tommaso d’Aquino, Roma, 2008.
13) J. RATZINGER, «Prefacio» en Dio e il bello in sant’Agostino a cura di J. Tscholl, Milano 1996.
14) Cfr P. HENRICI, «Semblanza de Hans Urs Von Baltasar», Communio IV-V 1989, 356-391.
15) H. U. v. BALTHASAR, Si no os hacéis como este niño, Santa Fe. 2006. 14-15.
16) O. GONZALEZ, «Elaboración de una cristología sistemática», Salmanticensis, XXXIII 1986, 29.
17) Cfr O. GONZALEZ, «La obra teológica de Hans Urs Von Balthasar», Communio IV 1988, 373-374.
18) H. U. v. BALTHASAR, «Intento resumir mi pensamiento», Communio IV, Madrid, 1988, 284.
19) J. A. SAYES, La esencia del cristianismo. Diálogo con K. Rahner y H. U. Von Balthasar. Madrid
2005, 215.
20) H. U. v. BALTHASAR, Epílogo, Madrid 1998, 9.
21) H. U. v. BALTHASAR, «Intento resumir mi pensamiento», Communio IV, Madrid, 1988, 284.
22) Cfr E. BAUER, «Corrientes modernas en el siglo XX», 282-284.

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