jueves, 28 de marzo de 2024
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"Fidelidad al carisma en todos los actos": P. Bruno Esposito O. P.

Redacción (Lunes, 25-10-2010, Gaudium Press) Reproducimos a continuación la homilía realizada por el P. Bruno Esposito O. P. -quien es Consultor de la Congregación de la Doctrina de la fe, y decano de Derecho Canónico de la Universidad Santo Tomás de Aquino en Roma- a los miembros del Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino (ITTA) e Instituto Filosófico Aristotélico Tomista (IFAT), en el seminario de la Sociedad de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli de los Heraldos del Evangelio, en Caieiras, Brasil.

Antes de pedir perdón a Dios, pido perdón a vosotros por mi portugués. Todavía, quise celebrar esta Eucaristía en la lengua de la mayor parte de vosotros, como señal de mi afecto. A pesar de los errores de gramática, quiero mostrar afecto, pues, como dice Santo Tomás al comentar Aristóteles, en la amistad, «el amigo quiere hacer lo que más agrada al otro». Pienso que así agrado, por tanto, celebro esta Eucaristía por cada uno de vosotros, por todo aquello de bello, bueno y verdadero que portáis en vuestro corazón, y, sobre todo, para que el Señor realice vuestro deseo de santidad.

ITA_9602-150x150.jpgLa palabra de Dios en el día de hoy, manifiesta una regla muy simple y elemental de la vida cristiana -a pesar de que todo lo que es elemental, es fundamental- y nos recuerda que las ramas no pueden vivir sin la vid, pues tienen su vida en la unión íntima con el viñedo. Traduzco como escuchamos del Evangelio. A nosotros que sin esta unión íntima y co-natural con Dios, no podemos hacer nada, «nulla», absolutamente nada. Y en los Hechos de los Apóstoles está una aplicación de esta regla fundamentalísima. Pablo y Bernabé buscan resolver una cuestión que a nosotros no nos es posible imaginar cómo era difícil para ellos, propiamente porque estaban unidos íntimamente a Dios, no buscaban su voluntad, su proyecto, sino que solamente estaban en la búsqueda del designio de Dios. Pensad lo que significaba para un israelita, nacido, visto y crecido, en el culto de la ley mosaica, seguir tantas prescripciones, escuchar decir que la circuncisión no era más un requisito para seguir a Cristo. Una cosa que no tenemos dificultad de comprender en su integridad, pero Pablo y Bernabé se colocan como anunciadores de la Fe Cristiana y de esta ‘vuelta a la página’.

Santo Tomás describe esta situación entre la antigua y la nueva religión de modo admirable. Ellos conservaron la ley moral, aunque formase parte del pasado, pues era una imagen de lo que se da en el altar.

Podemos entonces considerar lo que todo esto significa para nosotros hoy. Tenemos una regla, una indicación que no era solo para el pasado, sino para nuestra conducta, y que nos llama a vivir intensamente nuestra Fe en unión cotidiana e íntima con el Señor. Sin esta unión, todo aquello que hacemos no posee valor, ni fruto, porque el resultado que podemos obtener está en la medida en que vivimos esta unión.

«Vivir el carisma que abracé»

¿Qué significa para nosotros hoy? Para mí, como sacerdote religioso, primeramente, vivir el carisma que abracé sabiendo que Dios me llamó, esto es, en la ruta del Domingo «comtemplare, et comtemplata aliis tradere». Si mi predica no nace de esta unión con Dios, son bellas palabras, pero no mueven a nadie.

Para vosotros, que estáis en período de formación, debéis vivir el estudio, no como cualquier cosa que se necesita para subir, sino como una ocasión de gracias, porque les es dada una posibilidad que no será más dada en la vida. El tener un conocimiento que no es hipotético, sino que es camino rumbo al amor de Dios. Esto es lo que significa este período. Si perdemos este punto de vista, perderéis la linfa de vuestro estudio. Estén convencidos de que es algo importante y útil, que ayuda en todas las actividades más importantes de nuestra vida. En el trabajo, el gobierno, la administración, en todo lo que hacéis, recordad que hacéis por vosotros, por Dios, y por el servicio a los hermanos.

ITA_9613-150x150.jpgLa autoridad en la Iglesia es servicio. Una cosa que el mundo de hoy no entiende, y que es lo contrario de lo que se piensa corrientemente. Cristo resaltó esto varias veces, diciendo que no somos nosotros los que comandamos el mundo, sino que somos aquellos que servimos a los hermanos. Esto es ser siervo. ¿Qué es un siervo? El que hace la voluntad de Dios. Cuanto más estamos unidos a la voluntad de Dios, más daremos frutos.

Y ahora, apliquemos a la situación actual de crisis de la Iglesia y de las instituciones, y esto no los digo para juzgar, sino para decir al Señor: Que yo no haga otro tanto… porque no se necesita juzgar, sino pedir que no caigamos en tentación. Vemos así que cuando falta esta unión, vemos el resultado en nosotros mismos.

Entretanto, pido a Dios que seáis fieles al carisma que recibisteis, con todo el corazón, haciendo siempre con el alma todo aquello que hacéis: estudiar, trabajar, jugar, hablar, todo aquello que queréis, pues nada está por fuera.

La diferencia es el amor

Como dice Santa Teresa de Lisieux, lo que hace la diferencia es el amor con que hacemos cada cosa, aunque tengamos que hacer las cosas más humildes e insignificantes, con amor ellas se tornan piedras preciosas a los ojos de Dios. No hay provecho en confrontar lo que yo hago y lo que otro hace. Solo pidan a Dios y lo hará bien. Hacerlo con amor. Esta es la cosa más importante. Recuperar esta dimensión, es vivir en un estado permanente de conversión. La fe, el amor, la conversión, no se da una vez en la vida. O se ama siempre, o nunca hubo amor, o se tiene siempre fe, o nunca se tuvo fe. Y así por delante. Es una cosa vital.

Celebramos esta Eucaristía por cada uno de vosotros, por aquello que portáis en vuestro corazón, y vuestro deseo de santidad, para que permanezcáis fieles, no solamente a vuestro empeño, pero sí, a la persona de Jesucristo. No hacer las cosas sólo por el deber, sino hacer por amor, indicando así al mundo de hoy, a través de vuestra alegría.

ITA_9615-150x150.jpgQue, a pesar de nuestros límites, descubramos la comunidad como lugar de perdón y de fiesta. No estamos aquí porque somos perfectos, sino porque amamos la perfección en nuestro propio límite. Solamente Dios no tiene límites. Pidamos esta fidelidad a Jesucristo.

Para concluir, San Pablo dice «yo vivo esta vida en la Fe de Jesucristo que me amó y que dio su propia vida por mí» (Gl 2, 20). Que este grito de San Pablo sea escuchado por todos vosotros, todos los días, en vuestro corazón, para que seáis verdaderamente Heraldos del Evangelio.

 

 

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