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Un enfoque tomista sobre la psicología de la Opinión Pública – II Parte

Redacción (Miércoles, 05-12-2012, Gaudium Press) A continuación la segunda parte de un análisis del concepto y realidad de la opinión pública, partiendo de bases tomistas:

Otras características de la auténtica opinión pública

Según Sciascia (s. d.), la Opinión Pública acostumbra tener más juicio, prudencia y continuidad que algunas opiniones corrientes en ciertos ambientes intelectuales especializados. Sirve de ejemplo la famosa frase atribuida a Joãozinho Trinta, jefe de una escuela de samba en las últimas décadas del siglo XX, sobre las críticas que se hacían a la riqueza y al requinte de algunas fantasías carnavalescas: «Al pueblo le gusta el lujo. A quien le gusta la pobreza es intelectual» (apud IKEDA, 2006).

Sciascia (s.d., p. 102) asevera que «la opinión pública ve la realidad en colores nítidos, sin borrones». Ella puede ser inestable en la superficie, pero acostumbra tener relativa continuidad en profundidad.

Métodos de estudio

Existen diversas metodologías, cuyo empleo varía en función de las escuelas teóricas adoptadas. De entre las actuales, Sciascia (s.d.) destaca principalmente:

a) Sondeos o investigaciones – Generalmente dirigidas a temas políticos, económicos y sociales. Su desventaja es la dificultad de evaluar las causas de las opiniones manifestadas, además de que muchas veces el entrevistado no sabe, no quiere decir o enmascara su respuesta, y el entrevistador puede condicionarla indirectamente. Para evitar distorsiones, en algunos casos el entrevistador puede disfrazar cuál opinión desea sondar.

b) Pesquisas sobre opiniones intercorrelacionadas – Visando minimizar las dificultades anteriores, se puede confrontar las respuestas de varios grupos sobre una misma cuestión, o las opiniones de un mismo grupo sobre diversos problemas
conexos.

c) Pesquisas intensivas – El investigador indaga también las razones que llevan al entrevistado a tener determinada opinión. Para facilitar el trabajo de evaluación posterior, las preguntas tienden a ser lo más simples y claras posibles.

d) Escalas de actitudes – El investigador ofrece varios grados de actitudes u opiniones, pidiendo al entrevistado que defina el suyo. Un ejemplo es la Escala de Distancia Social de Bogardus, usada para evaluar los sentimientos entre grupos religiosos, étnicos o políticos.

Aunque tales métodos no existiesen durante la Escolástica tomista, los principios por ella enunciados pueden ser de gran utilidad en la interpretación de los datos proporcionados posteriormente, como podremos constatar en los próximos tópicos.

Evolución del fenómeno de la opinión pública en función de los medios de comunicación

Sciascia (s.d.) recurre a la conferencia de Joseph Folliet en la 42ª Semana Social de Francia, para proponer la siguiente evolución:

a) en la civilización arcaica – La comunicación se hace por medio de la transmisión oral, o sea, de la tradición. Se ignora la escrita. Las reacciones son estereotipadas y fácilmente previsibles, con base en las costumbres y mitos del grupo. Se juzga el presente en referencia al pasado, sea acumulado en la costumbre, sea transfigurado en el mito. En ella el trazo esencial de la opinión es la continuidad. Los «notables» y los formadores de opinión son los representantes del pasado (los ancianos, el patriarca) y/o los representantes del mito (brujos, payés, etc.). Vale resaltar que tales conceptos se aplican también a la Religión verdadera y a la sociedad tradicional inspirada por ella, teniendo patriarcas, profetas y autoridades religiosas como representantes.

b) en la civilización gráfica – En la primera fase, la de la escrita simple (Edad Antigua y Media), la opinión pública asume un carácter urbano, para donde van los formadores de opinión, instalados en las escuelas, teatros, después en los monasterios, etc. El campo permanece en la fase anterior o sufre influencia indirecta de la ciudad. Surge un nuevo tipo de notable, que es el «letrado» o intelectual. En la segunda fase, la de la prensa, (a partir del siglo XVI), se acentúa el carácter urbano y el papel de los letrados. Comienza la influencia «de aquello que está impreso». Se inicia (principalmente en el siglo XVII) la época del libro, seguida en el siglo XVIII por la de los panfletos, previos a la Revolución Francesa, y, después ésta y con la Revolución Industrial, la de los diarios, como agentes formadores de la opinión pública. Los progresos técnicos favorecen cada vez más esta evolución.

