lunes, 25 de noviembre de 2024
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Considerar la belleza de los seres, es también orar y trillar un camino a la santidad

Redacción (Miércoles, 13-03-2019, Gaudium Press) La Via Pulchritudinis, la Vía de la Belleza para llegar a Dios, no es un camino meramente natural, un simple itinerario filosófico o un esteticismo circunscrito a la delectación de los sentidos: «La via pulchritudinis es una vía pastoral y no puede limitarse a una consideración meramente filosófica» 1. Lo bello es solo un símbolo que remite a la Belleza Suprema. Buscar lo bello solo tiene sentido si se procura su fundamento, esto es, el Bello Autor de lo bello.

Este es sí un camino privilegiado para encontrar a Dios, pero no prescinde de la gracia de Cristo.

Siendo la belleza el esplendor de la verdad y el esplendor de la bondad -o como decía Juan Pablo II en la Carta a los Artistas, «la expresión visible del bien, como el bien es la condición metafísica de la belleza» 2 – la belleza suprema está donde están el bien supremo y la bondad suprema, esto es, Dios, y hacia Él ya nos inclina nuestro instinto de felicidad.

Pero después del pecado de nuestros primeros padres y los pecados subsecuentes, nuestra tendencia hacia Dios, Belleza Suprema, se ve obstaculizada por nuestras malas inclinaciones. Entretanto, vino Cristo, Nuevo Adán, quien es «representación perfecta de la gloria del Padre», y quien «comunica al hombre su plenitud de gracia y así lo hace ‘gracioso’, es decir, hermoso y agradable a Dios» 3. El hombre se habilita para considerar bien la belleza cuando se dejar embellecer él mismo por la gracia de Cristo. No se puede prescindir de Cristo para transitar el camino hacia la Belleza Absoluta.

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Pero sabemos que Cristo-Dios es abundante y generoso con su gracia. Y que ella, además de preparar a los que serán cristianos y de fortalecer a los ya cristianos, también ilumina con su luz la contemplación de la belleza terrena rumbo a la Belleza Eterna.

Dos conceptos vistos bajo el prisma de la Via Pulchritudinis: oración y santidad

En una definición que ya es clásica, se nos dice que la oración es la elevatio mentis ad Deum, la elevación de la mente a Dios. En ese sentido, Plinio Corrêa de Oliveira en reuniones realizadas en 1967 afirmaba que la consideración y contemplación de la verdad, la bondad y particularmente la belleza del Orden Creado, al ser estas una participación de la verdad, bondad y belleza del Ser Divino, era también y esencialmente una elevación de la mente a Dios y por tanto un tipo magnífico de oración.

¿Por qué destacar particularmente la belleza de los seres, por encima de la verdad y la bondad? Porque «la belleza no deja indiferente: despierta emociones, pone en movimiento un dinamismo de profunda transformación interior que genera gozo, sentimiento de plenitud, deseo de participación gratuita en la misma belleza, de apropiársela interiorizándola e insertándola en la propia existencia concreta». 4 Porque cuando «contemplada con ánimo puro, la belleza habla directamente al corazón, eleva interiormente desde el asombro a la maravilla, de la felicidad a la contemplación». 5 Porque lo bello, epifanía del ser, también manifiesta la «claridad íntima» del ser. «Si el bien expresa lo deseable, lo bello expresa aún más el esplendor y la luz de una perfección que se manifiesta». 6

Es decir, conociendo la real belleza de los seres, estamos entrando más en su esencia, y con ello conocemos más lo que esos seres tienen de participación divina. O sea, podemos hacer así una excelente oración, una perfecta elevación de la mente a Dios.

Decía también Plinio Corrêa de Oliveira que la consideración de la belleza de los seres terminaba siendo para el hombre un camino de analogía: la analogía se compone de una identidad y de una diferencia. Una cosa es análoga a otra cuando tiene algo en lo que es similar y algo en lo que es diversa. Por ejemplo, todos los hombres son análogos entre sí, pues comparten su naturaleza pero tienen sus diferencias.

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Cuando un hombre considera la belleza de las superioridades de otro, decía el Dr. Plinio que debería tener un movimiento de entusiasmo que se compone de veneración y ternura. Ternura en cuanto contempla las similitudes que él tiene con ese ser superior, lo que termina siendo también una ternura consigo mismo; y veneración hacia las superioridades porque son manifestación del Ser Divino. Y cuando el hombre considera la fragilidad por ejemplo de un niño -inferior a él-, la relación se invierte, y viene un movimiento de veneración hacia lo que comparte con ese frágil, lo que termina siendo una veneración hacia Dios pues eso que comparte con el frágil también lo comparte con Dios, y un movimiento de ternura hacia la fragilidad, pues es el deseo de protegerla para conservar el ser.

En esa línea, Plinio Corrêa de Oliveira afirmaba que la santidad venía cuando el hombre había formado con la ayuda de la gracia una visión arquitectónica de todo el Orden del Universo. Esa visión daba en la admiración del reflejo de Dios en el conjunto del Universo. Y al admirar esa visión, el hombre la ama, y al amarla se transforma en ella, se transforma en ese reflejo, lo que es sinónimo de transformarse en semejanza de Dios y eso es la santidad. A esto también se puede llamar sabiduría.

Por Saúl Castiblanco

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1 La Via Pulchritudinis, Camino de Evangelización y de Diálogo. Consejo Pontificio de la Cultura.Asamblea Plenaria 2004. Documento Final. In: http://www.theologia.va/content/cultura/es/pub/documenti/ViaPulchritudinis.html

2 Juan Pablo II, Carta a los artistas, 4 abril 1999, n. 3.

3 Consejo Pontificio de la Cultura. Op. Cit

4 Ídem.

5 Ídem.

6 Ídem.

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