viernes, 26 de abril de 2024
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Padre Cecchin, la Virgen es Reina, y también Esclava

La Sagrada Esclavitud es como que el Secreto María, reservado para estos tiempos, por el cual los hombres alcanzarán como nunca las estrellas de la vida divina”.

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Redacción (22/05/2023 11:53, Gaudium Press) Es una pena tener que contradecir al presidente de la Pontificia Academia Mariana, P. Stefano Cecchin, quien en declaraciones aportadas por COPE dijo – seguramente con la mejor intención de evitar desviaciones en la piedad – que “María es la mujer inteligente; no es la esclava, dice sí a Dios después de comprender aquello que le pide”.

Resalta el sacerdote en la entrevista con el medio español, repitiendo a Pablo VI, que “conocer la verdadera doctrina católica sobre María, significa tener la llave que abre al misterio de Cristo y al misterio de la Iglesia”, algo que es muy real. “Una formación verdadera, ayuda para una verdadera devoción mariana”, afirma también el presbítero, algo que también es muy cierto y por eso insiste en una buena formación mariana, también para el clero.

Entre tanto, la teología mariana ya ha dado más que su aval a la condición de esclava de la Virgen, y también a la devoción de la Sagrada Esclavitud a la Virgen.

Dice Michael J. Gruenthaner, S. I. (1) que la Virgen, al responder al saludo del arcángel Gabriel: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra’ (Lc 1, 38), manifestó que “su fe en la revelación del ángel fue completa y sin reservas”. No obstante, vemos aquí que lo que realizó entonces Nuestra Señora fue sobre todo un obediente acto de fe, más que la adhesión de la voluntad a un entendimiento racional del misterio de la encarnación y la maternidad divina.

Es claro que la Virgen sí quiso “informarse sobre el modo en que se realizará el gran misterio” de la maternidad divina, según declara en su difundida obra de teología mariana (2) Antonio Royo Marín, pero insiste este erudito en que lo que ella realizó ahí, como esclava de la voluntad de Dios, fue un acto de “fe en la revelación del ángel”, por donde vemos su total obediencia y profunda humildad, de Esclava.

De hecho, cuando en el Tratado de la Verdadera Devoción, San Luis de Montfort propone a los fieles la práctica de la esclavitud mariana, lo que dice es que de esa manera se imita mejor a Jesucristo, Esclavo de la voluntad del Padre, y a María Santísima, Esclava de la Voluntad divina: “Dedicarse por completo al servicio de Jesucristo y de su Santísima Madre es imitar a aquello que la Sagrada Escritura dice del Salvador: ‘Tomó la forma de siervo (Fililp. 27) y repetir lo que afirmó la Virgen: ‘He aquí la esclava del Señor’ (Lc 1,38)”. (3)

Esta misma idea de la esclavitud del propio Jesucristo, la repite el Santo de Montfort en la redacción de su fórmula de consagración a la Virgen como esclavo de amor: “Os doy gracias [Jesucristo] por que os habéis anonadado tomando la forma de esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio”.

Tal vez los temores del P. Cecchin a la expresiones “esclavo” o “esclava” referidas a la Virgen, provengan de que él tenga predominantemente presente en su espíritu la esclavitud como ha sido concebida y practicada históricamente por los hombres, con todas las vejaciones a la dignidad humana que le fueron asociadas.

Si esto fuese así, pues le proponemos la lectura de lo que dice San Luis de Montfort en el Secreto de María sobre aquello que es esclavitud mariana: Ser esclavo es “entregarse, consagrarse y sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento, por entero y sin reserva alguna: cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna, como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos, gracias, virtudes y satisfacciones. Es preciso notar aquí que con esta devoción se inmola el alma a Jesús por María como un sacrificio (…) He dicho que consistía esta devoción en entregarse a María en calidad de esclavo y es de notar que hay tres clases de esclavitud. La primera es esclavitud de naturaleza; buenos y malos son de esta manera siervos de Dios. La segunda es esclavitud forzada; los demonios y los condenados son de este modo esclavos de Dios. La tercera es esclavitud de amor y voluntaria; y con ésta debemos consagrarnos a Dios por medio de María del modo más perfecto con que puede una criatura consagrarse a su Creador”. (4) Si la esclavitud de amor es el modo más perfecto de entregarse a Dios, pues es claro que ese fue el medio que usó María.

Además, si el recelo del P. Cecchin es el de que asumir la condición de esclavo es un rebajar de la dignidad del hombre, pues hemos de decir que en el caso de la esclavitud de amor, lo que ocurre es justamente lo contrario, un engrandecimiento gigantesco del hombre-esclavo, como bien lo afirma Mons. Juan Clá en su obra ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres: “En el momento en que los esclavos de María morían para sí y para el mundo, asumiendo la servidumbre voluntaria, ellos se tornaban, por así decir sagrados. Cuanto más se habían rebajado, tanto más alto ascendían”. (5)

Es claro: María Santísima empieza a vivir, a hacer presencia personal en sus siervos, y su dignidad se trasmite a ellos, sus ‘propiedades’. Igual que en la Virgen Esclava, en quien vivía la dignidad de la Santísima Trinidad, pues al hacerse esclava se hizo Madre de Dios. Igual que en San Pablo, el siervo-esclavo del Señor, que renunció a ser lo que era, y que en un momento pudo declarar que no vivía más él sino que era el propio Cristo quien vivía en él.

La Sagrada Esclavitud es simplemente una Escalera de Jacob para que la vida trinitaria se esparza hacia los hombres: “Yo quiero que viva en mí la Santísima Trinidad presente en el Verbo Encarnado; quiero que el Verbo Encarnado viva en mí presente en Nuestra Señora, y que Ella viva en mí presente en la Santa Iglesia Católica, que es la faz augusta y sagrada de María”. (6)

Es decir, el hombre se anonada hasta la renuncia total entregando todo a la Virgen, a Dios, y en ese anonadamiento alcanza las estrellas.

La Sagrada Esclavitud es como que el Secreto María, reservado para estos tiempos, por el cual los hombres alcanzarán como nunca las estrellas de la vida divina.

Por Saúl Castiblanco

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(1) Michael J. Gruenthaner, S. I. María en el Nuevo Testamento. p. 88 in Mariología. J. B. Carol. BAC. Madrid. 1964.

(2) Royo Marín, Antonio. La Virgen María – Teología y Espiritualidad Marianas. BAC. Madrid. 1968. p. 68.

(3) San Luis Grignion de Montfort. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. n. 72

(4) El Secreto de María p. 2 a n. 29-32 in Royo Marín, Antonio. Teología de la Perfección Cristiana. BAC. Madrid. 1994. p. 97.

(5) Mons. João Scognamiglio Clá Dias. Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens – I – Minhas relaçoes com Maria Santíssima. Arautos do Evangelho. Sao Paulo. 2019. p. 90

(6) Ibídem. p. 92.

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