7.jpgc) en la civilización audiovisual – Tuvo pleno desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial. La opinión tiende de urbana a universal, adaptándose al concepto de aldea global, del sociólogo canadiense Marshall McLuhan (1967). La información se difunde no tanto como concepto, sino más en la forma bruta de la imagen visible y sonora. La opinión tiende a tornarse casi instantánea, sin embargo menos profunda y durable. Los estímulos son múltiples; las reacciones emocionales, superficiales y numerosas. Los notables aparentes son los personajes de los medios. Por atrás de ellos, los verdaderos formadores son los «ingenieros de almas» (SCIASCIA, s.d., p. 105).

El estudio de Ugo Sciascia es previo al advenimiento de internet. Cabría una nueva evaluación después del mismo, pues la world wide web, aunque todavía dentro del concepto lato de recurso audiovisual, viene propiciando un completo cambio en los patrones de formación y conducción de la opinión pública, objeto del interés de la Sociología y de la Psicología Social.

Psicología de la opinión pública

Sciascia (s. d.) se basa en la ‘Filosofía dell’opinione pubblica’, de autoría del P. F. A. Morlion, para estudiar los efectos de los modernos instrumentos de conducción de la opinión pública sobre las potencias del hombre.

a) Sobre la inteligencia – La veloz sucesión de informaciones tiende a producir una indiferencia, y hasta aversión, por la normal actividad del entendimiento, que consiste en pasar, mediante el análisis y el raciocinio, de lo particular y de lo efímero a lo universal y lo eterno. Las consecuencias sociales son la debilitación de la capacidad de análisis y hasta la alienación en relación a los temas socio-culturales y políticos, que quedan a disposición de los mismos proveedores de informaciones e impresiones.

b) Sobre la voluntad – La continua repetición sin argumentos substanciales tiende a limitar la libertad de la voluntad, por atrofiar la capacidad de juicio personal, que solo es libre cuando es independiente de presiones y parte de un juicio universal, basado en la Fe y en la razón. Pero los medios de comunicación no dan tiempo al hombre para raciocinar, induciéndolo a adoptar juicios, y, por tanto, también deseos y decisiones, proveídos por otros. La consecuencia social es la «docilidad inconsciente» (SCIASCIA, s.d., p. 107) de la masa, capaz de desembocar en actos que un integrante suyo, tomado aisladamente, condenaría.

c) Sobre la imaginación – El predominio de los medios audiovisuales (canciones, TV, radio, etc.) tiende a hipertrofiar la imaginación en detrimento de las facultades espirituales. La consecuencia social es la influencia de los profesionales de medios sobre la de los predicadores, legisladores, profesores, etc. Una clase de filosofía tiene 40 alumnos, un sermón, 200 personas, un romance, 10 mil lectores, mientras la radio y la TV tienen millones de espectadores.

d) Sobre las facultades apetitivo-sensitivas – Los medios, en especial la industria de la diversión, tiende a excitar la sensibilidad, acarreando un refuerzo del predominio de la sensibilidad sobre la Inteligencia y la Voluntad. Habituarse a la emotividad y a la excitación lleva a una necesidad cada vez mayor de estímulos (sed de sensaciones).

La consecuencia social es la creación de mitos sociales y políticos, con bastante fuerza de influencia: el mito de una felicidad cinematográfica norteamericana, en el mundo occidental, raíz de su materialismo pragmático, y hasta de la criminalidad. Y el mito del «paraíso terrestre comunista» (SCIASCIA, s.d., p. 107), por otra parte, ya incorporado por gran parte de occidente. Sciascia (s.d.) destaca la inutilidad del combate meramente racional a estos mitos, por ser formados principalmente por instintos, repulsiones, codicias, miedos, frutos de la propaganda dirigida a las facultades apetitivas inferiores.

Él sugiere la creación de nuevos mitos populares, dignos del hombre, dirigiendo la opinión pública para vistas más altas, basándose en el substrato existente en la opinión pública de cada pueblo oriundo de la tradición. Esta contiene disposiciones de la inteligencia, voluntad y sensibilidad colectivas que pueden y deben ser potencializadas, juntamente con la formación de un sano espíritu crítico, fundados en sólidos fundamentos morales y culturales.

Por Lamartine de Hollanda Cavalcanti Neto

 

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