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Un guerrero bien armado: San Roberto Belarmino

Redacción (Lunes, 19-01-2012, Gaudium Press) El siglo XVI fue, sin duda, uno de los más agitados en la historia eclesial. Europa, desde la revolución de Martín Lutero y el surgimiento de los sofismas y herejías de Zwinglio, Calvino, Henrique VIII y otros, vivió horas trágicas con agitaciones profundas, extensas y violentas en el campo religioso y hasta incluso en el social.

3.jpgLa luminosidad, los encantos y la belleza del pensamiento del hombre medieval se rompieron, abriendo paso al renacimiento, «la cual caminaba orgullosa de los innegables talentos de los hombres suscitados en la ocasión en que ella se desarrolló. Laica, dirigida a los placeres de la Tierra, plagada de neo-paganismo», afirmaba Plinio Corrêa de Oliveira.

Lamentable era la situación del Clero y de las órdenes religiosas, algunas en franca decadencia. En el aire, se sentía la gran corrupción de costumbres y la libertad de las malas tendencias; cristianos viviendo como paganos y negando prácticamente el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo: rebeliones, sacrilegios y escándalos cubrieron todo el continente europeo.

Entretanto, Dios en Su Providencia misericordiosa, jamás abandonó ni abandonará a su Iglesia. Hecho sorprendente y admirable! Siempre en las horas más calamitosas y de mayor corrupción y miserias morales y herejías, surgen extraordinarios santos y héroes.

Una secuela de santos

En el siglo de la revolución protestante (XVI), Dios suscitó un Ignacio de Loyola, una Santa Teresa de Ávila, San Cayetano Tiena, San Jerónimo Emiliano, San Felipe Neri, San Antonio Zacarías, San Luis Gonzaga, y una serie de bienaventurados. En esta hermosa constelación, como respuesta del cielo a la herejía que negaba la santidad de la iglesia, brilla también la figura singular de Roberto Belarmino.

Este santo fue uno de los más valientes defensores de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana contra los ataques de los protestantes. Sus libros son tan sabios y llenos de argumentos convincentes que uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos: «Con escritores como éste, nosotros estamos perdidos, no hay cómo responderle».

San Roberto nació en Italia, en la ciudad de Montelpuciano, Toscana, en el año 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Se cuenta que ya en tierna edad el niño Roberto daba muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Él recitaba de memoria muchas páginas en latín del poeta Virgilio, como si las estuviese leyendo.

En respuesta a su entrega a Dios, se lee en sus memorias: «En un instante, cuando más deseoso yo estaba de conseguir cargos honoríficos, de repente me vino a la mente la rapidez con que pasan los bienes de la tierra y la cuenta que todos nosotros vamos a tener que dar a Dios, y me produjo el ideal de entrar a la vida religiosa». Roberto fue recibido en la Orden de los Jesuitas en Roma en el año 1560; él entraba a la compañía para escapar de cargos honoríficos tales como ser obispo o cardenal, pues las reglas de los jesuitas en la época prohibían ambas posiciones.

Pero los planes de la divina providencia eran otros. Roberto se negaba a aceptar tan alto cargo diciendo que los reglamentos de la compañía de Jesús prohibían aceptar títulos elevados de la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía el poder para dispensarlo, y por último le mandó, bajo pena de pecado mortal, aceptar el cardenalato.

Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, entre otros) habían publicado una serie de libros contra la Fe Católica, y los católicos no encontraban cómo defenderse. Entonces, el Sumo Pontífice solicitó al santo preparar a los sacerdotes para enfrentar los contradictores de la Religión y a dirigir a los jóvenes seminaristas, entre ellos San Luis Gonzaga.

Él fundó un curso que se llamaba «Las Controversias», para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios y escribió el CATECISMO RESUMIDO, el cual fue traducido en 55 lenguas y 300 ediciones.
Murió el día 17 de septiembre de 1621, y el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró Santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.

Pidamos a San Roberto Belarmino un ardiente deseo de conocer, amar y defender la Doctrina Cristiana.

Por Esther Pinales

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