miércoles, 08 de mayo de 2024
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En el tercer día de misa online, Papa rezó por los enfermos de coronavirus   

Ciudad del Vaticano (Jueves, 12-03-2020, Gaudium Press) Ayer, el Papa Francisco presidió la tercera misa en vivo, directo de la Capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano.

Francisco rezó nuevamente por quien está afectado por la epidemia del coronavirus, después de leer la antífona del Salmo 37 (22-23): «No me abandonéis, Señor. Oh mi Dios, no estés lejos de mí. ¡Deprisa, venid en mi auxilio, Señor, mi salvación!».

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En la homilía, al comentar las lecturas del día que hablan de la Pasión de Jesús, Francisco enfatizó cómo es cosa del diablo destruir con un estilo propio: la obstinación. Existe una seducción, con la cual satanás quiere distanciarnos de la Cruz de Cristo, ofreciendo el espíritu mundano, el poder, la vanidad, pero existe también la obstinación.

Vatican News publicó la homilía íntegra, de la que destacamos algunos trechos:

– La primera lectura, un pasaje del Profeta Jeremías, es realmente una profecía sobre la Pasión del Señor. ¿Qué dicen los enemigos? ‘Venid para atacarnos con la lengua, y no vamos prestar atención a todas sus palabras’. Vamos a colocar obstáculos. No dice: ‘Vamos a vencerlo, vamos a acabar con él’: no. Dificultar la vida, atormentarlo. Es el sufrimiento del profeta, pero allí hay una profecía sobre Jesús.

El propio Jesús, en el Evangelio, nos habla de eso: ‘Es que estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley. Ellos lo condenarán a la muerte y lo entregarán a los paganos para burlarse de él, para flagelarlo y crucificarlo’. No es solamente una sentencia de muerte: hay más. Está la humillación, la obstinación. Y cuando está la obstinación en la persecución de un cristiano, de una persona, está el demonio.

Seducción y obstinación

– El demonio tiene dos estilos: la seducción, con las promesas del mundo, como quiso hacer con Jesús en el desierto, seducirlo y con la seducción hacerlo cambiar el plan de redención; y, si eso no funciona, la obstinación. No hay medio término, con el demonio. Su soberbia es tan grande que busca destruir, y destruir disfrutando de la destrucción con la obstinación.

Pensemos en las persecuciones de tantos santos, de tantos cristianos que no (solo) los matan, sino también los hacen sufrir y buscan, de todas las formas, humillarlos, hasta el fin. No confundir una simple persecución social, política, religiosa, con la obstinación del diablo. El diablo se obstina, para destruir. Pensemos al Apocalipsis: quiere devorar aquel hijo de la mujer, que está por nacer.

Conclusión

-Que el Señor nos dé la gracia de saber discernir cuando existe el espíritu que quiere destruirnos con la obstinación, y cuando el propio espíritu quiere consolarnos con las apariencias del mundo, con la vanidad. Pero no olvidemos: cuando existe obstinación, existe el odio, la venganza del diablo derrotado. Es así hasta hoy, en la Iglesia. Pensemos en tantos cristianos, como son cruelmente perseguidos. Que el Señor nos dé la gracia de discernir el camino del Señor, que es la Cruz, del camino del mundo, que es la vanidad, aparecer, maquillar.» (JSG)

 

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