domingo, 28 de abril de 2024
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No hay Contra Revolución fuera de la Iglesia y del auxilio de la gracia

El punto más sensible y verdaderamente decisivo de la lucha Revolución y Contra Revolución se trasladó de la sociedad temporal a la espiritual, y pasó a ser la Santa Iglesia.

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Redacción (09/03/2024 17:20, Gaudium Press)  Quien navegue a través de los abundantes contenidos publicados en el universo de internet referentes al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira —trabajos académicos, artículos de opinión, reseñas biográficas, vídeos acerca de diversa temática— constata de inmediato un complicado problema de visión obliterada.

Incluso haciendo caso omiso a las abundantes falsedades —ya sean mentiras descaradas, medias verdades malintencionadas o simplemente groseras difamaciones—, lo que más sorprende en las materias que le son favorables o, al menos, imparciales, es la frecuente presentación de la figura del Dr. Plinio desde un solo aspecto, que si bien puede ser verdadero, no constituye la realidad completa, de la misma manera que ver una habitación enorme por el pequeño agujero de una cerradura nunca podrá proporcionarnos una noción cabal de su interior.

Hombre de acuidad política impar, genial diplomático, distinguido aristócrata paulista, meticuloso estratega en sus disputas contra el movimiento revolucionario del momento… ¡Cuántos títulos se le podrían dar! Sin embargo, sólo son partes de un todo, que en sí mismas no definen su personalidad, ni siquiera su característica más importante.

Un tratado de amor a Dios

Algo parecido ocurre con su magistral ensayo Revolución y Contra-Revolución. Impresionados quizá por la precisión de sus análisis históricos, sociopolíticos, psicológicos e incluso diplomáticos, muchos de sus admiradores yerran al considerar que cualquiera de estos aspectos constituye su esencia.

En realidad, el principal rasgo de ese escrito radica en su carácter moral y religioso. Con razón llegó a afirmar ante sus discípulos que esa obra «es, a su manera, un tratado de amor a Dios»1 y, «si se tomara en serio, un manual de vida espiritual».2

La Revolución tiene su origen en el mal moral

En primer lugar, hay que tener en cuenta el origen del enemigo que el magistral texto analiza: la Revolución en su proceso ya cinco veces secular de deterioro de la civilización cristiana. Proviene ella del pecado, del que es hija,3 y podríamos añadir… predilecta. No puede ser más evidente, en consecuencia, que «su raíz es moral y, por tanto, religiosa».4

Cuando el hombre cede a las tendencias desordenadas anidadas en su alma como fruto del pecado original, acabará pecando… Podemos constatarlo cuando echamos una mirada al mundo que nos rodea. Pero si, superando el ámbito de la mera flaqueza humana, su insurrección contra los mandamientos le lleva a la negación de la bondad, «puede ir más allá, e incluso llegar al odio, más o menos inconfesado, al orden moral en su conjunto. Ese odio, revolucionario en esencia, puede engendrar errores doctrinarios, y hasta conducir a la profesión consciente y explícita de principios contrarios a la ley moral y a la doctrina revelada, como tales, lo que constituye un pecado contra el Espíritu Santo».5

Recordemos que la fuerza impulsora de la Revolución se encuentra en las tendencias desordenadas,6 y los «valores metafísicos» que expresan adecuadamente su espíritu y, por consiguiente, caracterizan sus metas son «igualdad absoluta, libertad completa».7 Para lograr sus objetivos, «dos pasiones son las que mejor la sirven: el orgullo y la sensualidad»,8 que el Dr. Plinio solía etiquetar como «resortes impulsores», considerando que no hay nada en la Revolución que no sea movido por ellos. La generalización y exacerbación de estos vicios fue lo que generó la explosión en cadena del proceso revolucionario y todas sus consecuencias.

La primacía de la virtud y de la gracia en la lucha contrarrevolucionaria

A la vista de este resumidísimo esbozo acerca del aspecto moral de la Revolución, se entiende fácilmente que el Dr. Plinio resalte con insistencia en la Parte II de su obra, dedicada a la Contra-Revolución, la práctica militante de las virtudes opuestas como signo distintivo indispensable de quienes anhelan luchar contra ese mal universal. Por lo tanto, promover «el amor a la desigualdad vista en el plano metafísico, al principio de autoridad, y también a la ley moral y a la pureza».9

Mediante una vida sobrenatural bien llevada, en los contrarrevolucionarios deben brillar las virtudes que la Revolución más quiso destruir

Ahora bien, dada la oposición de las mencionadas tendencias desordenadas inherentes a la naturaleza humana caída por el pecado original, esto no es posible sin una cuidadosa ascesis, cuyo objetivo es obtener el «vigor del alma que le viene al hombre por el hecho de que Dios gobierna en él la razón, la razón domina a la voluntad, y ésta domina a la sensibilidad»,10 mediante una sólida vida sobrenatural. Entonces, la gracia de Dios, perseverantemente cultivada, desempeñará su indispensable papel, que consiste en «iluminar la inteligencia, fortalecer la voluntad y templar la sensibilidad de modo a orientarse hacia el bien».11

Por ello, el Dr. Plinio subrayaba que una de las principales tareas de la Contra-Revolución era «restablecer o reavivar la distinción entre el bien y el mal, la noción de pecado en teoría, del pecado original y del pecado actual»,12 utilizando como medios para tal, entre otros:

