sábado, 20 de abril de 2024
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"Deseo servir de corazón sincero a la arquidiócesis de San Pablo", dice Mons. Edmar Peron en entrevista a Gaudium Press

San Pablo (Miércoles, 03-03-2010, Gaudium Press) En esta entrevista con Gaudium Press, el nuevo obispo auxiliar de la arquidiócesis de San Pablo y responsable por la Regional Episcopal Belén, Mons. Edmar Peron, relata que recibió con sorpresa el llamado para tornarse obispo y afirma, entre otras cosas, que los dos grandes desafíos inmediatos de su episcopado serán el 10º Plan de Pastoral de la Arquidiócesis de San Pablo y el 1º Congreso de Laicos.

Nacido en Maringá, en 1965, padre Edmar cursó Filosofía en el Instituto de Filosofía de Maringá, perteneciente al Seminario Mayor Arquidiocesano Nuestra Señora de la Gloria, y Teología en el Instituto Teológico Pablo VI, del Seminario Pablo VI, en Londrina. Fue ordenado sacerdote en 1990 y cursó una maestría en Teología Dogmática, en Roma, entre 2000 y 2002. En los últimos tres años, fue rector del Seminario de Teología Santísima Trinidad, también en Londrina.

Gaudium Press – ¿Cómo Usted sintió el llamado para tornarse obispo?
Fue grande mi sorpresa, pues mi proyecto personal era retomar los estudios y hacer el doctorado, en Roma, en el año 2011.

GP – ¿Cómo recibió esta convocación del Santo Padre?
El Señor realiza sus obras de modo muy concreto. Acaté, no sin temor, este nombramiento reconociendo en la elección de la Iglesia, en la persona del Papa Benedicto XVI, el llamado del Señor, pues siempre fue así en mi vida: cuando todo parece organizado y bajo control Él se manifiesta fuertemente, cambiando mis planes. Traigo conmigo la experiencia del profeta Jeremías: «Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir. Fuiste más fuerte que yo y venciste» (Jr 20,7).

GP – ¿Cuál es la importancia de este acontecimiento en su vida?
El llamado al Episcopado realiza un cambio muy grande en mi vida, no solo por el hecho de dejar el norte del Paraná y venir a San Pablo, la gran ciudad. Con todo, espero que este acontecimiento sea de gran importancia para la Iglesia, en mi caso concreto para la Arquidiócesis de San Pablo, que deseo servir de corazón sincero, comenzando por los padres de la Región Episcopal Belén.

GP – ¿Cómo se dio este cambio de la arquidiócesis de Maringá a la arquidiócesis de San Pablo?
Este cambio está aconteciendo rápidamente, pero como un proceso. Es un «sal de tu tierra y ve». Y todo envuelto en pequeñas y grandes manifestaciones de cariño, apoyo, aliento, del Pueblo de Dios de la Arquidiócesis de Maringá y también de la Arquidiócesis de San Pablo – Región Episcopal Belén.

GP – La arquidiócesis de San Pablo es una de las mayores del Brasil, envuelta en gran complejidad. ¿Qué espera usted del trabajo como Auxiliar en la Región Belén?
En primer lugar, espero, con mi experiencia de veinte años como presbítero, poder colaborar para que se concretice el 10º Plan de Pastoral de la Arquidiócesis de San Pablo (Discípulos-misioneros en la ciudad de San Pablo) y el 1º Congreso de Laicos. Por encima de todo, creo ser necesaria una constante actitud de escucha, abriendo espacio en mi vida para acoger la experiencia evangelizadora y pastoral de esta centenaria arquidiócesis. Si, en todo lo que yo pueda hacer, consigo encarnar estos dos desafíos, pienso que comenzaré bien.

GP – ¿Cuál será su lema episcopal?
De entre los compromisos del nuevo Obispo se encuentra también el de elegir un lema. Pensaba dejar aquel que había elegido por ocasión de mi ordenación diaconal y presbiteral: «Estoy en medio de vosotros como aquel que sirve» (Lc 22,27). Esta actitud permanece, pues es imposible pensar un ministerio en la Iglesia que deje de lado el servicio. Sin embargo, comprendí que tal actitud es consecuencia de la búsqueda de la voluntad de Dios. Entonces escogí por lema: «ut faciam voluntatem tuam – para hacer tu voluntad» (Hb 10,7).

GP – Este año la Iglesia celebra el Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI. Por favor, hable un poco de cómo surgió su vocación sacerdotal y cuál piensa que es el mayor desafío del sacerdote en los días de hoy.
Los inicios de la percepción de mi vocación remontan a la tierna infancia, ciertamente antes de los siete años, cuando hice la primera comunión. Fue despertada por el testimonio del padre de nuestra Parroquia, el entonces Padre Raimundo Le Goff. Todo quedó olvidado durante la adolescencia e inicio de la juventud, época de flirteos, enamoramiento y trabajo, cuando me recusaba a pensar en el asunto.

Llegó entonces la ocasión propicia al Señor: el término del segundo grado (educación secundaria). ¿Cómo seguir? Fue entonces que Él me sedujo «y yo me dejé seducir» y, a pesar de las dudas, en 1993, con 18 años, inicié la Filosofía. El Señor me sustentó a lo largo de los siete años de Seminario y, a pesar de la poca edad, en enero de 1990, antes de cumplir 25 años, fui ordenado presbítero. Esta es la certeza profunda: fue el Señor quien me llamó. Por eso no pude escoger otro lema sino «He aquí, oh Padre, para hacer tu voluntad».

En relación al mayor desafío del padre de hoy, pienso que cada vez se vuelve más compleja la realidad social de la cual la Iglesia forma parte, con su misión de ser luz del mundo, sal de la tierra y fermento en la masa. De esta manera, es difícil decir cuál sería el mayor desafío para la Iglesia y, particularmente para sus ministros ordenados. Entretanto, como me fue preguntado con todos los Obispos reunidos en la Conferencia de Aparecida, diría que es de despertar, en cada cristiano bautizado, la madurez del discípulo misionero, para que él pueda asumir conscientemente su lugar en la Iglesia y en la sociedad.

 

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