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Amazonas, el río de la grandeza

San Pablo (Viernes, 23-07-2010, Gaudium Press) El paisaje es sereno, casi monótono, sin embargo, pleno de vida. En las florestas tropicales todo es generosidad. Abundancia de vida, luz y calor. Bajo la selva se esconden maravillas del reino mineral, la fauna y la flora.

El verde reviste el panorama como un manto de esmeraldas, apenas entrecortado por un inmenso caudal: es el Amazonas. El mayor río del mundo. Sus aguas avanzan en un suave murmullo. Discretas, pero impetuosas, se diría invencibles. Tan voluminosas que hacen al propio océano retirarse.

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Foto: Icrf

De hecho, el Amazonas es el mayor río del mundo tanto en volumen como en extensión. Posee más de mil afluentes y forma una cuenca de 7 millones de Km², el equivalente a Europa Occidental. En algunos trechos alcanza 100m de profundidad y 190 Km. de ancho. Un quinto de las aguas fluviales del mundo desembocan en el Río Amazonas y su caudal equivale a la suma del volumen de agua de los 10 mayores ríos del mundo.

Nace en Perú, a 160 Km. del Lago Titicaca, a los pies del Nevado Mismi, aproximadamente a 5.000 metros de altitud, y después de casi 7.200 Km., de los Andes al Atlántico, desemboca en un estuario de 330 Km., el cual posee la mayor isla marítimo-fluvial del mundo, la isla de Marajó.

Por estos predicados es llamado The River Sea, El Río Océano. ¡Es el Río de la Grandeza! No solamente por sus proporciones. Hasta su historia nace adornada por los laureles de la aventura y las glorias reales del mayor imperio marítimo de la Historia.

El imperio donde el sol no se ponía

El Imperio de Carlos V fue verdaderamente uno de los mayores de la Humanidad. Decía el monarca español que en su Imperio el sol no se ponía; y era real. En el Continente Europeo, era soberano de la Península Ibérica e Itálica, así como de numerosas provincias flamencas y austríacas. Poseía dominios en África, India y en varios archipiélagos del Extremo Oriente. El emperador reinaba también sobre la mayor parte de América.

Un territorio tan amplio se debía, en gran parte, a un hábil cuerpo de exploradores que buscaban las riquezas de estas lejanas tierras. Uno de esos aventureros fue Vicente Pinzón. Según algunos historiadores, fue el primer cristiano en contemplar el Amazonas en el año 1500. El inmenso río fue bautizado por el explorador de Río Santa María del Mar Dulce, en homenaje a aquella que le había protegido contra tantos peligros encontrados a lo largo de su expedición, gracias a esta protección él, por fin, pudo conocer el océano de aguas dulces.

Entretanto, no fue él el primer europeo en navegar por toda la extensión de estas aguas, cuyo tamaño, peligro y riqueza, eran aún desconocidos. En 1541, Francisco Orellana (1490-1550) en busca del legendario El Dorado, comenzó la exploración del río sagrado que los Incas llamaban de Río Orinoco, en Venezuela, riquísimo en oro. El descubridor penetró en la Amazonía deparándose con un río aún mayor que el Orinoco, pudiendo describir un increíble viaje por el extraordinario enmarañado de afluentes.

En cierto punto del viaje, Orellana se enfrentó en un feroz combate con mujeres guerreras que le disparaban flechas y dardos con cerbatana. Volviendo a Europa, narró el hecho a Carlos V, que, inspirado en las guerreras hititas de la mitología clásica, las cuales portaban arcos y montaban caballos de guerra, pasó a llamar al río como Amazonas.

El explorador Orellana describió a las amazonas del Río sudamericano como: «Mujeres altas y adiestradas al combate. Habitaban casas de piedra y acumulaban metales preciosos». En verdad, era la tribu de los yaguas, indígenas que usan una larga cabellera y todavía hoy habitan la región de la confluencia de los ríos Napo y Negro. Se dice también que el nombre Amazonas es de origen indígena, de la palabra amassunu, que quiere decir «ruido de aguas, agua que retumba».

Vida en abundancia

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Foto: Ecolombia Tours

Bajo estas voluminosas y serenas aguas se encuentran raras y extraordinarias riquezas. Más de 3.000 especies de peces fueron encontradas en este río. De entre ellas, algunas se destacan por la belleza, los peces ornamentales, o entonces, los botos: animales semejantes a los delfines que alcanzan 2.6m de largo dotados de colores prestigiosos como el azul y el rosa.

Menos simpático que los botos son las pirañas, terribles peces carnívoros. O también el Poraquê, un animal acuático que emana ondas eléctricas de hasta 500 volts. En sus aguas también vive el mayor pez de agua dulce del mundo, el pirarucu, que posee cerca de tres metros de largo y 200 Kg., enriqueciendo con su sabor el menú popular.

Otra curiosidad del Amazonas es el fenómeno de la Pororoca, conocido en los ríos europeos como mascaret o bore. Se trata de una elevación repentina de grandes masas de agua, provocadas por el movimiento de las mareas. El fenómeno sucede cuando las aguas del océano, al ser empujadas a 160Km por el Amazonas -donde la salinidad del mar es muy baja-, el mar invade el río formando olas que pueden alcanzar seis metros de altura y cincuenta kilómetros por hora. Esta poderosa ola de gran alcance puede durar hasta treinta minutos. Las aguas del océano penetran en el río arrastrando árboles y embarcaciones. El río se aleja ante la impetuosa venganza del mar, pero, en seguida, sereno y victorioso, el Amazonas vuelve a su curso normal después del duelo con el Atlántico.

Una realidad superior

Las grandezas de este río hacen recordar realidades superiores. De hecho, toda creación es una imagen de los seres espirituales y del mundo sobrenatural. El Amazonas podría ser denominado como el río de la grandeza. No solo por sus títulos y predicados, sino sobre todo, por lo que representa de la vocación de los pueblos que irriga. ¿Cuántos misioneros vertieron su sangre por la Fe junto a aquellas aguas? Innúmeros. Y el resultado fue sorprendente.

Hoy, las jóvenes naciones de América Latina, con apenas 500 años de historia y 200 de independencia, suman cerca de la mitad de los católicos en el mundo. Estas naciones de etnia negra, india y europea, además de unidas por el origen de sus idiomas, por la nueva raza oriunda del mestizaje, también lo son por la hermandad espiritual del bautismo. Forman, por la fe un solo conjunto.

El Amazonas, con sus riquezas, parece reflejar, como un enorme espejo, las maravillas puestas por la gracia de Dios en el alma sudamericana.

Él también simboliza algo aún más sublime. Una realidad espiritual, al mismo tiempo visible: La Santa Iglesia Católica. Ésta es como un vasto río, de casi dos mil años, hecho con agua purísima y con su naciente, mucho más alta que la del Amazonas, pues nació del lado abierto de Nuestro Señor Jesucristo.

La Iglesia avanza invencible en la Historia, fecunda con sus ricas y fértiles aguas, todas las personalidades, naciones e instituciones. ¿Cuántos suelos una vez áridos, gracias a Ella, se volvieron fértiles y han dado a la humanidad flores de las más bellas y perfumadas, y producido frutos robustos?

Todo lo grandioso que se contempla en la Historia y la civilización occidental vienen de este canal de gracias, de esta fuente de bendiciones de la Iglesia, que bien podría ser considerada el gran Amazonas de la humanidad. Se puede, sin duda, aplicar a Ella esta frase de la Escitura: «Su bendición recubre todo como un río» (Eclo 39,27).

Por Marcos Eduardo Melo dos Santos

 

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