R265 2 R265 DIV MVIDAESP Santa Missa«Resaltar, en las ocasiones apropiadas, que Dios tiene derecho a ser obedecido y que, por ello, sus mandamientos son verdaderas leyes. […] Enfatizar que la ley de Dios es intrínsecamente buena y acorde con el orden del universo, en el que se refleja la perfección del Creador. Por lo cual no sólo debe ser obedecida, sino amada, y el mal no sólo debe ser evitado, sino odiado. Difundir la noción de un premio y un castigo post mortem. […] Favorecer costumbres y leyes que tiendan a evitar ocasiones próximas de pecado […]. Insistir en […] la necesidad de la gracia, la oración y la vigilancia para que el hombre persevere».13

Rociadas con gracias eficacísimas obtenidas por la Santísima Virgen, las almas deben «brillar de manera especial por todas las virtudes que específicamente la Revolución quiso destruir»,14 hasta el punto de condecir con la profecía de San Luis María Grignion de Montfort: «Las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire […]. Cosas maravillosas sucederán en el mundo, donde el Espíritu Santo, encontrando a su amada Esposa como reproducida en las almas, llegará sobre ellas abundantemente y las colmará de sus dones, particularmente del don de su sabiduría, para obrar maravillas de gracia».15

La Contra-Revolución, hija fiel al servicio de la Santa Iglesia

Como consecuencia natural de las afirmaciones anteriores, la Contra-Revolución debe cultivar un acrisolado espíritu de servicio a la Iglesia, fuente divinamente instituida de donde brotan los tesoros de la gracia que le permitirán cumplir esa sublime misión mediante «una acción profunda en los corazones».16

Por eso, el Dr. Plinio 17 dedicó un detallado capítulo de su obra a señalar el carácter esencialmente subsidiario de la Contra-Revolución con relación a la Iglesia, a la que pretende exaltar por ser el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo y, por tanto, el alma necesaria de todos sus fines. Fuera de ella no puede existir una verdadera Contra-Revolución, máxime porque en las últimas décadas, dada la evolución del proceso revolucionario, «el punto más sensible y verdaderamente decisivo de la lucha […] se trasladó de la sociedad temporal a la espiritual, y pasó a ser la Santa Iglesia».18

Si se toman en serio estas verdades, la Contra-Revolución tiene todas las posibilidades de ganar el gran combate de nuestro tiempo, pues se pueden esperar maravillas de la naturaleza humana cuando está dispuesta a cooperar con la gracia divina. Innumerables ejemplos históricos lo certifican.

El alma humana, decisivo campo de batalla

Después de todo, en la existencia misma del libre albedrío humano es donde se encuentra una de las grandes bazas de la Contra-Revolución y, en cierto sentido, también una de sus mayores debilidades. De hecho, cada ser humano constituye un campo de batalla donde Dios y el diablo combaten, de modo que el verdadero contendiente es la propia alma que, en cualquier momento, puede optar por cooperar con la gracia o entregarse a sus pasiones desordenadas.

R265 3 R265 DIV MVIDAESP DrPlinio em 1991No es de extrañar que el Dr. Plinio haya afirmado muchas veces que la gran y verdadera Contra-Revolución es la salvación de las almas, porque «siempre que el hombre lo quiera, cambia y destruye las estructuras más espectacularmente sólidas. Depende de si la gracia lo quiere, depende de que la gracia tenga quien le corresponda, depende de si ha llegado la hora señalada por Dios, en fin, de una serie de circunstancias de orden natural y sobrenatural».19 Todo se reduce a aceptar el llamamiento divino o rechazarlo.

Así pues, no es difícil llegar a la siguiente conclusión: «El fenómeno revolucionario, tal como se describe en Revolución y Contra Revolución, es ante todo un problema espiritual; el resto, por importante que sea, es secundario y colateral. El aspecto más importante es la actitud que el fiel adopta en relación con Nuestro Señor Jesucristo y, más especialmente, con su Sagrado Corazón, que es la quintaesencia de todo lo que en Él hay de perfecto y de amor».20

En definitiva, el auténtico contrarrevolucionario se define como aquel que, aún con sus debilidades, abrazó el ideal de santidad frente a un mundo revolucionario con el que no desea transigir, mientras que el revolucionario, necesariamente, habrá abrazado de forma decisiva las vías del pecado.

Finalmente, cabe preguntarse si le es lícito a un católico verdadero no pronunciarse ante este inmenso mal que todo lo impregna en nuestro tiempo. La respuesta se la dejamos al lector, considerando que en esta coyuntura, librada en almas claves para la lucha entre el bien y el mal, será donde se producirá el gran choque que resultará en el triunfo definitivo del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María.

(Texto extraído, con pequeñas adaptaciones, de Revista Heraldos del Evangelio n. 265, Enero de 2024. Por el P. Hernán Luis Cosp Bareiro, EP.)

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1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 31/3/1966.

2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 6/3/1993.

3 Cf. RCR, P. I, c. 11, 1.

4 Ídem, P. II, c. 11, 1, A, b.

5 Ídem, P. I, c. 8, 2.

6 Cf. Ídem, c. 6, 1, A.

7 Ídem, c. 7, 3.

8 Ídem, ibidem.

9 Ídem, P. II, c. 8, 3, F.

10 Ídem, c. 9, 1.

11 Ídem, 2.

12 Ídem, c. 10, 1.

13 Ídem, 2.

14 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 14/7/1990.

15 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. «Traité de la vraie dévotion à la Sainte Vierge», n.º 217. In: Œuvres Complètes. Paris: Du Seuil, 1966, pp. 634-635.

16 RCR, P. II, c. 12, 5.

17 Cf. Ídem, c. 12.

18 Ídem, P. III, c. 2, 4, B.

19 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 26/2/1966.

20 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 24/4/1994.

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