viernes, 29 de marzo de 2024
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Atención a las señales

Redacción (Lunes, 02-12-2019, Gaudium Press) A propósito del Evangelio del 1° domingo de Adviento, el Sitio de la Diócesis de Frederico Westphalen, en Río Grande del Sur, Brasil, publicó, con el título de arriba, reflexiones de su titular, el Obispo Antonio Carlos Rossi Keller.

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Transcribimos para nuestros lectores los comentarios para ese próximo domingo que el Mons. Rossi Keller escribió. Ellos son simples, profundos y oportunos:

-«Por lo tanto, vigilad, porque no sabéis en que día vendrá vuestro Señor. Comprended esto: si el dueño de la casa supiese a qué horas de la noche vendrá el ladrón, estaría vigilante y no lo dejaría robar su casa»:

Así escuchamos en el Evangelio de este 1º Domingo de Adviento (Mateo 24, 37-44).

Hay en las palabras de Jesús una llamada de atención para las señales que el Señor nos envía y una invitación al esfuerzo para descifrarlas.

Somos Hijos de Dios

La llave de la lectura de este trecho es la filiación divina. Somos hijos de Dios y Él nos ama con locura.

Todo lo que nos sucede en esta vida nunca es señal de castigo, sino de amor.

Las personas son propensas a interpretar como castigo todo lo que no está de acuerdo con aquello que les gusta: una enfermedad, un contratiempo económico, la muerte de un familiar…

Todo debe ser examinado, partiendo del principio de que todo lo que sucede en nuestra vida y en la vida del mundo tiene, de alguna forma, una señal del amor de Dios.

Precisamos implorar la ayuda del Espíritu Santo, con sus siete dones, para descifrar correctamente estas señales que el Señor nos envía: son mensajes de un enamorado, de un Padre que nos ama con locura.

Debemos manifestar al Señor nuestro profundo agradecimiento y pensar, en su presencia, el cómo podremos corresponder a tanto amor, y lo que es que Él nos pide concretamente, por medio de aquella señal que nos envía.

Vigilancia, recelo y temor

La vigilancia es una virtud muy recomendada por Jesús en el Evangelio.

El recurre a las costumbres de la época en que vivió su vida mortal entre nosotros, para explicarnos en qué consiste la vigilancia: estar con los riñones ceñidos – las personas ataban un cinto para levantar la túnica, de modo que no impida caminar -, con su bastón en la mano – y lámparas ya encendidas, a la espera de la menor señal para emprender la caminata.

La vigilancia cristiana no es un estar temeroso y receloso de lo que puede suceder cuando se diera nuestro encuentro con el Señor. Es ante aquella expectativa de dos personas enamoradas que aguardan con alegría y casi impaciencia el encuentro con quien se ama.

Aprovechemos este tiempo sagrado del Adviento para intensificar nuestra intimidad con el Señor, por medio de la oración. Pedimos al Señor que no se irrite al ver nuestra indigencia. Nuestra alma debía ser un jardín de flores, de virtudes. Pero muchas veces es un desierto, o un campo sin cultivar.

La oportunidad del Tiempo Litúrgico

El Tiempo litúrgico de Adviento es una oportunidad más que el Señor nos ofrece para colocarnos en una actitud positiva de vigilancia y de atención para con las cosas de Dios.

Imitemos a Nuestra Señora que, en profundo recogimiento, sin descuidar los deberes de esposa y dueña de casa, esperó con alegría el nacimiento del niño que traía en su seno virginal.

(Los subtítulos son nuestros.)

 

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