viernes, 29 de marzo de 2024
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“La Navidad es la expresión más querida de la vida cristiana”, afirma el arzobispo de Puerto Alegre, Brasil

Puerto Alegre (Martes, 27-12-2011, Gaudium Press) Con el título «Los esplendores de la Navidad», el Arzobispo de Puerto Alegre, en Brasil, Mons. Dadeus Grings, aborda en su más reciente artículo la importancia y el significado de los dos momentos fundamentales de la vida cristiana: el misterio de la encarnación y el misterio de la redención.

El prelado inicia su reflexión citando algunas figuras importantísimas de la Biblia y sus relaciones con Jesucristo: el primero es San Pablo, que aseguró a todos que, para él, vivir es Cristo; el segundo es San Pedro que, delante del desafío de tener, eventualmente, que abandonar al Maestro, aseguró que no hay otra persona a quien ir: «Solo tú tienes palabra de vida eterna»; y por último Tomé, que se postra delante de Jesús resucitado reconociéndolo, en nombre de todos los fieles, su Señor y Dios.

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«No basta, pues, enseñar una doctrina cristiana. Es preciso acoger la Persona de Jesús», dice Mons. Dadeus

Según Mons. Dadeus, el misterio central del Cristianismo se resume en la acogida de un hombre como su Dios, pues los discípulos reconocen que Jesús no solo dice palabras de Dios, sino se identifica con la Palabra de Dios, lo que equivale a decir que no solo lo que Él dice debe ser acogido, como mensaje divino, sino su propia persona, con todos sus gestos, expresan la presencia de Dios entre nosotros y nos traen salvación.

«No basta, pues, enseñar una doctrina cristiana. Es preciso acoger la Persona de Jesús. No basta conocer los principios del Evangelio, sino es preciso amar a Jesús sobre todas las cosas. La Navidad es la expresión más querida de la vida cristiana, que acoge y se alegra con el Redentor», completa el prelado.

Para la celebración eucarística, recuerda el arzobispo, la Iglesia monta dos mesas, siendo una la mesa de la Palabra, donde se anuncia la Buena Nueva de la Salvación y la otra la mesa del Pan, donde se torna presente la propia persona de Jesús, bajo la apariencia del pan y el vino. «En la primera él habla, y en la segunda él nos visita en persona, para estar con nosotros, sin necesidad de hablar», afirma el prelado.

Mons. Dadeus también recuerda que la orden de evangelizar no se restringe a la enseñanza de una doctrina, sino envuelve testimonio también. «Nosotros amamos a Jesucristo. Por eso lo acogemos en cada momento de su vida, desde la concepción, en el seno de María Virgen, hasta el nacimiento en la gruta de Belén; desde su vida pública hasta la Cruz y Resurrección», afirma el arzobispo.

Por último, el prelado explica que existen dos momentos fundamentales de la vida cristiana: el misterio de la encarnación y el misterio de la redención. De acuerdo con él, en el primero quedamos absortos con la benignidad de Dios que vino a identificarse con nosotros, tornándose no solamente nuestro Dios, sino nuestro hermano. Ya el segundo misterio, retratado por la muerte y resurrección, apunta a nuestra situación pecadora, pues él no vino a una humanidad santa, pacífica, acogedora, cariñosa.

«Él enfrentó la violencia, la pobreza, la corrupción, el rechazo. Diríamos que no valió la pena venir. Salió perdiendo. ¡Con todo reconocemos, a partir de la fe, cuánto nos valió esta venida y cuánto valió la pena! Según San Pablo, Él se humilló hasta la muerte y muerte en Cruz. Por eso recibió un nombre que está por encima de todo nombre, para que, delante de él, se doble toda rodilla y toda lengua proclame que él está en la gloria de Dios», concluye Mons. Dadeus.

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