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La lógica y la virtud, ¿qué relación hay entre ellas? – Parte II

Redacción (Jueves, 15-08-2013, Gaudium Press)

El origen del desorden intelectual:

El hombre es un microcosmos, cuenta en su naturaleza con elementos del reino mineral, vegetal, animal y espiritual. Estos elementos traen leyes contradictorias que, debido al pecado, se entrechocan en nuestro interior. He aquí la razón de que San Pablo afirme: «En mi interior, yo amo la Ley de Dios; mas percibo en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y que me torna esclavo de la ley del pecado que está en mis miembros» (Rm 7, 22-23).

Se puede dar un ejemplo de eso. Alguien puede estar delante de un objeto que no le pertenece, y que al mismo tiempo le atrae muchísimo. Un lado suyo: el elemento espiritual el cual pide una dedicación cada vez mayor a los impalpables y a lo sobrenatural, le hace recordar que el mandamiento de la ley de Dios ordena no codiciar cosas ajenas. Por otro lado, la ley animal, que él también posee en sí, se esquiva de esa tendencia, llamando su atención para lo que es concreto y material. Hace entonces que, sus instintos lo induzcan a la apropiación de aquello que le agrada, aunque no le pertenezca.

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«En mi interior, yo amo la Ley de Dios; mas percibo en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y que me torna esclavo de la ley del pecado que está en mis miembros», San Pablo.

Los ejemplos podrían ser indefinidamente multiplicados, pues hay una lucha constante entre las varias leyes que originan las dificultades de esta vida.

Ya en el libro de Job encontramos el pasaje: ‘Vita hominis super terram militia est’ (Jó 7,1) De hecho, hay una lucha para todos los hombres en su vida, y en esa lucha el hombre pierde cuando deja de buscar el bien o la verdad realmente dichos.

Eso sucede en nuestras almas cuando nos deparamos con algo llamado racionalización. ¿Qué es racionalización? Es un acto malo que es hecho por el intelecto que busca driblar la ley a través de un principio inventado. El hombre delante de determinada situación, busca justificarse a través de un raciocinio, un sofisma. Pone así una máscara y tapa su consciencia. Hace una artimaña religiosa.

¿Por qué el hombre hace eso? Nosotros sabemos por la Doctrina Católica, y por la propia Filosofía, que el hombre nunca practica el mal por el mal y nunca practica el error por el error. Hay una imposibilidad de la propia naturaleza humana de permitir que el hombre abrace el mal por el mal y el error por el error. Entretanto: ¿peccatus quis inteligit?

Por ejemplo, no es raro encontrar personas que hacen suyos, según la «inspiración» de los instintos le dicen a la mente, patentando que las potencias de alma en aquellas están todas ellas desordenadas; el hombre hodierno es un derrotado en esa materia.

Ahora, en esa lucha inevitable que existe en la vida humana, vence aquel que, con el auxilio de la Gracia, hace prevalecer la potencia que está por encima de las demás: la razón y sobre todo, esa iluminada por la Fe. Haciendo cumplir los deseos de Dios, teniendo en sí la convicción de que la verdad y, por consiguiente, la felicidad se encuentra cuando se orienta su voluntad a Dios, Bien supremo y fin último del hombre.

Es justamente así el modo como los santos traban su lucha. Fue así como los santos vivieron. Al estar ellos haciendo prevalecer la razón y sobre todo, esa iluminada por la Fe no hacen otra cosa sino cumplir la voluntad de Dios.

Y cuando se hace la voluntad de Dios, o sea, cuando se es santo, aquellos dones perdidos por Adán en el paraíso son en parte depositados en el alma de él haciéndolo más conforme a la imagen y semejanza de Dios. Hay en su pensamiento y por tanto en su vida, de un modo notorio: la verdad, el bien, la felicidad. Son ellos los más felices y lógicos de entre los hombres.

Por André Luiz Moura.

 

 

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